Aspiro, una vez más, a escribir un texto muy breve.
A raíz de lo llamas sexo pero es sometimiento, recibí un buen número de mensajes e
interpelaciones con un contenido similar. La idea era, en resumidas cuentas,
que el sexo del que yo hablaba tal vez existiera, pero que ni eso era el sexo, ni era todo el sexo, ni estaba
yo tomando en consideración las sexualidades alternativas.
Bien.
Como es de sobra conocido, la inexistencia de dios es
indemostrable. No podemos saber a ciencia cierta si dios no existe, porque no
podemos mirar en todas partes y en todo momento, y en alguno de esos lugares y
momentos en los que no hemos mirado, podría estar agazapado un ser omnímodo,
omnisciente y omnipotente, que aprovechara todas esas propiedades para
ocultarse mejor. Poder, podría.
Lo que sí es demostrable es su irrelevancia. Si dios no
comparece, si ni está ni se le espera, si no ha dado la más mínima señal de
vida a tantxs escrutadorxs de cielo y tierra como en el mundo han sido, si no
se ha tomado la molestia ni de escribir un tuit, entonces es que dios da igual.
Así de sencillo. Hablar de él es perder el tiempo.
Con ese otro sexo del que se afirma que no está construido
sobre la dominación pasan tres cuartos de lo mismo. Ni es predominante, ni es
siquiera fácil encontrarlo ni, por supuesto, tiene mucho de alternativo.
No va a estar de más concretar a qué se llama aquí
“alternativo” (incluso a qué se llama alternativo en cualquier lado, pero
restrinjámonos a lo que nos ocupa).
Creo que se puede esperar cierto consenso en torno a una idea de sexo alternativo si ésta implica: a) conciencia de qué es aquello con respecto a lo que se señala como alternativo (quién es el enemigo) b) condición de amenaza a ese enemigo (no ser la conciencia de que hace falta una alternativa, sino tener forma de alternativa capaz de sustituir a lo hegemónico c) existencia.
Ahora pasaré a lo que era mi propósito inicial: señalar algunos sexos que dimanan directamente del sexo hegemónico de dominación como respuestas complementarias, que por lo tanto no son alternativos, y en los que, me temo, se está basando el grueso, ya magro de por sí, de la supuesta alternativa.
-del sexo de dominación tiene que dimanar necesariamente un sexo de sumisión. El sexo de sumisión
se caracterizará porque perseguir la reducción, el camuflaje, o la compensación
del sometimiento. Se caracterizará también por ser el favorito del sujeto
oprimido. Es lo que conocemos como sexo con sentimiento; como “hacer el amor”.
Hacer el amor no
es una alternativa según los criterios propuestos porque ni designa al enemigo
(para ese sexo no hay problema con el sometimiento si en él se hace el amor),
ni construye alternativa (si todo el mundo hiciera el amor se estaría
respondiendo a una necesidad afectiva inexistente, ya que nadie estaría
sometidx). Hacer el amor, en realidad, reproduce el sometimiento, porque enseña
al amo a ser amo a través de la conducta del esclavo.
Eso sí, existir existe. En abundancia.
-de entre el conjunto de los sujetos dominantes tienen que
aparecer sujetos que disimulen su
dominación aspiracional, porque son menos fuertes o porque descubren un
nicho explotable entre quienes rechazan al dominador típico. O simplemente
sujetos que fracasan en su proyecto de dominación y caen bajo la dominación de
quien debía ser su esclavo. O sujetos que no tenían un proyecto de dominación,
pero que no tenían una alternativa a la dominación, y por tanto han sido,
directamente, dominados.
Los hombres que hacen
el amor tampoco son, por lo tanto, una alternativa. Ni la inversión de
roles ni la coincidencia entre dos esclavos implica conciencia de quién es su
amo ni constituye de por sí la más mínima amenaza hacia él. Y ni siquiera es
demasiado frecuente, porque, como decía en el punto anterior, hacer el amor
enseña a esclavizar. Y lo normal es que al final alguien lo aprenda primero.
-por la misma razón, las mujeres cuya aspiración es someter no están poniendo en práctica
ninguna alternativa al sexo hegemónico, pues aquello a lo que se enfrentan no
es, evidentemente, el sometimiento, sino a que dicho sometimiento sea en
función del género. Que el desplazamiento de la opresión del género a la clase
sea reivindicable como alternativa es extremadamente discutible. Si llega el
día en el que lxs amxs sean indistintamente mujeres u hombres, ese día veremos
también a una masa de personas sometidas equivalente a la actual, ahora de
géneros variados. Por supuesto no se trata, en cualquier caso, de una
alternativa feminista, pues no lo es bajo ningún concepto traicionar a la
mayoría de las mujeres en favor de una élite que pueda fundirse con la élite de
hombres.
-del cuestionamiento de la hegemonía surge, necesariamente,
una cierta tolerancia paternalista
por parte de esa hegemonía. Del neoliberalismo surge, además, algo más inmenso:
la tolerancia extrema a todo aquello
cuya demanda vaya acompañada de dinero con qué pagarla.
El sexo diverso
no es, por lo tanto, un sexo alternativo. Es la agregación al sexo hegemónico
de todas sus excrecencias, restos y deshechos, conformando un conglomerado
multicolor y desactivado listo para
convertirse en nueva hegemonía. Si tu alternativa sexual no ha venido a
acabar con la hegemonía, bueno, no vamos a decir que necesariamente es más
hegemonía. Quizás la horade un poquito, quizás cuestione ligeramente alguno de
sus aspectos, quizás, por qué no, la ayude a avanzar hasta su siguiente nivel
evolutivo, aún más opresor. Lo que no es, de ninguna de las maneras, es una
alternativa. Lo alternativo es excepcional entre lo diferente. Lo diferente,
normalmente, es todo igual.
Estos no son los únicos sexos que dimanan espontáneamente
del hegemónico. Y es muy posible que si los citáramos todos tampoco
estableciéramos la lista completa de todas las sexualidades existentes. Pero
las que quedan tienen una presencia tan testimonial, tan desarticulada, o
directamente tan inconsciente de su propia existencia, que difícilmente podrán
reivindicarse como alternativa.
Y si me equivoco, aquí estamos. Eyes Wide Open.