Ya sabéis que la agamia no se presenta a sí misma como una
alternativa más, lo último de lo último, en el muestrario de los modelos
relacionales.
La agamia, en realidad, viene a impugnar ese muestrario como
si todo él fuera el área de productos con aceite de palma. “No es cuestión de
gustos” vendría a decir, “sino de salud y de consumo responsable. Las
alternativas, si han de venir, tendrán que ser en este lado de la estantería”.
Pido disculpas porque el paralelismo induce a fe en la
racionalidad del mercado, y ya sabemos que no es esa su mayor virtud. El
objetivo era solo que se entendiera la idea. Espero haberlo logrado.
Sabemos también que otros modelos no monógamos responden con
su cantinela sobre libertad individual y especificidad identitaria: “unas cosas
valen para unas personas y otras para otras. Es bueno que todo permanezca
disponible” y el famoso “hay gente para quien el gamos es lo mejor, y que lo
elige libremente”.
No nos sorprende que para cualquier cosa, por aberrante que
sea, aparezca quien la elija libremente, sobre todo porque las cosas aberrantes
suelen beneficiar a unxs a costa de otrxs (esa es su aberración), y son esxs
primerxs quienes enseguida defienden la libertad de elección de lxs segundxs.
Lo que sí sorprende, o sorprenderá a poco que lo pensemos,
es que se pretenda defender que la prevalencia del gamos, su presencia
constante, también en la no monogamia, sea un acto de libertad.
Sabemos, además (en realidad lo sabemos casi todo con
respecto a estos temas, la mayoría de los textos de este blog solo encadenan un
poco esas cosas que sabemos) que en una infinidad de ocasiones el gamos sobreviene
tras una lucha, más o menos larga, contra su aparición. Esta experiencia se
narra una y otra vez, no solo en comunidades no monógamas sino incluso en
entornos normativos. “No queríamos ser pareja, pero al final no hemos sabido no
serlo”.
Tenemos, por lo tanto, todos los datos: 1-el gamos aparece
(en muchos casos, y en muchísimos en entornos no monógamos) sin ser elegido. 2-las
otras no monogamias son gámicas. 3-las no monogamias gámicas defienden el gamos
como opción libre.
Ergo… la defensa del gamos como elección libre es un
producto ideológico aparecido para defender la superviviencia de las no
monogamias gámicas sin más razón que dicha superviviencia (y, lógicamente, la
de las estructuras de poder que surgen a partir de ellas). “¡Formamos parejas
porque nos gusta la pareja! ¡Somos poliamorosxs libremente!” dicen lxs
portavocxs del poliamor. Y sus practicantes, en muchos casos, piensan “yo no,
pero bueno. ¿Estaré haciendo algo mal?”.
Lo cierto es que el gamos, normalmente, no se elige, sinoque se cae en él. Y una vez dentro la disonancia cognitiva actúa sin clemencia.
Nos sucede con el gamos como con el BDSM: Todxs somos feministas, también quienes
defienden el BDSM porque, incluso reconociendo que, mayoritariamente, a la
práctica del BDSM subyace una motivación machista, no es esa la que nos mueve a
nosotrxs. “De acuerdo: es raro que el gamos se elija, pero yo soy uno de esos
casos raros; yo lo elegí.”
Seguramente. Y tienes mi cariño. Sin embargo, sólo por si
acaso, te invito a que contestes a una pregunta. Recuerda que el objetivo es
que tú descubras si eres libre. Tú, no yo, que no me voy a enterar de si tenía
o no razón, eres la persona que puede obtener aquí beneficio: ¿Alguna vez te
has demostrado a ti mismx que puedes no elegir el gamos?
Porque si tu/s relación/es actual/es son gamos y en ellas no
te planteaste si querías o no gamos (es decir, o no conocías o no te planteaste
alternativa alguna al gamos) entonces no sabes si lo hubieras elegido de haber
dispuesto de la posibilidad de no hacerlo.
Pero si en algún momento quisiste que tu relación, o alguna
de tus relaciones, no fueran gamos, y sin embargo acabaron siéndolo, entonces,
lógicamente, tampoco has elegido libremente el gamos, y si te enmarcas en una
no monogamia gámica (poliamor, anarquía relacional, etc…) puede decirse sin
miedo al error que no has elegido ese modelo, sino que es el modelo que te ha
tocado por falta de libertad.
Si te pasó lo contrario, es decir, que quisiste que alguna
de tus relaciones no fuera un gamos pero el no ser un gamos resultó tan
conflictivo que acabó con la relación, entonces tampoco has elegido (aunque
está claro que lo has intentado) y tu/s gamo/s actuales son, simplemente, tu
única opción relacional; no lo que quieres, pero sí donde sabes llegar.
Y si has decidido que no formarás un gamos por nada del
mundo, pero es una decisión que has tomado una vez que ya lo tienes, y lo vas a
mantener, pues bueno, no pasa nada, qué va a pasar, pero no has elegido tu
modelo relacional libremente.
Para poder decir que has elegido formar un gamos, por lo
tanto, hace falta que, en alguna ocasión, no lo hayas formado.
Pero, claro, ¿cómo se distingue la existencia de una no
cosa?
Podemos caer en la tentación de llamar “elusión del gamos” a
cualquier relación no gámica con el fin de demostrarnos a nosotrxs mismxs
nuestra libertad. Pero hay que distinguir. Para disponer de la prueba de que sé
no formar gamos y, por lo tanto, quepa pensar que lo estaré formando libremente
allí donde lo hiciere, no es suficiente con no formar gamos en la mayoría de
mis relaciones. Eso es, precisamente, en lo que consiste el gamos: forma gamos
con unx o unxs pocos, y deja de hacerlo con el resto. Lo que necesito es no
formar gamos allí donde la mayoría de la gente lo formaría.
¿Tienes esa relación?
Esa relación no es una amistad. Todo el mundo tiene personas
a las que llama “amigxs”, y prácticamente todo el mundo tiene amigxs del sexo
(no digamos “género”, ya que nuestra orientación sexual suele ser aún tan
cavernaria que elige antes genitales que roles) objeto de su deseo.
Esa relación tampoco es un trato cordial o de cierta
intimidad con alguien que nos gusta, porque la hipótesis del valor sociosexual
dice que entre dos personas que no forman gamos una tiene siempre más valor
sociosexual que la otra y, por lo tanto, una gusta (real o potencialmente) a la
otra. Lo normal es que a esa persona que te gusta no le gustes tú. Esa es la
explicación más económica para vuestro no gamos.
Tampoco, lógicamente, sirve como no gamos la famosa “tensión
sexual no resuelta”. Aparte de cuáles sean las razones para esa irresolución
(pareja en la recámara cuando se tiene otra, por ejemplo), lo que nos interesa
saber es qué pasará cuando se resuelva, es decir, si podrá no formarse gamos.
Lo de antes normalmente no es decisivo, porque el sexo es la incógnita central.
Lo más probable es que ninguno de lxs dos sepa realmente qué desea antes de que
esa incógnita sea despejada. No estoy animando a hacerlo. A lo que animo es a
que, si lo hacéis, estéis atentxs a la aritmética.
Evidentemente, si la relación sexual tuvo un desenlace
abrupto (porque alguna de las personas “descubrió” que no le interesaba tanto
la otra, porque la “falta de compromiso” desencadenó un conflicto, etc, etc…)
no podemos decir que haya habido éxito en la no formación de gamos, sino que el
gamos ha hecho fracasar la relación, con lo cual seguimos en la misma condición
de falta de libertad.
¿Sabes qué es algo que se parece mucho al éxito en una no
formación de gamos? Una relación íntima, estable, y sexual o sexualizable, no
gámica, con alguien con quien perfectamente podrías formar una pareja y que
perfectamente podría formarla contigo.
¿Tienes eso? ¿No?
Entonces no sabes si has elegido tu modelo relacional. Lo
más probable es que él te haya elegido a ti. Así que te recomiendo que te
apresures (lentamente) a desarrollar una relación de esas características. No solo para
contestar a una pregunta tan importante y para empoderarte en la elección de
modelo. Sobre todo porque es muy probable que descubras, y concluyas, que esa
es la mejor manera de relacionarnos.