Aunque seguimos en el tiempo en el que se da por hecho que
todo el mundo es monógamx hasta que diga lo contrario, al menos hemos llegado
al tiempo en el que sabemos que ya no deberíamos hacerlo.
Es muy recomendable tener una idea del espectro relacional
al que pertenece la persona con la que queremos establecer una relación. Vamos,
que lo suyo es preguntarle a la gente cómo se relaciona, porque hay muchas
formas, y al fin y al cabo eso es lo que vamos a hacer con ella. Eso es lo que
ya estamos haciendo, si es que estamos en disposición de realizar la pregunta.
Y, ¿qué hacemos con la respuesta? Parece que lo lógico es
que si hay “match”, vía libre. Y, si no lo hay, fin de la historia. Cuanto más
se avance en la unión de dos personas con modelos incompatibles, más duro será
el batacazo.
La experiencia nos dice que se hacen más esfuerzos por
compatibilizar lo incompatible de los que recomiendan tanto la sabiduría
popular como los consejos a posteriori de las amistades ventajistas (“¿Para qué
te lías, si sabías que sois diferentes?”). Pero el vértigo entre modelos
permanece, y ese vértigo es especialmente sensible en la barrera monogamia-no
monogamia.
La mala noticia, si es que esa barrera te generaba algún
tipo de seguridad, es que es muy poco consistente. En realidad sólo existe
mientras la nombres. Mientras ambxs la nombréis.
Aparentemente, la barrera sí corresponde a una distinción
enjundiosa: sirve para diferenciar a las personas que tienen una sola relación
a la vez, de las que tienen o aceptan tener varias relaciones a la vez.
Pero, a ver cómo explico esto… lo cierto es que todo se
juega en esa barrera. Apenas existe otra cosa que esa barrera, y en ella
estamos la mayoría, como Humpty Dumpty, peligrosamente subidxs a la verja sin
terminar de decidirnos. O, visualizado de otro modo: La barrera es muy amplia,
es anchísima. Tanto que ocupa casi todo el espacio a uno y otro lado. No se
trata de una hipérbole alucinada. Se trata de la consecuencia normal en un
conflicto generalizado e irresoluble. Cuanto más se alarga, se bloquea, se
exacerba, más densa, más compleja, se hace la muralla que separa ambas partes,
hasta que al final la muralla lo es todo. Se vive en la muralla y para la
muralla. Y se muere de la muralla. Que se lo digan, si no, a los atenienses que
sitiaron Siracusa, con un ejército tan poderoso, pero a la vez tan incapaz de vencer,
que acabó asfixiado por las barreras en las que se encerró.
Toda, o casi toda, la no monogamia está impregnada de
monogamia. Pero no es eso lo que me interesa explicar, porque entre personas no
monógamas hay (¿todavía?) una cierta cultura de permeabilidad entre modelos. Lo
que me interesa explicar es que toda, o casi toda la monogamia está
impregnada de no monogamia. Querer vivir del lado monógamo de la
muralla es, salvo contadísimas y fundamentalistas excepciones, una ficción.
desde dentro, la muralla es un gran laberinto. desde fuera, el laberinto es, en sí, la muralla. |
El espectro monógamo es tan amplio como el no monógamo. Esto
quiere decir que el hecho de que dos personas sean monógamas no garantiza en
absoluto que su modelo relacional sea el mismo; ni tan siquiera que se parezca.
No sólo porque quien busca casarse puede experimentar incompatibilidad con
quien busca relaciones de una noche, y viceversa. Quien busca relaciones en las
que todo se comparte puede ser incompatible con quien prefiere conservar un
mayor espacio de independencia. Quien busca una relación socialmente abierta
puede rechazar a quien busca encerrarse en la pareja. Quien busca una relación
estabilizada puede sentir rechazo hacia quien gusta de acelerarla. Quien
cultiva las relaciones con sus ex tal vez considere inaceptable a quien no lo
hace o, casi seguro, a quien quiere que deje de hacerlo.
El etcétera es muy largo. Las familias monógamas son
variadísimas, entre otras cosas porque la monogamia es vieja y abundante y ha
tenido tiempo para crecer en múltiples y espesas ramas. Pero del mismo modo que
cada rama de un árbol representa una diferente estrategia para aproximarse al
sol, cada familia monógama es una nueva batalla entre la monogamia y la no
monogamia. Un nuevo tramo en el muro, que vuelve a crecer cada vez que se
encuentra un nuevo espacio por el que uno de los dos ejércitos podría filtrarse
en campo enemigo.
Así, todas las incompatibilidades mencionadas arriba pueden
leerse en términos de enfrentamiento entre monogamia y no monogamia. Quien sólo
busca una relación duradera no quiere participar de esa especie de swinger
secuencial que son las relaciones de una noche. Quien cultiva las relaciones
con sus ex entiende que un poliamor jerárquico sin sexo, o sin sexo ahora, es
la única forma civilizada de relacionarse. Quien conserva su espacio, o aspira
a que la relación avance sólo lentamente, está compartiendo con la agamia el
rechazo al suicidio amoroso, y entendiendo que sólo existe relación allí donde
ésta ha demostrado fiabilidad. Y así en todas y cada una de las familias
monógamas.
jon snow al ser preguntado de qué lado del muro se considera a sí mismo. |
Debemos, por lo tanto, asumir que relacionarse en monogamia implica
dos trabajos ineludibles. El primero es descubrir a quién tenemos delante, en
qué medida hay compatibilidad con nuestra idea de relación, y en qué medida esa
compatibilidad es para nosotrxs suficiente.
El segundo es entender que nuestros límites, nuestras
compatibilidades e incompatibilidades varían con el tiempo y con la
experiencia, y que es mejor coger las riendas de ellas que dejarnos llevar por
el prejuicio al que nos conducen clasificaciones groseras. Del otro lado de casi
cualquier barrera siempre hay gente mucho más próxima a nosotrxs de lo que lo
está mucha otra que comparte nuestro lado. Cualquier persona monógama puede concebir
una monogamia mucho más intolerable que algunas agamias o algunos poliamores.
Cualquier persona monógama puede, en realidad, descubrir que las personas con
las que mejor puede relacionarse no están sólo de su lado del muro, y que el
muro es, en muchas ocasiones, la menos importante de las barreras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario