NUNCA ENTRE AMIGOS
Las películas como Nunca Entre Amigos me encantan. Me gustan
muchísimo.
Hay películas que se plantean cómo colarle un mensaje rancio
a la población progre y se inventan un artefacto que pinta bien casi todo el
tiempo. Pintan bien y huelen mal, como el barco de Benito Cereno.
Y cuando descubres el truco piensas “¡Vaya! ¡Buena táctica! Mejor
suerte para la próxima”. Y las mandas a la mierda.
Y luego están las películas que van directamente dedicadas a
la gente rancia. Esto es muy importante, y solemos olvidarlo. La gente rancia
existe, tiene una vida, y también consume cine. Es más, nos equivocamos
profundamente si creemos que lo único que ven es Fast & Furious. La gente
rancia también tiene mantita, y también se aovilla el domingo por la tarde a
disfrutar del placer “intrascendente” de que le cuenten una historia
“intrascendente” de ese género completamente inocuo por “intrascendente” que es
la comedia romántica.
Y vaya si se la cuentan.
Lo bueno de contarle una historia de amor a una persona
rancia es que puedes dejarte llevar abiertamente por la psicopatía. No
necesitas cumplir ciertos códigos éticos, como, por ejemplo, que la historia
parezca igualitaria. Puedes perfectamente convertir en pareja de una actriz de
físico estereotipado a un actor con la presencia de un Jim Carrey rural, como
el tal Jason Sudeikis. A todo el mundo le va a parecer lo más natural, porque
el Jim Carrey rural es un tío sano, y una chica que merezca la pena no debe
fijarse en otra cosa, por muy buena que esté.
La lógica también se transforma en un espacio de libertad para
ti, como narrador/a (éste es un gran atractivo de la narrativa rancia, tengamos
cuidado). Por ejemplo, supervisar una fiesta de cumpleaños infantil hasta
arriba de éxtasis no es algo que unx tenga que presentar desde una perspectiva
crítica o contracultural. No es necesario. Puedes mostrarlo como situación
normal con final feliz. Incluso si la fiesta se celebra en un chalet con
piscina que cubre. ¡Y es tan divertido!
Alegría. El mejor cine de mierda.
Y gracias a él vamos sabiendo de las nuevas tesis que se van
sembrando en la cabeza de lxs otrxs, y que difícilmente seríamos capaces de
descubrir por simple deducción sociocultural.
En este caso, la moraleja de Nunca Entre Amigos es digna de
un Frankenstein becado en Princeton.
Lo que nos viene a contar, como resultado del más delirante
patchwork neoliberal, es que el nuevo amor perfecto, el ideal, la pareja modelo
que tiene todas las cartas para petarlo, es la que se forma entre adictxs al
sexo. Sí, sí… tomaos vuestro tiempo. Asimilad.
¡Claro! ¿No lo entendéis? Os lo voy a explicar, desnaturalizadxs:
Lo que pasa es que ser adictx al sexo es no haber encontrado aún a La Persona.
¡Y buscarla con muchas ganas!
Incluso puede ser el resultado de algo más bonito todavía,
como les pasa a lxs protagonistas de esta película de mierda. Puede ser que
hayáis perdido la viriginidad juntxs, y que después las circunstancias os hayan
separado (ella era más guapa y se fue, pero mira, ¡mira cómo vuelve, la muy
soberbia!). Y desde entonces os devore ese comecome que es la nostalgia del
amor verdadero, el de la primera vez.
el cine de mierda suele recordarnos que una de las mejores estrategias para formar una pareja feliz es ser muy imbécil. |
Y, claro, cuando os encontráis de nuevo, os respetáis, aunque sois adictxs al sexo, porque os queréis de verdad, no como al resto de la gente, que es toda tan sucia. Y cuando por fin el amor se cae de maduro, en cuanto os lo declaráis, pues, por supuesto, inmediatamente, esa misma mañana, os casáis.
Eso sí, antes de la boda, como no se aguantan las ganas, un
polvito. Porque lo que tiene que quedar claro aquí es que cuando dos verdaderxs
enamoradxs se unen para siempre, si son verdaderxs, verdaderxs de verdad, es
decir, si son adictxs al sexo, entonces se lo van a pasar genial, porque no se
van a bajar de la cama ya ni para sacar la basura. ¿¡No es fantástico!?
Pues esto, por estrambótico y degenerado que os parezca, es
lo que les están contando a vuestrxs vecinxs. Y seguramente muchxs se lo estén
creyendo.
Así que id con cuidado ahí fuera.