Me dice una amiga que le mola que le peguen. Que no quiere
decir en general, claro, como maltrato, sino en la cama, como juego.
Le digo que ya, que normal, que eso le mola a cualquiera.
Que no me crea, me dice. Que hay muchas mujeres que lo
critican. Que la moral cristiana pesa y que aún nos falta un largo camino por
recorrer. Que yo porque soy una persona con la mente abierta.
Me dan ganas de sacar el móvil y enseñarle cómo describen
otras personas mi mente. Me dan ganas de hacerle un pequeño recorrido que parta
de los calificativos de temática religiosa a los de temática racionalista-psicopática
y de ésta a la del extremismo incendiario nihilista violento. Me apetece sacar
todas las descalificaciones juntas para que se visualicen solos los vínculos
entre unas críticas y otras, porque tengo la fantasía de que, unidas,
compondrían un razonamiento armónico que refutaría en sí mismo la crítica que
contienen como fragmentos: “Tu mente, arrogante, piensa, y al hacerlo se cierra a
todo lo que sea no pensar, y eso la conduce a la profunda y sórdida raíz, que
es lo que buscas arrancar sin piedad para purificar la tierra.”
Me dan ganas de eso, pero de todos modos no lo hago porque,
oye, algo me dice que faltan segundos para que deje de parecerle yo tan abierto.
Le digo que no he dicho que no sea criticable, sino que nos
gusta a todxs.
Doy ante lxs lectorxs mi palabra de que sólo he contestado lo que me parecía
lógico contestar pero, sin proponérmelo, he fundido algún fusible neoliberal, y
mi amiga ya no procesa: lo que gusta y lo criticable no pueden ir juntos.
Duda un momento porque tiene que desechar una de las dos
ideas, y no sabe cuál, si la que implica que estamos de acuerdo o la que
implica que discrepamos. Su intuición acierta y decide pedirme explicaciones:
-¿Qué es lo criticable? ¿Quién eres tú para decirme lo que
debo desear? ¿Hasta cuándo vais los varones a controlar el deseo de las
mujeres?
-Has dicho que lo criticaban muchas mujeres.
-Pero tú eres un varón.
-Bueno, hazte cuenta de que sólo las cito.
-¿Y quiénes son ellas para criticarme?
-Pensé que si yo no podía criticarte por ser varón, ellas,
al ser mujeres, sí podrían. Volveré a hablar por mí mismo, entonces, que me
resulta más cómodo, ya que todxs estamos igual de desautorizados.
“Como nadie tiene derecho a criticarte,” prosigo, “te diré
por qué me gusta a mí que me peguen, ya que a mí no me importa ser criticado. Me
gusta que me peguen porque la cara que pone la persona con la que follo cuando
me pega no la consigo ni haciéndole ochenta pajas. Me gusta que me peguen
porque sé que no todo el mundo permite que le peguen y, por lo tanto, no todo
el mundo puede producir el placer que yo produzco. Me gusta que me peguen
porque me hace sexy y deseable, y porque me distingue al fin de todas esas
personas que no pueden llegar a ser tan sexis y tan deseables como yo porque no
permiten, aunque les gusta, que les peguen. Me gusta que me peguen como me
gusta hacerle a mi jefe esa última hora extra gratuita que ni el más sumiso de
sus subordinados le hará, porque siento en ese momento cómo él comprende que me
necesita, y cómo soy el primero, el más importante, el más poderoso de todxs
cuantxs le obedecen.
Por eso me gusta. Y por eso, también, justo por eso, no
permito que nadie lo haga.”
Mi amiga está mirando para otro lado. Un lado donde no hay
absolutamente nada que mirar.
-Prefiero no hablar más de este tema, –replica. –No puedo
con los puritanos.
-A lxs puritanxs sí nos gusta hablar de él, –contesto,- porque
podemos con vosotrxs.
3 comentarios:
El dia que este tio se entere de que hay quien le gusta que le peguen por la sensación que les produce en su propio cuerpo le explota la cabeza.
Pues a mi me gusta, pero no es algo que sea para todos. No todos deberían estar dispuestos a probarlo. Esa es una manera muy yo centrica de ver el mundo, me he encontrado gente de mi círculo que cuando se topa con una persona que no le va esto dicen que es conservadora. Son gustos de cada quien, no hay que presionar ni para hacerlo ni para no hacerlo, porque termina generando el MISMO efecto.
A mí me gusta que me peguen las mujeres porque me hace sentir o reconocer la fuerza física de otra como yo.
Me gusta sentir el dolor que produce un cuerpo de mi mismo género y que podría en un caso extremo o de riesgo defenderse de cualquier amenaza. Me hace sentir seguridad mirarme a través de la otra. Mirarle violenta, mirarle "capaz" de poder reaccionar ante la violencia de algún agresor. Me hace sentir también capaz de poder hacer daño si alguien algún día quiere abusar.
Me hace sentir que puedo o pude haber controlado a las personas que abusaron de mi.
Ahora por eso tampoco permito que ni una mujer sea la que me pegue.
Publicar un comentario