Nos es de sobra conocido que las nuevas no monogamias son, a
día de hoy, todavía minoritarias. Lo es también que esa característica no ayuda
a su normalización.
Como me incomoda el discurso de la tolerancia y me parece
proclive al apoliticismo, no diré eso de que la no monogamia debería ser tenida
como normal, tan normal como la monogamia misma. Que gran parte de la monogamia
trate a la no monogamia como un modelo equivocado es, reconozcámoslo,
perfectamente coherente. Es la coherencia simétrica a esa otra que nos lleva a la
mayoría de las personas no monógamas a pensar que la no monogamia es un modelo
mejor, y a muchas de nosotras a defenderlo abiertamente.
La superioridad e inferioridad de unos modelos u otros es
discutible y debe ser discutida, dado que esta superioridad depende
íntegramente de la forma en que dichos modelos se llevan a la práctica. Y el
derecho de lxs monógamxs a desaconsejar la no monogamia es inalienable, o sólo
alienable por un buen intercambio de argumentos.
Pero de ahí a aceptar sumisamente las desventajas logísticas
que conlleva la condición de minoría hay una gran distancia. Una cosa es que
la/el adversarix sea más numerosx. Otra, que se le reconozca por ello derecho a
invisibilizar nuestro discurso mediante el ruido, el menosprecio o el
avasallamiento. Tenga la/el adversarix a bien recordar que su pertenencia al
modelo hegemónico le hace, con excesiva frecuencia, desatender la necesidad de
sustentarlo con razones. La monogamia, señorxs monógamxs, se apoya demasiado en
el arma de la “normalidad”, y esa arma tiene doble filo, porque una vez
superada la sugestión de que la no monogamia va contra natura, la pro-monogamia
suele aparecer como una elección arbitraria y exógena.
La mayoría monógama es una mayoría por inercia, y muchas de las
ventajas logísticas de su discurso están ahí porque nunca hemos entrado a
pelearlas. La que voy a refutar hoy es su apariencia de bloque coherente, ante
la que la no monogamia, fragmentada en un importante número de corrientes, queda
situada sobre un suelo frágil y discontinuo.
No es justo, y es justo no dejarlo pasar.
Nuestro recurso más frecuente frente a esta supuesta
consistencia sobrevenida a la monogamia ha sido al aunar a las no monogamias (y a la no gamia, ¡y a todo!) en un
bloque no monógamo. Ese bloque ha sido llamado así a veces, o ha sido llamado "amor libre", o es llamado, aprovechando su modelo más practicado, simplemente
“poliamor”. No es mala idea ni abogo por que se abandone, pero tiene desventajas
de las que deberíamos ser conscientes para poder sortearlas cuando amenacen con
relegarnos a la marginalidad.
La primera es que, sumadas
todas las hormigas, seguimos sin construir un elefante, de modo que en
ocasiones podemos estar, simplemente, sacrificando diversidad a cambio de un
aumento de magnitud imperceptible. A la hora de denunciar la mononorma, que es
en lo que la unidad no monógama resulta más interesante, el peligro de hacerlo desde
otra normatividad monolítica se vuelve inminente.
La segunda es que la
barrera situada entre la monogamia y la no monogamia no responde en absoluto a
una realidad (lo explico aquí) salvo, en todo caso, desde una percepción
estrictamente poliamorosa, que enfrenta a la monogamia infiel con el poliamor
“honesto”. La unidad no monógama se antagoniza frente a la monogamia, haciendo el
paso entre ambas propuestas menos gradual y mucho más traumático. La división
entre monogamia y no monogamia obliga, como el amor hace con las categorías de
“pareja” y de “amistad”, a dar saltos traumáticos entre una y otra.
Por último, la
división binaria hace a la no monogamia fácilmente atacable, toda vez que
la funde con las peores criaturas de depredación sexual neoliberal. En este
sentido, más que en ningún otro, la no monogamia no puede aparecer como una
sola cosa mas que allí donde la indiferenciación resulte netamente eficaz. Se
le dirá, si lo hace, y con razón, que para eso mejor nos quedamos como estamos,
con el amor convergente de Giddens, y demás cantos al sol.
Así que nos va a venir muy bien complementar la herramienta
de la unidad no monógama con la de la fragmentación
monógama. Dado que el discurso monógamo depende hasta lo patológico de su
condición hegemónica, cuestionar que exista una hegemonía a la que pertenecer
cortocircuitará todo el sistema de creencias.
¿A qué tipo de monogamia perteneces? ¿Por qué eliges ésa y
no otra? ¿Cómo haces para encontrar gente como tú? ¿Tu pareja practica tu mismo
tipo de monogamia?
Nos van a preguntar que de qué hablamos.
Pues hablamos de que la monogamia secuencial no tiene nada
que ver con la monogamia indisoluble, porque, a diferencia de ésta, la primera
concibe la relación como transitoria, y piensa, siente y actúa en consecuencia.
Y de que una persona “indisoluble” y una “secuencial” que comienzan una
relación sin tener consciencia de esta diferencia fundamental, no sólo
construyen sobre un proyecto de manipulación, en el que el éxito de cada una
depende de lograr transformar a la otra, sino que seguramente no necesiten nada
más como garantía de fracaso, en el sentido de que será una experiencia poco
edificante.
Pero es que una persona monógama cuyo objetivo relacional sea
lograr descendencia no tiene nada que ver con otra cuyo objetivo sea disfrutar
de la persona misma a la que se une. Que cada quién llame a cada uno de estos
dos modelos como quiera. Si no tienen nombre hoy es porque el tenerlo pondría
de manifiesto diferencias radicales que reducen el rango de personas
compatibles a niveles preocupantes y contrarios a la voluntad sistémica de que
se construyan parejas a troche y moche.
¿Y las diferencias radicales en cuanto a los proyectos de
convivencia? ¿Y en cuanto a la idea de roles de género? ¿Y en cuanto a la
presencia en la vida de otras personas emparejables (ex, amigxs enamorables,
etc…)?
La respuesta de mala fe a la confusión existente entre todas
estas “familias” monógamas es que la relación será lo que sea y dará de sí lo
que dé. Esa respuesta es el reconocimiento tácito de que la relación se concibe
como una partida en la que cada participante guarda bien sus cartas.
Justo eso que nos reprocharían a nosotrxs si no
reconociéramos, en cuanto empieza el interrogatorio, que no tenemos carnet de
monógamxs.
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