lunes, 21 de mayo de 2018

gurú



Estoy viendo con entusiasmo Wild Wild Country, y me apetece mucho hablar de gurús (o gurúes), así que os voy a contar la historia de uno.
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Hace muchos años, en la época de los maestros, vivió un Gran Maestro de la Espada cuyas enseñanzas eran solicitadas por los más expertos guerreros.

El Arte de la Espada, según lo enseñaba aquel Maestro, no se reducía a la técnica de lucha ni a la disciplina del cuerpo, sino que incluía la disciplina de la mente y la filosofía de la vida.

Cuando hablaba del mundo, de las mujeres y de los hombres, de los animales y de las plantas, de las ciudades y de los reinos, de la muerte y de los océanos y de las estrellas, siempre utilizaba imágenes relacionadas con la espada.

“¿Veis el afilado filo de vuestro acero?” decía. “Podréis llegar a ser tan expertos que con él seáis capaces de separar cualquier cosa de cualquier otra. Pero de nada os servirá si no sabéis qué es lo que debe ser separado”.

“¿Ves cómo avanza la gota de sangre de tu enemigo por el filo de tu espada? Así avanza el pensamiento. De su herida nace el deseo de saber, y si posee tesón suficiente descubrirá tarde o temprano qué mano lo hirió. ¡Que vuestra sangre nunca deje de buscar!”.

“Recuerda”, decía en otra ocasión, “tu espada nunca está guardada. Incluso cuando permanece en su vaina apunta a todos cuantos te rodean. Ellos no lo olvidan. No lo olvides tú”.

Y así seguía y seguía…

En la puerta de su casa se leía esta inscripción en letras sencillas y solemnes: LA ESPADA ES LA VIDA. HAZ DE LA ESPADA TU VIDA. HAZ DE TU VIDA UNA ESPADA.
Tanta fama tenía este Maestro que incluso quienes no amaban la espada conocían las historias que se contaban sobre él, y lo admiraban. En una ocasión varios hombres que odiaban el uso de las armas acudieron a su casa y solicitaron respetuosamente hablar con él.

-Maestro, -dijeron. -Nuestra región se ve atribulada por continuos actos violentos. Todos creen que amenazar, batirse, herir y matar son los caminos para solucionar los problemas. Muchos de ellos incluso enarbolan tu nombre cuando atraviesan a niños con sus armas. Te pedimos ayuda.
-Quienes usan mi nombre para realizar actos viles no conocen mis enseñanzas –lamentó el Maestro.
-Maestro, eso no los frena. Dicen que no son tus discípulos, sino los discípulos de tus discípulos, o los discípulos de los discípulos de tus discípulos. Algunos dicen que son seguidores directos de El Arte de la Espada.
-Todos mienten. Y todos deben ser condenados –fue la sentenciosa respuesta del Maestro.
-¿Podrías condenarlos tú, Maestro? ¿Podrías pedir a la gente que abandone El Arte de la Espada?
-¿Cómo podría hacer eso? –contestó el Maestro con sorpresa. –La espada es la vida y su Arte es el arte de la vida.
-Maestro, la espada también es la muerte. Lo es para nuestras familias, para nuestras aldeas y para toda nuestra región. La espada es lo que nos está quitando la vida. Sin la espada habría vida…
-¡Silencio! -Interrumpió el Maestro. –Mira bien a tu alrededor antes de pronunciar palabras cuyas consecuencias no sabes calcular. Dime, ¿no es cierto que la violencia se ejerce con todo tipo de armas, no solo con la espada, y que, a falta de armas, son las manos desnudas las que se convierten en verdugos?
-Así es, Maestro.
-¿Y no es cierto que esa violencia es a veces tan espantosa o más aún que la que pueda ejercerse con la espada?
-Es cierto, Maestro.
-¿Por qué culpáis, entonces, a la espada de lo que hacen los hombres?

Los visitantes guardaron silencio, cabizbajos. La pregunta del Maestro quedó resonando en el aire como un imponente paisaje dibujado con su voz. Nada más podía oírse, salvo el agua de un arroyo corriendo sorda e impasible. Una breve ráfaga recorrió el patio y alcanzó algunas ramas del hermoso avellano que sombreaba el arroyo, y estas se agitaron levemente.

Sin levantar la mirada, uno de los visitantes dijo:

-La espada los alienta. Las espadas están por todas partes y los hombres se sienten atraídos por su poder. Cuando tienen en sus manos la espada desean usarla y cuando la usan desean hacerlo aún más. Cuantas más espadas existen más escuchan a quienes les hablan de El Arte de la Espada, y cuanto más les hablan de él, más espadas fabrican, más poseen, y más matan con ellas. Maestro, cuando nuestra gente oye hablar de El Arte de la Espada sabe que la espada viene detrás, y detrás de ella la muerte. Acudimos a ti para pedirte que reconsideres tu arte, porque lo que tú estás enseñando como vida es lo que está acabando con nuestra vida. Te pedimos que anuncies al pueblo que condenas el Arte de la Espada. ¿No podrías decirnos que siguiéramos el arte de la música, o de los tejidos, o de la tierra? ¿No podría expresarse la vida con un arte que diera vida? Muchos te escucharán y se avergonzarán de sus espadas, y las guardarán en lugares escondidos donde quedarán olvidadas. Y entonces habrá menos dolor en nuestro pueblo, porque habiendo menos espadas habrá menos heridas y la sangre dejará de teñir cada gota de agua.
-Eso es una estupidez –respondió el Maestro con desprecio. -¿Veis muchos laúdes en mi casa? ¿Y telares? ¿Y arados? Mi casa está llena de espadas, y puedo decir que jamás se ha herido a nadie con ellas.



miércoles, 16 de mayo de 2018

mitos del amor: REFUTACIÓN RÁPIDA contra interlocutorxs cansinxs



Lo que hace un tiempo denominé Mitos del Buen Amor sigue siendo una herramienta eficaz para cuestionar, desglosar y refutar tanto la ideología amorosa como la actualización y lavado de cara que de ella realiza la Crítica al Amor Romántico.

Es probable, sin embargo, que quien se haya servido de estos mitos en el debate haya encontrado fatigoso responder a según qué réplicas e, incluso, que el enredo haya generado ciertas dudas sobre la idoneidad de la forma dada a los mitos como herramienta de cuestionamiento del amor.

Quiero analizar una familia de estas réplicas a la que nos tenemos que enfrentar en casi cualquier ocasión. Aunque sobre el papel son fácilmente refutables resulta útil exponerlas aquí para agilizar la contrarréplica e impedir que la confusión, objetivo favorito de la ideología amorosa, se adueñe del debate.

Me estoy refiriendo al bien conocido recurso demagógico de deducir de una negación la afirmación de su contrario. Si, ante un vaso cuyo volumen está ocupado por agua hasta la mitad, la persona interlocutora afirma que está lleno, y yo contesto que no lo está, ella podrá intentar refutar mi crítica diciendo que, “dado que afirmo que el vaso no está lleno, estoy diciendo que el vaso está vacío, lo que es evidentemente falso”. Esto le permitirá recuperar su primera afirmación, la de que el vaso está lleno, aduciendo que no es peor que la que yo propongo, y eludiendo el verdadero contenido de la mía, que es que la suya no es cierta. Así, reduciendo las opciones a que el vaso sea juzgado o lleno o vacío, podrá evitar la refutación de su afirmación primera. La confusión creada, las tablas alcanzadas entre ambas afirmaciones, son ventajosas para quien sostiene la que es falsa. La conclusión será que no se puede afirmar con total seguridad cómo está el vaso, pues algunas personas opinan que está lleno, otras que está vacío, y ninguna parece tener la razón completamente de su parte.

Nadie nos va a colar que un vaso medio lleno está tal vez lleno porque no está vacío. Pero cuando hablamos de amor la complejidad crece un poco y da aliento a la demagogia.

Veamos cómo se utiliza este recurso contra cada uno de los mitos. Normalmente la persona interlocutora hará una afirmación verdadera pretendiendo que se trata de un ejemplo de aquello que hemos afirmado que no hay ejemplo posible. La mayoría de estas falacias os van a sonar. Familiaricémonos con ellas para poder anticiparnos y desactivarlas sin perder un minuto.


1-“El amor existe”.

Es la respuesta a la crítica del Primer Mito del Buen Amor, cuyo enunciado es: “el amor es”.

Se pretende con ella decir que lo que la crítica afirma es que el amor no existe, y dado que el amor tiene formas innegables o difícilmente negables de existencia, dicha crítica queda refutada.

Pero lo que la crítica cuestiona no es la existencia del amor, sino la necesidad de esta existencia.

Aunque se podría defender que el amor no existe si debe darse en la forma en la que el amor dice de sí mismo que existe, la crítica tiene otro objetivo, que es la supuesta ininteligibilidad de las relaciones cuando estas no son explicadas a través del amor o realizadas según su discurso. En otras palabras: el mito afirma que no podemos escapar al concepto “amor”, que nadie ha escapado jamás, y que nadie escapará nunca. La crítica dice que eso es simple superstición, y que solo se sostiene por la imposición que ejerce el propio mito; porque el mito naturaliza esa idea.

2-“Todo el mundo necesita amor”.

Así se responde a la crítica al Segundo Mito, cuyo enunciado es: “el amor es el fin supremo”.

Se nos dice que la crítica niega la necesidad de relacionarnos sexosentimentalmente, así como el hecho evidente de que las personas que renuncian a, o no disponen de, pareja(s) sufren una carencia grave en su realización y desarrollo personales.

Pero la crítica no dice que la(s) pareja(s) no ocupe(n) un lugar en el desarrollo personal. Dice que ese lugar no es ni el principal, ni el más interesante, ni la realización última del sujeto, ni el sentido final de la vida, sino algo mucho menos relevante de lo que se nos pretende hacer creer. Y dice, apoyándose en la crítica al primer mito, que eso que la(s) pareja(s) realiza(n) y desarrolla(n) de manera tan deficitaria puede realizarse y desarrollarse de formas mucho más edificantes si, precisamente, prescindimos de las parejas y, por ende, del amor.

3-“El amor hace feliz a mucha gente e inspira, con frecuencia, buenas acciones”.

Se contesta así a la crítica al Tercer Mito: “el amor es el bien”.

Se nos pretende hacer creer que criticando el mito afirmamos que todas las conductas inspiradas por el amor tienen un carácter directa y evidentemente egoísta, y que todo lo que nos llegue como expresión de amor redundará en nuestro perjuicio.

La crítica, sin embargo, está muy lejos de afirmar que el amor no pueda ir acompañado de algún bien. Lo que denuncia es que cualquier cosa que vaya acompañada de amor, tanto lo que damos como lo que recibimos, es automáticamente considerada un bien, y que esto es así incluso cuando es evidente que, de no llevar esa favorecedora compañía, esa misma cosa sería indiscutiblemente considerada un mal.

Afirma además que, gracias a este mito, el amor legitima cualquier acción, función esta para la que ha sido creado.

4-“No todo lo que sucede por amor tiene explicación”.

Es la respuesta más habitual a la crítica al Cuarto Mito: “el amor es inviolable por la razón”.

La afirmación sugiere que esa crítica entiende el conjunto de conductas humanas enmarcadas en el ámbito del amor como una mecánica sencilla, y a quienes conozcan dicha mecánica como sujetos omniscientes en el amor.

La crítica no propone esta estupidez de ninguna manera, sino que reivindica el derecho de la razón a incluir en su dominio al ámbito del amor, único que le permanece vetado. El amor, como cualquier otra cosa, puede conocerse, entenderse e incluso predecirse. Si a día de hoy no se conoce, se entiende y se predice no es porque se trate de una materia especialmente compleja o de una naturaleza particular, sino porque nuestra cultura proyecta una prohibición sobre ese conocimiento.

5-“El sexo es mejor con afecto” o “la falta de afecto deshumaniza al sexo”.

El Quinto Mito del Buen Amor dice que “el sexo y el afecto son inseparables”.

Cuestionar este mito no es, como aquí se pretende, decir que el afecto debe quedar fuera del sexo ni el sexo fuera del afecto, (aunque esta última posibilidad resulta menos controvertida).

Cuestionarlo es decir que el sexo y el afecto no son un continuo, ni diferentes manifestaciones de una misma cosa, ni los dos componentes imprescindibles para nada en particular. Cuestionarlo es bajar esa mística a la realidad diciendo algo tan sencillo y a la vez tan extraordinario como que el afecto es una disposición general a procurar el bien de la otra persona, y que eso, lógicamente, puede ser beneficioso en el sexo como lo es en cualquier ámbito de nuestras relaciones.

Es decir, también, que ni el sexo genera afecto ni el afecto sexo más allá de lo que cada una de estas cosas pueda circunstancialmente reforzar a la otra, o sea, más allá de las formas en que el sexo genere afecto o el afecto sexo, como cualquier tercer ámbito de las relaciones pueda reforzar a cualquiera de estos dos. Más allá, por ejemplo, de lo que la lectura de un mismo libro pueda llevar a tener relaciones sexuales, sentir afecto, o a ambas cosas.

Ánimo con el debate.

Son muchxs. Son muy pesadxs. Pero no tienen razón.




jueves, 3 de mayo de 2018

prejuicios en la no monogamia (ii): "la no monogamia no es para todo el mundo"


¿te han dicho esto alguna vez?
¿han intentado zanjar con ello los conflictos de tu vida no monógama?

está claro:
¡es el momento de cambiar de interlocutorxs!