viernes, 1 de abril de 2016

el techo de cristal de la crítica al amor romántico


El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban.
Kate Millet

Kate, te refieres al amor romántico.
Usuarix de facebook.

Mi intención con este texto es cuestionar ese gran pacto social e ideológico llamado “crítica a los mitos del amor romántico”.

Lo llamo “pacto” porque entiendo que es el resultado del enfrentamiento entre varios sujetos sociales e ideológicos que encuentran, en esta fórmula, un lugar de convivencia pacífica así como unos principios de consenso desde los que construir las normas para esa convivencia. Lo cuestiono porque los grupos enfrentados son antagónicos, y cualquier solución que valga para todos implica que todos ellos están renunciando a una parte o la totalidad de sus principios. Entiendo también que el éxito en la obtención de consenso es tan grande en el caso de la crítica a los mitos del amor romántico que esta “carta de mínimos” ha pasado, y ése es su mayor triunfo y su mayor peligro, a asumirse como declaración de principios del más ético de los agentes enfrentados: el feminismo.

Los agentes sociales e ideológicos más influyentes en la obtención del pacto han sido el patriarcado, el capitalismo, el feminismo, la mononormatividad binarista y la liberación sexual. Como se ve, el feminismo está, en contra de la asunción más generalizada, en minoría. De ahí la pobreza de los logros.

Para obtener una idea de cuál es el espíritu que subyace a la crítica a los mitos del amor romántico (CalMAR queda la sigla, que está pidiendo a gritos ser usada y conjugada: La crítica nos CalMA) intentaré antes sintetizarlos un poco. Carlos Yela, en La otra cara del amor (2002) nos ofrece 10 mitos que han sido y son referencia, y en los que se han basado subsiguientes listados y recapitulaciones. Es evidente que la razón de escoger el número fue estética y mnemotécnica, mucho más que rigurosamente analítica, y que seguramente se puedan organizar según un esquema más claro.

Probemos.
Podemos escoger como mito principal el de la media naranja (edulcoración del mito del andrógino, atribuido por Platón en su Banquete a Aristófanes), pues por su carácter narrativo y gráfico incluye en sí mismo el relato completo de cómo debe vivirse el amor y nos permite derivar de él los restantes.
Pero prefiero empezar por el contenido central de la narración (más tarde veremos cuál es la función concreta del mito naranjero); el objetivo sociocultural del amor, en torno al cual se articulan los restantes: El mito de la pareja.

Me permitiré modificar y simplificar su enunciado:
El amor conduce a la formación de una pareja.

Este mito se acompaña, como su concreción final, su letra pequeña, del mito del matrimonio:
El amor conduce a la formación (certificada por un cura o cargo homólogo) de una pareja.

A ellos se añaden, por pura deducción, los mitos de la exclusividad, la fidelidad y los celos. Para que la inverosímil estructura de la pareja se conserve hay que apuntalarla mitificando también sus cadenas. Ésa es la función de estos tres mitos hermanos, todos equivalentes e implicados ya como subproductos residuales en el mito de la pareja monógama.

El relato quedaría así:
el amor conduce a la formación (certificada por un cura o cargo homólogo) de una pareja. Una vez llegadx, cierre por fuera.

Así soltado suena como el peor de los planes, dificultad que no pasa inadvertida a la mitología románticoamorosa. Es aquí cuando ésta invoca a Platón, en formato cítrico. El resultado, aunque algo forzado, es ya mucho más jugoso:
el amor, sentido de la vida, conduce a la formación (certificada por un cura o cargo homólogo) de una pareja predestinada. Una vez llegadx, cierre por fuera.
El mito de la media naranja se convierte en la mayor de una serie de tres muñecas rusas dentro de la cual encontramos, por este orden, a la pareja y al matrimonio, y que los otros tres mitos encolan para convertir el juguete en bibelot. Pero todxs sabemos que si dejáramos al amor actuar por su cuenta pocas veces se completaría la naranja. Por eso, el mito necesita además de un vector, una fuerza que lo impulse y que se traduzca en el esfuerzo realizado por las personas para buscar y establecer esa pareja, no como si les fuera la vida en ello, sino yéndoseles literalmente. Por eso se nos dice que el amor es libre (mito del libre albedrío): Porque la responsabilidad debe desplazarse del enclenque e impersonal amor a la poderosa y multitudinaria voluntad. Y por eso se nos dice que es omnipotente (mito de la omnipotencia): Porque incluso la voluntad sería insuficiente si no se llenara su depósito con el combustible motivacional de la fe.

Unidos, por lo tanto, estos ocho mitos, obtendríamos este mandato, sencillo y familiar, en el que hemos sido educadxs y que, en parte no pequeña, ha regido nuestras existencias:
el amor, sentido de la vida, conduce (¡y si no conduce es que tú se lo estás impidiendo con tu falta de implicación!) a la formación (certificada por cura o cargo homólogo) de una pareja para la que estamos en cierto modo predestinada. Una vez llegadx, cierre por fuera.

De la descendencia no hay que preocuparse. Este artefacto la produce espontáneamente y en abundancia.

Recordemos que lo que la crítica nos describe es lo que el amor ha sido pero debe dejar de ser. De modo que, en adelante, ni sentido de la vida, ni necesariamente en pareja, ni con forzosa exclusividad ni dedicados en cuerpo y alma a lograrlo. Un nuevo paradigma.

¿Seguro?

Se diría que la ideología que sustenta la monogamia, especialmente la monogamia indisoluble, ha recibido una dentellada dolorosa. Sus normas se han relajado en favor no sólo de una cierta libertad sexual sino, además, de una salida holgada para quienes viven en la pareja el infierno de los malos tratos o, simplemente, de la frustración existencial. La parte del león, por lo tanto, para la libertad sexual. Ni el feminismo sale claro vencedor, ni el patriarcado tocado de muerte ni, por supuesto, el capitalismo perjudicado en lo más mínimo.

Pero aún quedan dos cláusulas de este contrato.

Los mitos de la equivalencia y de la pasión eterna, casi idénticos, nos advierten de un grave peligro para la estabilidad de la pareja (descubrimos con ello, de pronto, que nos importa mucho la estabilidad de la pareja). Podrían resumirse así:
La pareja es la unión entre dos personas enamoradas para disfrutar de ese enamoramiento.

Como la crítica a los mitos implica afirmar sus contrarios. Hagámoslo, para mayor claridad:
El motor que nos embarca en la pareja es el enamoramiento. Agotado el combustible, continúese a remo.

Con la célebre distinción entre enamoramiento y amor, la mononorma y el patriarcado han establecido sus mínimos. Los objetivos a alcanzar por el resto de los puntos del acuerdo quedan así perfectamente vigilados y recortados.

De modo que el amor no será ya el sentido de la vida, pero sí la consecuencia natural del enamoramiento, súmmum del placer. No será necesariamente en pareja, pero se dejará que el enamoramiento mismo decida su estructura. No nos encerraremos en él, pero nos esforzaremos por no desear salir.
Así debe ser por ley natural: Hay estudios que lo avalan.

El patriarcado y la mononorma han salvado los muebles con bastante comodidad, dadas las circunstancias. La pareja, binaria y “espontánea” (sin crítica, por lo tanto, a la discriminación por géneros que las orientaciones sexuales perpetúan) debe ser el resultado del enamoramiento. Sus miembros harán por conservarla hasta donde les permitan las fuerzas. Todo ello presentado, animado y dirigido, por la ideología irracionalista del amor, que sustituye, para esta empresa, tanto al sentido de la justicia como, en general, a las facultades de la razón.

Pero entonces, ¿es que la CalMAR deja algo criticable sin criticar? ¿Qué pequeño detalle se le puede haber escapado? La respuesta es sorprendentemente fácil. Tanto que nos lleva a pensar que es precisamente ella quien lo oculta y protege. Lo que no esté criticado en la crítica lo supondremos digno de alabanza, entrega y regodeo. Desarrollaré esa crítica pendiente en otro texto. Me permito adelantar que el decálogo no deja escapar un detalle, sino que es el detalle el que deja escapar al decálogo, como punta de su iceberg. Eso convierte a lxs creadorxs y divulgadorxs de la CalMAR en lxs capitanxs del Titanic.

Que la crítica al amor romántico es un vergonzante arreglo de conveniencia no hay más que verlo en sus resultados. La barrera protectora creada en torno al amor mediante ese cordero expiatorio salido de la nada llamado “amor romántico” nos condena a seguir buscando un discurso del buen amor en una cultura que carece de él, y a entregarnos a eflorescencias diversas, siempre respetuosas de la verdadera mitología del verdadero amor, ambxs intactxs.

A estas alturas empieza a ser un runrún general que la crítica se ha quedado muy corta. Está ya en todas partes, todxs la conocemos, todxs la aplicamos y, sin embargo, todo sigue fallando con el esplendor del primer día. Muchas cosas han cambiado, se diría, pero está claro que no las suficientes. Para nuestra sorpresa, parece que este decálogo es cualquier cosa menos radical, porque de esa raíz sigue brotando amor destructivo a raudales. La pregunta ahora, una vez despertada la suspicacia es: ¿Este decálogo sagrado, nos ha permitido avanzar, o lleva casi 15 años distrayéndonos? ¿Ha sido un escalón, o una trampa?

No me queda espacio para argumentar mi respuesta a la última pregunta. Pero al menos recordaré que no somos lxs unicxs que volvemos a caer, una vez tras otra, en el amor romántico, a pesar de habernos comprometido explícitamente en su contra. Hasta lxs adalides y divulgadores más prestigiosx de la Sagrada Crítica nos sorprenden cada día con un nuevo paso atrás en su discurso, con un nuevo movimiento confuso, con una nueva concesión al amor en su vida personal, que nos suena, otra vez, más y más romántico. Podríamos llegar a pensar, en un delirio conspiranoico, que lxs más críticxs son, precisamente, lxs más contaminadxs.
a todas luces, los corazones vomitados por el personaje del legendario graffiti son corazones de amor romántico.

El amor es la herramienta que el sistema relacional ha escogido para cambiarlo todo de modo que nada cambie. Él, con su exigencia de entregarnos a él, de dejarle decidir nuestras acciones  más trascendentes y de suspender la distinción entre el bien y el mal, es el caballo de troya que acabará con cualquier proyecto de convivencia que cuestione las relaciones sexosentimentales.

Salvado el amor, todo está perdido. Y, de momento, el decálogo es su escudo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por tu texto, es muy claro lo que estas denunciando. El feminismo conservador habita en todas nosotras creo yo. Por ejemplo, cuando conversaba con mis amigas sobre el amor y sus perjuicios en nuestras vidas, constantemente recibia la critica de que el amor "era bueno", que no era eso que se hacia en pareja, que una podia amar su cuerpo, amar a las amigas, amar la naturaleza. Entonces tuve la necesidad de relativizar, de decir "listo, no es el AMOR como un sentimiento total, sino el amor ROMANTICO, el que se vive en pareja el que nos perjudica- a todxs y todas. Así la conversación fluia mejor, muchas dejaban de estar a la defensiva y decian "ahhhh bueno, si". Y luego cuando retornabamos a conversaciones y habia alguna de nosotras en relación de pareja se llegaba a relativizar que esa relación no era "romantica", que era un amor libre y demás. Relativizar las relaciones no era el foco central de llamarlo ROMANTICO pero si se volvio la excusa para justificar las relaciones de pareja que se asumian sin percibir eso como claudicar al feminismo. Luego, cuando llegué a estar en conversaciones donde la critica era "EL AMOR" como motivador de la vida de las mujeres en la maternidad por ejemplo, volvia el amor ROMANTICO para diferenciar el amor a un hombre -la relación de pareja- con el amor a lxs hijxs que si era un amor bueno que no se podía cuestionar. Hace poco lei un post en un blog que hablaba de las claves del libro "mujeres que corren con los lobos" de como "elegir un compañero de vida". En Facebook quise comentar a la amiga que lo compartía que toda la vida era realmente mucho tiempo y que la amistad y la camaradería ofrecian mejores alternativas. la repuesta fue ¿Qué hay de malo en querer estar con alguien por toda la vida? ¿es algo politicamente incorrecto? Y pues ahí fui entendiendo que no solo se usan estos apelativos (ROMANTICO) para correr la linea de lo criticable y lo que no, sino que incluso se puede evadir la palabra AMOR y la idea sigue intacta. Y si se hace critica de eso, es la critica -no el amor, no el patriarcado y sus imposiciones, ni el capitalismo y sus inequidades- las que hacen mal, las apreciasiones dañinas que atentan contra la felicidad por tanto deben ser neutralizadas de inmediato.

israel sánchez dijo...

muchas gracias Lina.
tenemos pendiente no sólo una deconstrucción del deseo sino, además, y de forma mucho más urgente, un cuestionamiento de nuestra legitimidad como deseantes. en mi opinión, a la defensa del amor, como a otros tantos conflictos, especialmente en el feminismo, mucho más visibilizados, subyace la defensa del objeto de deseo como objeto irrenunciable. una vez establecido (que no identificado) lo que deseamos, y de manera principal lo que deseamos en el sexo, se va configurando nuestro discurso. el miedo a la vulnerabilidad si decimos que deseamos de una manera profundamente románticoamorosa, pero somos radicalmente críticxs con el amor, nos impide progresar porque impide que la teoría y el juicio crítico tiren de ese progreso.