¿En qué consisten exactamente estas relaciones? ¿Qué condiciones deben cumplir? ¿Cuándo se es verdaderamente ágamx? ¿Son ágamas las relaciones o lo son las personas? ¿Hay que seguir los principios relacionales, leerse el libro, pertenecer a alguna comunidad, aprobar un examen? Y, si nadie me va a contestar a estas preguntas, ¿dónde puedo encontrar ejemplos para contestarme yo?
La agamia trata, como no puede ser de otra manera (o en realidad debería tratar, y esa es mi aspiración), todos los temas vinculados en alguna medida con las relaciones.
Y como son muchos, y como en la mayoría se proponen nuevas
prácticas, llega un momento en el que da la impresión de que para ser una
persona ágama hubiera que prepararse como para ser astronauta.
Nada más lejos de la realidad. Una cosa es que tengamos
muchos caminos que recorrer, muchas posibilidades, muchas vías desbloqueadas
que podemos explorar, y otra que tengamos que rellenar un álbum de cupones para
que nos den el carnet.
Ser una persona ágama es infinitamente más simple e
inmediato, y tengo la intención de persuadir de ello con este texto.
¿Cuándo se es una persona ágama? Sencillo: cuando se es una
persona más ágama que, por ejemplo, monógama. Cuando se es, sobre todo, ágama.
¿Verdad que para que una persona sea definida como monógama
no se le suele pasar ningún test de idoneidad, o mirar si en su currículum hay
manchas? Se es monógamx casi por defecto, si no se es claramente otra cosa, si
esa persona se declara monógama o si cumple con unas prácticas mínimas.
En realidad en monogamia también se podría publicar un
decálogo de prácticas perfectas, y podríamos señalar como no monógamxs a quienes
no lo siguen a rajatabla. Pero eso sería un engaño. Cuando en alguna ocasión he dicho que hay mucha más gente no monógama de lo que parece no ha
sido porque piense que incumplen uno o dos mandatos del catecismo monógamo,
sino porque incumplen tantos que, si se pudiera cotejar, habría que acabar
diciendo que caen claramente del lado de la no monogamia.
Vamos a ver cuándo se cae del lado de la agamia. Gracias a
ello conseguiremos eso que buscábamos desde el post anterior: encontrar
multitud de pseudoejemplos (definiciones, relatos, metáforas...). Pero sobre
todo encontraremos multitud de ejemplos verdaderos, que constituirán un gran
bagaje común sobre el que apoyarnos tanto para desarrollarnos relacionalmente como
para desarrollar la agamia como propuesta colectiva. Todo lo que, en efecto,
cae del lado de la agamia es ya un ejemplo. Podrá mejorarse, claro, pero es que
servir para ello, para punto de referencia desde el que mejorar, es una de las
funciones de un ejemplo.
Voy a hablar de tres grados de participación en la agamia
que determinan si una relación es ágama o una persona se relaciona de manera
ágama. Recordad, de todos modos, que hay otra forma, paralela y complementaria
a esta, de saber quién es ágamx, y que consiste en la autodesignación: es ágama
toda persona que se considera ágama.
Veréis qué fácil.
1-Una relación es ágama si no es una pareja
¡Impresionantemente fácil! Efectivamente, dos personas que
no forman una pareja son, de alguna manera, en alguna medida, un espacio ágamo
en el que es difícil impedir que aparezcan prácticas ágamas. El único modo de
evitarlas sería que ambas personas tuvieran siempre presentes a sus respectivas
parejas, para que esa conciencia condicionara todo lo que hicieren entre sí.
Sabemos que ese condicionamiento existe, especialmente cuando la relación entra
en los espacios que son más propios de la pareja (si hay contacto físico, por
ejemplo), pero también sabemos que en otros muchos momentos la relación
discurre libremente dentro de sus límites. Sabemos que, para que se rompiera la
barrera del gamos, a una relación como esta solo habría que decirle: “¡Seguid
así! ¡Seguid así en todo!”. Esa relación, por más condicionada que esté por el
gamos, ya es, en alguna medida, un ejemplo, un precedente para sí misma. Si un
día quisiera ser ágama ya se tendría a ella de referente.
Del mismo modo, una persona es ágama si no tiene pareja. Sin
más.
2-Una relación es ágama si las personas que la forman no tienen pareja
Esto está siendo demasiado cuesta abajo, ¿no crees?
Pero es así. El presente es determinante.
Cuando no hay un gamos que temer, cuando no hay cuentas que
rendir o un contrato de posesión que deba ser cumplido, los límites a la agamia
se sostienen solo por factores subjetivos, como los hábitos o los proyectos.
Todas las posibilidades están abiertas y todas se encuentran en pie de
igualdad. Ninguna va acompañada de un coste particular añadido. Por eso cuando
las personas que forman una relación no tienen pareja tienden espontáneamente a
transitar por prácticas ágamas que les resultan nuevas y liberadoras. Ese
espacio experimental que se abre es típicamente ágamo. Seguro que identificáis
ese pensamiento que viene de vez en cuando a la cabeza: “Esto no podría hacerlo
si tuviera pareja”. Y no solo en referencia al sexo.
Gran parte, si no la mayoría, de nuestras relaciones y de
nuestra vida relacional es ágama. Podemos definirnos como monógamxs, pero somos
monógamxs que, dado que no encontramos el camino de la monogamia, debemos
“conformarnos” con la agamia. Es eso mismo lo que experimentan quienes
desearían ser ágamxs y no saben (no sabían), cómo llevarlo a la práctica. Ya se
ve que estamos casi siempre mucho más cerca de la agamia de lo que solemos
creernos.
Siguiendo esta segunda condición, una persona es ágama
cuando, además de no tener pareja, en su
entorno relacional más cercano no prevalece en ese momento el tener pareja. Eso
no le pasa a todo el mundo. Pero todo el mundo puede encontrarse con que, de
repente, le está pasando.
3-Una relación es ágama si las personas que la forman no aspiran a tener pareja
Y ya está. Tercera y última. La primera que tiene que ver
con la subjetividad.
Hay que entender que se trata solo de una determinación
consciente. No nos interesan ahora las profundidades de la psique. Con que ese
sea nuestro proyecto manifiesto es suficiente. Después lo lograremos o no, nos
desviaremos más o menos, pero le habremos puesto forma a la materia. La
ausencia de pareja era la base material, y ahora ponemos el mantenernos así
como objetivo, es decir, como arquetipo, como molde, como horizonte. Hemos
atrapado el camino por sus dos puntas: el principio y el final. Lo tenemos casi
todo. Es más que suficiente.
Está claro lo que viene ahora: ¿en qué consiste ser una
persona ágama según esta tercera condición? En no querer pareja (de no quererla
nosotrxs, independientemente de que la quieran las personas con las que nos
relacionamos). Esto casi la traíamos de serie.
Dos condiciones añadidas
Quizá se diga que estas condiciones son escasas, e incluso
que no recogen el espíritu de la agamia. Mi respuesta es que hay algo de razón
en eso, pero que el espíritu de la agamia es materialista, es decir, que se
fundamenta en las condiciones materiales. Lo que se ha descrito son las más
básicas de esas condiciones (no son, como se ve, condiciones estrictamente económicas,
pero sí materiales dado que generan una base relacional que necesariamente
tendrá que tomar nuevas formas). Partiendo de ellas el campo está abonado para
la agamia, es un verdadero jardín ágamo al que le vendrán bien los cuidados,
pero que dará flores abundantes y variadas con toda seguridad. Recordemos que
buscábamos ejemplos. Si estas condiciones se cumplen total, o incluso
parcialmente, estamos ante ejemplos a los que podemos referirnos con toda
propiedad para seguir entendiendo, construyendo y desarrollando.
De todos modos voy a añadir otras dos condiciones para
recoger con más claridad ese espíritu de la agamia al que me refería. Pero son
condiciones extra. Bien entendidas son prácticamente consecuencia natural de
las anteriores; son el camino por donde las anteriores nos van a conducir si se
llevan a la práctica con un poco de sentido común y criterio moral.
1.Deconstruir el deseo de formar pareja
¡Claro! La voluntad profunda, inconsciente, los hábitos
inscritos en el cuerpo, la escalera mecánica de las relaciones, el gamos que no
queríamos y de repente ahí está, las dinámicas posesivas… Es lo que se echa de
menos en el punto tres, y donde fracasan muchos proyectos ágamos.
Pero, ¿sabéis qué tipo de proyectos ágamos fracasan cuando
no se ha deconstruido el deseo de formar pareja? Los primeros intentos. Solo los
primeros. El primero nos sale mal comparado con lo que nos habíamos imaginado.
Y el segundo, a veces, tampoco nos termina de salir del todo bien. ¿Es eso un
fracaso? ¿Eso indica que es difícil? Al contrario: indica que era posible y que
lo hemos conseguido. Aunque, claro, teníamos que recorrer un camino. El camino
de deconstrucción que se recorre para llegar a tener relaciones ágamas no tiene
nada que ver con el polidrama. En poliamor este aparece desde el principio y,
normalmente, se perpetúa. La agamia, como digo, puede generarnos una o dos
tentativas insatisfactorias. Pero os aseguro que, cuando hacemos valoración
tras ellas, ¡el progreso suele resultar asombroso!
2.Construir relaciones
Ni la follamistad, ni la polisoltería, ni ninguna forma de
neoliberalismo relacional nos vale. Eso ya lo sabemos. La agamia no va de
eliminar vínculos. Va de eliminar una forma de vincularnos, el gamos, que
atrofia todas las demás, para que estas puedan crecer plenamente.
Pero, ¿veis? Ahí está de nuevo el valor de las condiciones
materiales (podemos decir, si lo preferimos, “estructurales”). Cuando el gamos
no está, cuando realizamos la primera tarea, el resto tiende a pasar por sí
solo. Por supuesto que nos vamos a seguir relacionando y que lo haremos de
forma mucho más profunda y diversa que cuando el gamos lo impedía. ¿Cómo
podemos evitar eso si nos necesitamos imperiosamente?
Es cierto que la individualización estéril es una amenaza, y
que suprimir el gamos produce vértigo en un mundo neoliberal y socialmente
fragmentado. Pero para que la supresión no vaya seguida de la aparición de
mejores relaciones hace falta algo más que vuelva a limitarlas. Ese algo, en la
mayoría de las ocasiones, no es otra cosa que gamos restante; un puñado de
jirones de gamos, de restos de gamos, de souvenirs de gamos expuestos para el
envío y consumo inmediato en alguna tienda on-line de reformas amorosas.