Aunque el concepto de “motivación” tiene desagradables
resonancias que evocan el mundo del coaching y la autoayuda, se trata de un
campo perfectamente consolidado en psicología y cuya tradición puede rastrearse
a lo largo de toda la historia de la filosofía.
La motivación sería uno de los procesos psíquicos básicos, y
consistiría en la generación y orientación del impulso necesario para llevar a
cabo acciones tendentes a un fin. Hablamos, por lo tanto, de un tema de máxima
relevancia en el ámbito de lo relacional. Piénsese, por ejemplo, lo importante
que resulta controlar la motivación amorosa, es decir, amar lo justo, como para
beneficiar a la relación (ya sé que eso no es amar. Ahí está lo bueno). O
detectar la ausencia de energía en otras personas del grupo, o saber cómo y dónde
reponer fuerzas.
La psicología general distingue con claridad entre procesos
emocionales y procesos motivacionales. La inteligencia emocional, sin embargo,
en su vertiente original y de perfecta seriedad científica, acostumbra a partir
de las emociones como centro de la inteligencia intuitiva y propioceptiva, y a entender
todos los epifenómenos de las emociones, entre ellos el impulso motivacional, como
un conjunto integrado en las primeras. Así, la inteligencia motivacional sería
parte de la inteligencia emocional, y no una inteligencia con entidad propia.
El concepto “inteligencia motivacional” ha sido usado,
además, en coaching empresarial para el desarrollo de herramientas cuyo fin, no
podía ser de otra manera, es la optimización del rendimiento laboral. La
inteligencia motivacional se reduciría aquí a la facultad del individuo para,
según reza la estúpida expresión deportiva, “darlo todo”, es decir, para
autoexplotarse.
Sin embargo, creo que una reapropiación, de momento
puramente tentativa, del concepto, puede ser del máximo interés para nuestros
fines relacionales, especialmente si son decididamente ágamos.
Recordemos cuáles son las cuatro habilidades generales en
que se fundamenta la inteligencia emocional según su definición por Caruso,
Mayer y Salovey y veamos cómo repercute el desarrollo de habilidades
motivacionales homólogas en las relaciones.
1) Percepción de las emociones:
- La identificación de las emociones en los estados
subjetivos propios.
- La identificación de las emociones en otras personas.
- La precisión en la expresión de emociones.
- La discriminación entre sentimientos y entre las
expresiones sinceras y no sinceras de los mismos.
Podríamos hablar aquí de “percepción de la motivación”, es
decir, del conocimiento del impulso presente en los sujetos, del que
determinados objetos o fines les generan, así como de la precisión en la
expresión de ambas cosas.
Llevado al ámbito de las relaciones encontramos ejemplos de
importancia capital:
¿Qué deseo y qué creo desear pero no estoy deseando? ¿Cuál
es la verdadera intensidad de mi deseo? ¿Se trata de un deseo sexual, o es de
otra índole? Y, si es sexual, ¿está el sexo funcionando como un símbolo o
refiriéndose a la actividad sexual misma, designificada? ¿El afecto es algo o,
a diferencia del sexo, su naturaleza es exclusivamente simbólica?
2) Facilitación emocional:
- La redirección y priorización del pensamiento basado en
los sentimientos.
- El uso de las emociones para facilitar la toma de
decisiones.
- La capitalización de los sentimientos para tomar ventaja
de las perspectivas que ofrecen.
- El uso de los estados emocionales para facilitar la
solución de problemas y la creatividad.
Trasladadas a la motivación hablaríamos de facilitación,
orientación y uso eficaz de la motivación.
¿En qué consiste la asertividad motivacional? ¿Cómo
contribuyen mis deseos a la convivencia armónica y en qué medida la
obstaculizan? ¿Qué es adecuado proponer? ¿En qué medida mis deseos o mi
carencia de deseos ocupan un espacio inapropiado en el espacio común?
3) Comprensión emocional:
- La comprensión de cómo se relacionan diferentes emociones.
- La comprensión de las causas y las consecuencias de varias
emociones.
- La interpretación de sentimientos complejos, tales como
combinación de estados mezclados y estados contradictorios.
- La comprensión de las transiciones entre emociones.
Aplicado a la motivación hablaríamos, entre otras cosas, de
detectar, comprender y diferenciar, en nosotres o en otres, las diversas
fuentes de la motivación, cómo se combinan entre sí, se potencian y se anulan,
y dónde se sitúan en el proceso motivacional, si como causas que empujan la
motivación o como fines que tiran de ella.
La comprensión motivacional ocupa el grueso de la teoría del
valor sociosexual (vss): ¿de quién nos enamoramos? Es decir, ¿qué es, dónde
está, cómo actúa, de qué depende, eso que llamamos “atractivo”?
4) Y por último, la regulación emocional:
- La apertura a sentimientos tanto placenteros como
desagradables.
- La conducción y expresión de emociones.
- La implicación o desvinculación de los estados
emocionales.
- La dirección de las emociones propias.
- La dirección de las emociones en otras personas.
Se trataría, según este cuarto punto, de desarrollar habilidades
de importancia tan extraordinaria como la regulación y redireccionamiento de la
motivación, así como de la vinculación o desvinculación a los procesos
motivacionales, o a aquellos fines que carecieran originalmente de motivación.
Si la teoría del vss no consiste, como algunes critican, en un
análisis derrotista sino en una propuesta de transformación es, en gran medida,
porque podemos desarrollar la habilidad de la regulación motivacional. Lo que deseo
y en qué medida lo deseo es algo que depende de manera sustancial de mi
capacidad para regularlo y redireccionarlo.
Como puede adivinarse, con este sobrevuelo solo pretendo dar
idea del interés del tema y de su enjundia. Lo iremos incorporando a medida que
bajemos a tierra.
Pero permítaseme solo un ejemplo. ¿Recordáis este relato de
la semana pasada? ¿Veis hasta qué punto se asume en él, y si acierto en la
descripción realista, en nosotres, el desempoderamiento motivacional?
Deseo algo que me vincula con una persona, pero si pierdo el
deseo pierdo con ello la capacidad para hacer lo que deseaba, de modo que, como
no puedo garantizar esa capacidad, no puedo ofrecerme como objeto de
expectativa. Imposible planificar conmigo, imposible contar conmigo, imposible
todo. Los enfrentamientos por valor social, y sobre todo por valor sociosexual,
se desatan y prevalecen sobre la voluntad de civilizarlos. La aceptación y el
rechazo cambian el signo de las propuestas. Lo rechazado se desea y lo aceptado
se evita, solo porque lo son, y porque con serlo generan una motivación que acaba
mandando sobre nosotres. Con inteligencia motivacional podemos no solo prever
esos procesos sino, en gran medida, controlarlos en favor de bienes superiores.
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