miércoles, 20 de enero de 2021

¿CÓMO ES UNA RELACIÓN ÁGAMA?

¿En qué consisten exactamente estas relaciones? ¿Qué condiciones deben cumplir? ¿Cuándo se es verdaderamente ágamx? ¿Son ágamas las relaciones o lo son las personas? ¿Hay que seguir los principios relacionales, leerse el libro, pertenecer a alguna comunidad, aprobar un examen? Y, si nadie me va a contestar a estas preguntas, ¿dónde puedo encontrar ejemplos para contestarme yo?

La agamia trata, como no puede ser de otra manera (o en realidad debería tratar, y esa es mi aspiración), todos los temas vinculados en alguna medida con las relaciones.

Y como son muchos, y como en la mayoría se proponen nuevas prácticas, llega un momento en el que da la impresión de que para ser una persona ágama hubiera que prepararse como para ser astronauta.

Nada más lejos de la realidad. Una cosa es que tengamos muchos caminos que recorrer, muchas posibilidades, muchas vías desbloqueadas que podemos explorar, y otra que tengamos que rellenar un álbum de cupones para que nos den el carnet.

Ser una persona ágama es infinitamente más simple e inmediato, y tengo la intención de persuadir de ello con este texto.

¿Cuándo se es una persona ágama? Sencillo: cuando se es una persona más ágama que, por ejemplo, monógama. Cuando se es, sobre todo, ágama.

¿Verdad que para que una persona sea definida como monógama no se le suele pasar ningún test de idoneidad, o mirar si en su currículum hay manchas? Se es monógamx casi por defecto, si no se es claramente otra cosa, si esa persona se declara monógama o si cumple con unas prácticas mínimas.

En realidad en monogamia también se podría publicar un decálogo de prácticas perfectas, y podríamos señalar como no monógamxs a quienes no lo siguen a rajatabla. Pero eso sería un engaño. Cuando en alguna ocasión he dicho que hay mucha más gente no monógama de lo que parece no ha sido porque piense que incumplen uno o dos mandatos del catecismo monógamo, sino porque incumplen tantos que, si se pudiera cotejar, habría que acabar diciendo que caen claramente del lado de la no monogamia.

Vamos a ver cuándo se cae del lado de la agamia. Gracias a ello conseguiremos eso que buscábamos desde el post anterior: encontrar multitud de pseudoejemplos (definiciones, relatos, metáforas...). Pero sobre todo encontraremos multitud de ejemplos verdaderos, que constituirán un gran bagaje común sobre el que apoyarnos tanto para desarrollarnos relacionalmente como para desarrollar la agamia como propuesta colectiva. Todo lo que, en efecto, cae del lado de la agamia es ya un ejemplo. Podrá mejorarse, claro, pero es que servir para ello, para punto de referencia desde el que mejorar, es una de las funciones de un ejemplo.

Voy a hablar de tres grados de participación en la agamia que determinan si una relación es ágama o una persona se relaciona de manera ágama. Recordad, de todos modos, que hay otra forma, paralela y complementaria a esta, de saber quién es ágamx, y que consiste en la autodesignación: es ágama toda persona que se considera ágama. 

Veréis qué fácil.


1-Una relación es ágama si no es una pareja

¡Impresionantemente fácil! Efectivamente, dos personas que no forman una pareja son, de alguna manera, en alguna medida, un espacio ágamo en el que es difícil impedir que aparezcan prácticas ágamas. El único modo de evitarlas sería que ambas personas tuvieran siempre presentes a sus respectivas parejas, para que esa conciencia condicionara todo lo que hicieren entre sí. Sabemos que ese condicionamiento existe, especialmente cuando la relación entra en los espacios que son más propios de la pareja (si hay contacto físico, por ejemplo), pero también sabemos que en otros muchos momentos la relación discurre libremente dentro de sus límites. Sabemos que, para que se rompiera la barrera del gamos, a una relación como esta solo habría que decirle: “¡Seguid así! ¡Seguid así en todo!”. Esa relación, por más condicionada que esté por el gamos, ya es, en alguna medida, un ejemplo, un precedente para sí misma. Si un día quisiera ser ágama ya se tendría a ella de referente.

Del mismo modo, una persona es ágama si no tiene pareja. Sin más.


2-Una relación es ágama si las personas que la forman no tienen pareja

Esto está siendo demasiado cuesta abajo, ¿no crees?

Pero es así. El presente es determinante.

Cuando no hay un gamos que temer, cuando no hay cuentas que rendir o un contrato de posesión que deba ser cumplido, los límites a la agamia se sostienen solo por factores subjetivos, como los hábitos o los proyectos. Todas las posibilidades están abiertas y todas se encuentran en pie de igualdad. Ninguna va acompañada de un coste particular añadido. Por eso cuando las personas que forman una relación no tienen pareja tienden espontáneamente a transitar por prácticas ágamas que les resultan nuevas y liberadoras. Ese espacio experimental que se abre es típicamente ágamo. Seguro que identificáis ese pensamiento que viene de vez en cuando a la cabeza: “Esto no podría hacerlo si tuviera pareja”. Y no solo en referencia al sexo.

Gran parte, si no la mayoría, de nuestras relaciones y de nuestra vida relacional es ágama. Podemos definirnos como monógamxs, pero somos monógamxs que, dado que no encontramos el camino de la monogamia, debemos “conformarnos” con la agamia. Es eso mismo lo que experimentan quienes desearían ser ágamxs y no saben (no sabían), cómo llevarlo a la práctica. Ya se ve que estamos casi siempre mucho más cerca de la agamia de lo que solemos creernos.

Siguiendo esta segunda condición, una persona es ágama cuando, además de no tener pareja,  en su entorno relacional más cercano no prevalece en ese momento el tener pareja. Eso no le pasa a todo el mundo. Pero todo el mundo puede encontrarse con que, de repente, le está pasando.


3-Una relación es ágama si las personas que la forman no aspiran a tener pareja

Y ya está. Tercera y última. La primera que tiene que ver con la subjetividad.

Hay que entender que se trata solo de una determinación consciente. No nos interesan ahora las profundidades de la psique. Con que ese sea nuestro proyecto manifiesto es suficiente. Después lo lograremos o no, nos desviaremos más o menos, pero le habremos puesto forma a la materia. La ausencia de pareja era la base material, y ahora ponemos el mantenernos así como objetivo, es decir, como arquetipo, como molde, como horizonte. Hemos atrapado el camino por sus dos puntas: el principio y el final. Lo tenemos casi todo. Es más que suficiente.

Está claro lo que viene ahora: ¿en qué consiste ser una persona ágama según esta tercera condición? En no querer pareja (de no quererla nosotrxs, independientemente de que la quieran las personas con las que nos relacionamos). Esto casi la traíamos de serie.


Dos condiciones añadidas

Quizá se diga que estas condiciones son escasas, e incluso que no recogen el espíritu de la agamia. Mi respuesta es que hay algo de razón en eso, pero que el espíritu de la agamia es materialista, es decir, que se fundamenta en las condiciones materiales. Lo que se ha descrito son las más básicas de esas condiciones (no son, como se ve, condiciones estrictamente económicas, pero sí materiales dado que generan una base relacional que necesariamente tendrá que tomar nuevas formas). Partiendo de ellas el campo está abonado para la agamia, es un verdadero jardín ágamo al que le vendrán bien los cuidados, pero que dará flores abundantes y variadas con toda seguridad. Recordemos que buscábamos ejemplos. Si estas condiciones se cumplen total, o incluso parcialmente, estamos ante ejemplos a los que podemos referirnos con toda propiedad para seguir entendiendo, construyendo y desarrollando.

De todos modos voy a añadir otras dos condiciones para recoger con más claridad ese espíritu de la agamia al que me refería. Pero son condiciones extra. Bien entendidas son prácticamente consecuencia natural de las anteriores; son el camino por donde las anteriores nos van a conducir si se llevan a la práctica con un poco de sentido común y criterio moral.


1.Deconstruir el deseo de formar pareja

¡Claro! La voluntad profunda, inconsciente, los hábitos inscritos en el cuerpo, la escalera mecánica de las relaciones, el gamos que no queríamos y de repente ahí está, las dinámicas posesivas… Es lo que se echa de menos en el punto tres, y donde fracasan muchos proyectos ágamos.

Pero, ¿sabéis qué tipo de proyectos ágamos fracasan cuando no se ha deconstruido el deseo de formar pareja? Los primeros intentos. Solo los primeros. El primero nos sale mal comparado con lo que nos habíamos imaginado. Y el segundo, a veces, tampoco nos termina de salir del todo bien. ¿Es eso un fracaso? ¿Eso indica que es difícil? Al contrario: indica que era posible y que lo hemos conseguido. Aunque, claro, teníamos que recorrer un camino. El camino de deconstrucción que se recorre para llegar a tener relaciones ágamas no tiene nada que ver con el polidrama. En poliamor este aparece desde el principio y, normalmente, se perpetúa. La agamia, como digo, puede generarnos una o dos tentativas insatisfactorias. Pero os aseguro que, cuando hacemos valoración tras ellas, ¡el progreso suele resultar asombroso!


2.Construir relaciones

Ni la follamistad, ni la polisoltería, ni ninguna forma de neoliberalismo relacional nos vale. Eso ya lo sabemos. La agamia no va de eliminar vínculos. Va de eliminar una forma de vincularnos, el gamos, que atrofia todas las demás, para que estas puedan crecer plenamente.

Pero, ¿veis? Ahí está de nuevo el valor de las condiciones materiales (podemos decir, si lo preferimos, “estructurales”). Cuando el gamos no está, cuando realizamos la primera tarea, el resto tiende a pasar por sí solo. Por supuesto que nos vamos a seguir relacionando y que lo haremos de forma mucho más profunda y diversa que cuando el gamos lo impedía. ¿Cómo podemos evitar eso si nos necesitamos imperiosamente?

Es cierto que la individualización estéril es una amenaza, y que suprimir el gamos produce vértigo en un mundo neoliberal y socialmente fragmentado. Pero para que la supresión no vaya seguida de la aparición de mejores relaciones hace falta algo más que vuelva a limitarlas. Ese algo, en la mayoría de las ocasiones, no es otra cosa que gamos restante; un puñado de jirones de gamos, de restos de gamos, de souvenirs de gamos expuestos para el envío y consumo inmediato en alguna tienda on-line de reformas amorosas.



jueves, 3 de diciembre de 2020

"¡Nadie me dice cómo es una relación ágama!" El problema de los ejemplos.

Quienes me preguntan por un ejemplo de relación ágama suelen ser víctimas de una breve disquisición sobre la naturaleza de los ejemplos. Mi mensaje final es: “No es que la agamia no esté proporcionando ejemplos. Es que la no monogamia, en general, no los proporciona.”
La sensación de que conocemos ejemplos de no monogamia pero no de agamia es, casi siempre, una sugestión que tiene mucho que ver con el uso poco riguroso del concepto “ejemplo”. Y el asunto no es baladí. Ese rigor es muy importante para construir nuestras prácticas relacionales. Debemos diferenciar bien lo que es un ejemplo de lo que no lo es. Si no lo hacemos no solo acabaremos imitando falsos ejemplos, sino que creeremos que, ante la falta de ejemplos, no podremos empezar a caminar. Y nada más lejos de la realidad.

La pregunta por el ejemplo es un clásico. Y es lógico que lo sea, porque por mucha teoría que tengamos siempre parece que podemos estar equivocándonos si no disponemos de algo real con lo que comparar. “Ya he conseguido que me salga bien esta receta marroquí. Está deliciosa pero, ¿será así como sabe la original?”

Entonces, ¿por qué no se ha respondido antes? ¡Qué fallo, Israel!

Voy a intentar resolver las dos cosas. Voy a intentar dejar lo más claro posible cómo es una relación ágama concreta. Y de paso voy a intentar que se entienda un poco por qué no me he puesto con ello así, directamente, hasta ahora (en realidad sí lo he hecho, extensamente, en Agamia. Día uno).

Y empiezo por lo segundo, porque lo necesito para explicar lo primero; para que el ejemplo lo parezca.

Veamos.

El problema de los ejemplos es que no es tan fácil ofrecer un verdadero ejemplo.

¿Qué es un ejemplo? Un ejemplo es algo que se señala. No es algo que se dice. No es un enunciado. No es un símbolo, sino una cosa. Yo no puedo poner un ejemplo aquí, desde aquí, absolutamente de nada, porque no estoy ahí, contigo, para señalarte aquello que es el ejemplo. O, dicho de otra manera, de lo único que un texto puede ser ejemplo es de texto o de cosas hechas de texto, porque es la única cosa que es. Todo lo demás, todo aquello a lo que un texto hace referencia, no lo es, sino que lo representa y es, por ello, de uno u otro modo, no su ejemplo, sino su definición.

Y dirás: “Bueno, pero puedes poner una foto”. En eso tienes mucha razón. Hay cosas, quiero decir cosas reales, particulares, que se avienen bastante bien a ser atrapadas y transportadas a través de una señal digital. Si yo quiero que sepas cómo es la flor que acaba de salir en mi jardinera puedo intentar describírtela, aunque voy a terminar mucho antes mandándote una foto. Pero el asunto no se ha resuelto del todo. Esa foto sigue sin ser la flor real, y solo va a servir en la medida en que lo captado en ella contenga los rasgos necesarios para diferenciarla de otras que puedan parecérsele. Es otra descripción, solo que a través de un medio descriptivo privilegiado para la ocasión. Vuelves a tener un símbolo, una historia, un fragmento de información, más detallado esta vez. Sigo siendo yo el único que está delante de la flor y que puede asegurar que se refiere a esa. Al final, si quieres saber de verdad qué flor ha salido en mi jardinera no te queda más remedio que venir aquí a tomarte un café. Pero eso no es problema. Estás invitadx.

Como ves, para poder ponernos ejemplos verdaderos necesitamos tener experiencias comunes. Entre personas desconocidas no es fácil tener experiencias comunes más allá de las cosas estandarizadas o reproducibles. Una película, una bufanda fabricada en serie, incluso una hamburguesa de una gran cadena, pueden ser cosas experimentadas en común que funcionen como ejemplos casi perfectos. Pero es muy difícil señalar una relación como ejemplo, porque tú y yo no compartimos experiencias. Yo puedo decirle a mi hermana que no quiero una relación como la de nuestrxs m/padres. Pero de poco sirve que te lo diga a ti.

Entonces, ¿qué es lo que sí tenemos? Pues tenemos varias cosas. Las pondré por aquí, todas bien separadas y diferenciadas, para que se vea que no son pocas, porque seguramente habrá parecido por un momento que casi no tenemos nada, y que lo de las relaciones al final va a ser algo individual e incomunicable. Y nada de eso.

DEFINICIONES

Para empezar tenemos una distinción engañosa que podemos mantener, pero recordando que no es literal, sino más bien una forma de expresarnos. Es la distinción entre definición y ejemplo. Todo lo que no sean cosas son definiciones, lo que pasa es que algunas son más extensas, más prolijas, más pesadas, también, que otras. Una definición “definición” (es decir, en sentido reducido) es algo muy concreto (una abstracción muy concreta, habría que decir), muy sintético, muy al corazón de la cosa. Se supone que si es verdaderamente buena debe servir como línea divisoria entre lo que es y lo que no es esa cosa que define. Ninguna definición de cosas reales es tan buena. Por eso suele enriquecerse con esas otras definiciones a las que a veces llamamos “ejemplos”, y que son las definiciones de detalle, a veces de mucho detalle, a veces de detalle indiscriminado, que se nos da sin filtro para que filtremos nosotrxs por si en lo que parece que no tiene importancia encontramos algo que sí la tiene.

DESCRIPCIONES

Es una categoría intermedia entre la anterior y la siguiente. Una descripción es una definición en la que entra todo (nunca puede entrar todo, claro, pero entra mucho). No hay una discriminación tan clara entre los contenidos relevantes e irrelevantes.

Pero también se puede decir que es un relato congelado, sin tiempo, donde hay prácticas, pero no sucesos. Las personas de la relación no jugaron al ajedrez en una ocasión, o en varias, sino que juegan al ajedrez.  Estábamos solo de paso por las descripciones. Saltemos ya a los relatos.

RELATOS

Emplearé esta categoría de un modo muy amplio, por oposición a la de definición. Fíjate: tenemos toda la variedad de formatos de definiciones-relatos que podemos compartir (recordando siempre que no son ejemplos). Nuestras posibilidades no se reducen a frases que determinan una u otra característica. “Que tenga tres cuernos en la cola”, “que se alimente de insectos”… Disponemos de muchas más cosas para que nuestras definiciones adquieran tanta riqueza y complejidad, o más incluso, que las de cualquier ejemplo. No solo están las imágenes, las descripciones, los relatos propiamente dichos (¡libros!), las narraciones audiovisuales, los testimonios… Es que incluso una misma definición, una misma frase, por ejemplo, puede aportar cosas nuevas cuando cambia su contexto o su medio, y adquirir en esa contextualización un cierto carácter de relato. No es lo mismo leer una conferencia que escucharla. No es lo mismo pensar una frase que oírla, etc…

“Disculpa, Israel. Has mencionado los testimonios. ¿Los testimonios no son ejemplos?”

Por supuesto que no. Y este es uno de los errores que hacen que los ejemplos parezcan tan accesibles, tan inmediatos, y que acaben convirtiéndose en falsas experiencias o, incluso en fraudes de ejemplo.

Un testimonio sobre una relación no es una relación, sino un símbolo muy detallado pero, sobre todo, muy cercano a esa relación. Es esa cercanía la que puede confundirnos. “Estuve en Alemania. ¡Te traigo este trozo del Muro de Berlín! ¡Ups! ¡Disculpa! Olvidé quitarle la etiqueta de la tienda del aeropuerto”.

Esa relación que se nos cuenta es un ejemplo, pero no lo es su relato. Esto es fundamental, porque si no recordamos que un testimonio está tan construido como cualquier definición, podemos caer en el error de confundirlo con la realidad. Hay multitud de testimonios públicos de relaciones, y hay algunos testimonios públicos de relaciones no normativas que acaban pasando por hechos reales que presenciamos (algunos, incluso, tienen su correspondiente obra de teatro, que nos puede llevar a una confusión aún mayor). Debemos recordar que no hay por qué concederles más credibilidad que a los testimonios que nos cuenta cualquiera sobre sus relaciones normativas. ¿Y cuánta es esa credibilidad?. A ver si sé explicarlo.

Un testimonio no es real en tanto que es una relación real puesta ante nosotrxs. Nosotrxs no sabemos si lo que se nos cuenta es real, ni acertado, ni completo. Estamos ante la misma limitación que nos encontramos en el resto de las definiciones (en sentido amplio, otra vez). Pero un testimonio es real en tanto que testimonio (es decir, que sí es real que eso se nos está contando, ¡¿qué duda cabe?!), y es real en tanto que las relaciones se componen también de testimonios. Bien, pues esto es, casi siempre, lo más interesante de un testimonio. Este es su cachito de verdad. En eso es en lo que sí es un poquito un ejemplo, porque estamos asistiendo, ahora sí, a una parte, por pequeña que sea, de la relación. La relación se está haciendo delante de nosotrxs, no solo porque se verbaliza sino, sobre todo, porque el que una de las personas participantes decida ahora mismo verbalizarla para nosotrxs forma parte de las cosas que le pasan a la relación.

Podemos decir, para resumirlo mucho, que la parte real de un testimonio es la que estamos presenciando, el momento de darlo, y la parte simbólica, la definición, es el contenido del testimonio.

¿Se entiende esto? Si no es así os agradeceré que me lo digáis en los comentarios para que procure aclararlo un poco más.

METÁFORAS

En tercer lugar disponemos también de todos los recursos que nos ofrece la distinción entre definición filosófica y definición poética. Ya sabéis que la filosofía pretende “decir verdad” o, expresado de otra manera, definir literalmente. La filosofía podría ser representada por una bala. Donde da, da. Y si falla, falló. El discurso poético es metafórico o analógico, nos cuenta algo que presenta alguna similitud, y desde ahí nos ayuda a entender. Es como un disparo de metralla, que alcanza de forma difusa un amplio espacio. Es una pista, una intuición, una inspiración, una sugerencia, un sueño.

Decimos que en una conferencia se emplea un lenguaje filosófico, y que una película emplea lenguaje poético. Pero también podemos decir que una película sobre relaciones, como Closer, por su literalidad, es filosófica con respecto a las relaciones, pero que un thriller de ciencia-ficción, como Alien, es poético con respecto a ellas.

¿He puesto un ejemplo? ¡Pero si no era posible! En realidad no lo he puesto, porque “ponerlo” habría sido dejar aquí las dos películas. Lo que he hecho ha sido señalarlo. Pero, ¿recordáis?: cuando se trata de una experiencia que forma parte del espacio común señalar un ejemplo es casi casi como ponerlo y puede tomarse como tal.

También puede decirse que el espacio común nos permite señalar más lejos de donde alcanza nuestro dedo. En cualquier caso el factor clave es “lo común”: cuánto de común tenemos para poder señalar y entendernos. Si Alien no fuera un relato conocido y accesible yo tendría que haber dicho “como en esa historia en la que una nave…” y difícilmente nadie podría haberse hecho una composición de lugar adecuada sobre la cosa señalada. O, en un caso todavía peor, todavía menos común, tendría que haber dicho “como esa vez que estuve yo en una nave con otrxs seis tripulantes…”. No es demasiado verosímil, lo sé, pero sirve para comprender que en ese caso sí que la idea formada habría sido muy pobre, muy insuficiente con respecto a lo que necesito para entender el ejemplo. La contrapartida de que una película sea común es que no es un ejemplo, sino ella misma un relato. Lo que vemos en ella, obviamente, no ha pasado, y no puede ser, simplemente, imitado. Ni siquiera cuando se trata de un relato literal sobre relaciones. No imitéis Closer. Acaba fatal.

EJEMPLOS VERDADEROS

Y, por último, tenemos la herramienta que nos dota de verdaderos ejemplos: crear y compartir relaciones. Probar y acumular experiencia enriquecedora, consciente, no rutinaria, repetitiva o previsible. Y compartirla, pero compartirla de verdad. Vivirla en común, y disponer de un bagaje suficiente como para poder señalar cosas reales, emplearlas como ejemplos y plataformas desde las que establecer relaciones futuras, y contrastar también en común lo bien o lo mal que funcionan. Es una dimensión más del eslogan lo personal es político; una razón más para tenerlo siempre en cuenta. En la medida en que podamos, las relaciones son el patrimonio relacional de la comunidad, de nuestra comunidad, y es necesario que tengamos la mayor cantidad posible de ellas para que dispongamos de ejemplos, de verdaderos ejemplos, a la hora de pensarlas.

Así que necesitamos buscarlas en nuestro entorno. Hagámoslo, y mostremos las nuestras para que la gente las conozca, porque un eslabón fundamental en nuestro crecimiento como personas ágamas es poder comparar nuestras relaciones, no con otras cualesquiera, sino con algunas que, en alguna medida, sean ya ágamas.

miércoles, 11 de noviembre de 2020

La isla de las tentaciones: una Ilíada herstórica

 

La isla de las tentaciones, el reality de Cuarzo Producciones basado en Temptation Island (2001), ha acabado convirtiéndose en poliédrico escaparate de la llamada “guerra de sexos”.  Como en el poema homérico, dos poderosos ejércitos chocan en el campo de batalla mediante enfrentamientos singulares; siempre una contra uno. Y, como en el poema, la guerra se prolonga interminable en historias individuales de las que es difícil extraer una visión general. El feminismo, sin embargo, nos dice que la guerra de sexos es la guerra de sometimiento patriarcal, y que la diferente significación de cada bando es clara. Si esto es así puede que estemos ante una oportunidad de oro para mostrarle al mundo toda la violencia psicológica que siempre hemos dicho que la pareja oculta y cultiva.


primer acto: el programa

Hace un par de semanas que terminó la segunda edición de La isla de las tentaciones y lamenté entonces no haber escrito más sobre el asunto.

No se trata ya de que el programa nos interese porque nos interesa todo aquello que da pie a reflexionar sobre relaciones, ni se trata solo de que haya disfrutado de una audiencia tan masiva que, como fenómeno sociológico y socialmente influyente merece ser analizado. Se trata de que es información verdaderamente relevante sobre una cuestión fundamental. Apelo, como se ve, al viejo argumento del experimento social.

Estos programas, ya lo sabemos, están lejos de ser experimentos en términos empíricamente estrictos. Pero algunos de ellos contienen un importante grado de objetividad que rescatar. Este es uno de esos, y uno que pone el foco en el sexo y la fidelidad, corazón, alma, núcleo duro de la cultura relacional. Es un asunto, además, recordémoslo, del que todo, o casi todo, lo conocemos de oídas. Por eso la información que obtenemos aquí se vuelve extraordinariamente valiosa.

Una vez concluidas las dos primeras ediciones tengo la sensación de haber asistido a una historia épica y asombrosa. Tengo la sensación, también, de que, a medida que esa historia ha ido tomando cuerpo, su cuerpo, su memoria, han ido quedando sepultadxs por la actualidad de las anécdotas. Lo que estaba pasando en La Isla se volvía invisible por lo que cada día pasaba en La Isla, hasta que, al final, todo lo que había pasado era poco más que lo que había pasado el último día. Así, en realidad, construimos nuestras historias cuando lo hacemos sin historia. Así nos contamos las cosas, así aprendemos, cuando vivimos fuera del tiempo. Es esa no historia la historia de nuestra vida y, por supuesto, de nuestras relaciones. Pero sigamos.


segundo acto: la guerra

La primera parte de la historia contiene una presentación prometedora. Cinco parejas heterosexuales se preparan para poner a prueba su amor exponiéndose a poderosas y constantes tentaciones sexoafectivas. Difícilmente podrán engañarnos en esas circunstancias. Así que vamos a ver de qué está hecho el amor. Vamos a ver si teníamos razón cuando decíamos que era sometimiento patriarcal, alienación y engaño. Vamos a ver dónde radica esa insuperable diferencia de género que arrastramos en una sociedad en la que el género está formalmente igualado. Comprobaremos si, efectivamente, las mujeres son engañadas, maltratadas y subyugadas por la ideología amorosa. Vamos, por fin, a ver a los hombres ponerse en evidencia. Una gran parte de la audiencia no lo sabe, porque ni es feminista ni suspicaz con las relaciones. Lo sabemos nosotrxs. En eso consiste el atractivo de esta historia: en que por fin va a salir a la luz todo el submundo al que llevábamos toda la vida anunciando. Por fin.

Esta es la presentación, el planteamiento, el primer acto. Pero entonces llega el desarrollo, eso que llaman “nudo”. Y todo se tuerce.

Somos capaces de reconocer a los chicos en su papel de maquinadores de la infidelidad: la tensión, los ojos fuera de las órbitas, la verborrea vacía que pretende corregir la realidad y convencer de que no vemos lo que vemos, la necesidad de recuperar algo el aliento mediante pequeñas retiradas y concesiones; de encontrar un bastión de fidelidad en el que hacerse fuertes: “Vale, me las follaría a todas, pero no me voy a follar a ninguna, porque estoy enamorado”. Y somos capaces, por supuesto, de anticipar la caída. ¿Lograrán aguantar? ¿Conseguirán ocultarse? ¿Alcanzarán su objetivo de poner los cuernos sin que las cámaras lo reflejen, tal vez bajo algún edredón, tal vez terminado el programa, tal vez en su fantasía, cuando les toque volver?

Pero a las chicas no las reconocemos. No se trata ya de que sospechemos enseguida que van a ser ellas las que ofrecerán el espectáculo de caer en las tentaciones. Esto puede explicarse a través de la alienación y la crítica al amor: el amor sirve tanto para someterlas a su pareja como a su amante. Con la herramienta del amor siempre están expuestas, siempre obedecen. Sin embargo, el sometimiento que observamos no es el que nos habían contado. Estas mujeres no tiemblan ante la voz de su amo, ni se arrepienten por la mañana de haber pecado, ni olvidan sus intereses cuando se las entierra en una montaña de palabras. Estas mujeres no parecen esclavas. Es más, parece que ellos fueran unos amos impostados, de puerta trasera, de día carnaval. Todo recuerda mucho, está demasiado cerca, de la versión machista de las relaciones; demasiado cerca de que tengamos que decir que el discurso machista no lo era.

Nuestra forma de interpretar el mundo empieza a tambalearse. ¿Qué está pasando? ¿Quién o qué va a sacarnos de esta?

Es entonces cuando llega la caballería. Menos mal. Y, a su vanguardia, Roy Galán.

Se muy poco de Roy Galán. Solo lo que veo de él. Pero todo lo que veo es igual. Un día explicaré en detalle lo que creo que hace Roy Galán. Muchxs ya lo habéis concluido por vuestra cuenta. No es muy sofisticado. Pero igual viene bien intentar exponerlo de forma ordenada. Quizás así demos un paso hacia la superación de tantos roygalanes como nos toca sufrir.

Llega, como decía, Roy Galán, encabezando el feminismo al rescate. Roy hace de Roy, y nos explica, básicamente, que tenemos que fijarnos en una parte de lo que vemos, que es la que coincide con el relato que esperábamos. Lo dice muy fuerte y muy sentidamente, casi al borde del llanto, casi rogándolo de rodillas, como un buen hombre deconstruido que siente mucho, y que está dispuesto a llorar y arrodillarse. Y a nosotrxs no nos importa fijarnos en esas cosas que nos señala Roy Galán, en las que tiene razón. El problema es que no nos da una versión integral de lo que está pasando. Y lo que está pasando está pasando delante de nuestros ojos. El llanto de Roy también, pero una cosa no borra la otra.

Mientras Roy llora y nos recuerda que no debemos hacerle caso, ni escucharle siquiera, porque él es solo un hombre, en Villa Playa las chicas no solo están poniendo los cuernos a saco, sino criticando con mucho desprecio y poca coherencia los avances sexuales, bastante más pobres (si exceptuamos, permítaseme por el momento, al famoso Tom) de sus parejas de la otra villa.

Otras voces menos sospechosas, pero igual de desacertadas que la de Roy, intensifican el fuego contra el resurgir del discurso machista. Devermut nos habla de gaslithing, Irantzu Varela de heteronorma,  Todo es cierto, pero todo es incompleto y, por eso, impotente frente a la hegemonía. Sabemos que estamos produciendo propaganda, argumentario de campaña para fieles que deberán enfrentarse a una mayoría que dispone, al menos esta vez, de mejores armas. La bonita historia en la que grandes grupos de población comprobaban que el feminismo tenía razón cuando denunciaba que las mujeres eran víctimas de opresión en el espacio privado, ese momento emocionante de la masa crítica, cuando la mayoría, la hegemonía, la fuerza, cambia de bando, se estaba transformando en la historia inversa, aquella en la que la rebelión es aplastada y parece no ir a ser capaz de sobrevivir ni siquiera en el recuerdo. Ya no solo eran las concursantes, ahora las invencibles influencers y periodistas feministas eran ridiculizadas por defender lo indefendible; por demostrar, en definitiva, que nunca fueron razonables. El programa estaba a tope de audiencia, pero nosotrxs nos encontrábamos en pleno anticlímax.

No puedo extenderme lo que quisiera, pero creo que estos refuerzos fracasaron porque llegaron demasiado pronto. Ante la evidencia de que las mujeres no estaban quedando tan bien como se esperaba, se aprestaron a corregir la realidad de un modo apenas distinto a como sistemáticamente hace el machismo.

Pero el problema no podía ser que el feminismo se estuviera equivocando porque el patriarcado, contra todo pronóstico, hubiera ya desaparecido. El patriarcado tenía que estar allí aunque no lo viéramos. Creo que el verdadero problema fue que nuestra incapacidad para explicar lo que sucedía nos causó demasiada perplejidad. Eso no puede ser. No puede volver a ser. No podemos creernos en la obligación de disponer de respuesta para cualquier cosa. Había que confiar en que las conductas observadas, aunque parecieran injustas por parte de ellas, debían ser consistentes con la teoría feminista. Dado que solo teníamos la pregunta, lo suyo era indicar la pregunta, no adelantar la respuesta. Había que confiar en el feminismo y no se confió.

Cuando el feminismo acudió en nuestra ayuda pareció una legión infinita que sepultaría a la crítica machista en un tsunami de argumentos bien trabados. Pero no lo era, porque La isla es un reality, y no se podían dedicar grandes recursos a un reality. Así que solo nos habían enviado un destacamento; un pequeño apoyo que había sucumbido por el camino. Y eso iba a ser todo. Estábamos solxs.

Pienso que lo que se nos estaba escapando tenía que ver con los bastidores del programa. Se han publicado análisis de interés que los incluían en la ecuación, pero no he leído ninguno en el que se les atribuyera algo más que una estrategia patriarcal plana: por un lado unos concursantes que procuran engañar a la cámara apareciendo como buenos chicos igualitaristas. Por otro unos productores entregados abiertamente al escarnio de las mujeres. Casi un guión de serie mala; uno de esos productos de relleno elaborado por un equipo de producción al que se le ha dicho: “chicos, el target son las mujeres. Tenéis una semana”.

Y quizás esa forma de elaborar guiones era la que podía darnos la clave.


tercer acto: el mito

Es posible que sea desde la necesidad de la producción, asumida a regañadientes, de cumplir con ciertos estándares feministas legal o culturalmente impuestos, desde donde se explique este resultado. Creo, por concretar mucho más, que la necesidad de mostrar conflicto, combinada con la necesidad de no mostrar machismo, tiene como consecuencia un casting sesgado en favor de la conflictividad de las mujeres. Por eso nuestra primera impresión es la de que ellos son chicos muy normales, muy majos, como cabe esperar, quizá incluso un poco faltos de personalidad, pero perfectamente inocuos. Ellas, sin embargo, están locas, son histéricas, agresivas, maleducadas, patológicamente celosas y, por supuesto, infieles. Todos los problemas que en televisión provoque una mujer entran dentro de los márgenes de seguridad que el patriarcado ofrece a sus privilegiados. Un hombre conflictivo, sin embargo, uno solo (el Yoyas, por ejemplo), destapa todo el pastel patriarcal. Mediante este procedimiento la producción, por un lado, se somete a las exigencias de la audiencia femenina y, por otro, ofrece una versión de la realidad perfectamente funcional a la narración machista.

¿Recordáis a Daenerys? Es lo mismo.

Pero Daenerys es un personaje de ficción. Esa es la diferencia que albergaba la sorpresa. Eso es lo que el patriarcado no iba a poder controlar. Como en la mejor historia épica, el desenlace feliz, el clímax, llegó desde donde ya no se esperaba, y en condiciones mucho más lógicas y completas de lo que se esperaba. Fueron ellas, las propias concursantes, sumidas ya para la audiencia en el papel de villanas infieles, violentas, egoístas y despechadas, hijas sanas del feminazismo, las que consiguieron, unas más que otras y cada una a su modo, desenterrar una verdad que ya empezaba a parecer pura fantasía. El problema no era un problema en la pareja; el problema no era una relación concreta de pareja. Las relaciones de pareja son el problema: “No has hecho nada malo. No has sido infiel. Has cumplido con tu palabra. Pero, de todos modos, te dejo”. Así dio voz Melody a la gran mayoría de sus compañeras, de una y otra edición. Todo había estado perdido para ellos desde el principio, porque una vez que las mujeres podían aislarse, reflexionar, comparar, observar desde fuera y reforzarse entre sí, la pareja, cualquier pareja, el engaño de la pareja, era imposible. Así que los hombres, como en la primera edición, como en una película de zombis en la que se descubre que los monstruos solo pueden sobrevivir 48 horas, fueron cayendo abandonados uno a tras otro sin que, aparentemente, nada hubiera pasado. Algunos se lo esperaban, porque o sabían (Tom, ahora sí) que su engaño era demasiado burdo para no ser revelado por las cámaras, o habían constatado (Pablo) que su oferta era demasiado pobre para no ser relegada en favor de una experiencia excitante. Pero otros, como Cristian, la pareja de Melody, o Gonzalo antes que él, no podían entender que, habiendo cumplido la misión de mantenerse fieles y enamorados, no obtuvieran como premio la consagración de su relación. Igual que en la Ilíada, tras años de combates confusos e inciertos, todo termina como desde un principio se sabía que debía terminar porque, aunque Héctor era perfecto, Aquiles era invencible, y todxs sabían, desde mucho antes de que las primeras naves aqueas atracaran en las playas de Ilión, que lxs diosxs le habían concedido la victoria. Todo dependía de que Aquiles, aquí la realidad, despertara.

Y, una tras otra, fueron poniendo en palabras, a veces en falta de palabras, como pudieron, la evidencia adquirida de que la vida en pareja, al menos la que estaban viviendo, era un agujero por el que se les escapaba la vida. Y que no la querían. Y que querían hacer algo para salir de allí, para asegurarse no volver, para no dejar la más mínima posibilidad de que aquellas sí mismas que tanto tiempo habían caído en la trampa resurgieran y las atraparan de nuevo. Unas se fueron solas, otras acompañadas, pero todas, casi todas, sin el hombre con el que habían llegado, fuera este el que fuese, y hubiera hecho ante las cámaras lo que hubiera hecho. La realidad había así respondido a la ideología alienante; esta solo podía triunfar en la medida en que ocultara a la otra, a la verdadera. Pero una vez que la realidad salía a la luz el juego estaba perdido. El reality invertía la trampa: la pareja iba a someter a las mujeres, daba igual la forma que adoptase. Pero la realidad las liberaría, daba igual cuántos adornos tuviera la jaula.

En las palabras, y en las no palabras, de Melody, de Marta, de Susana, de Melyssa, de Andrea, de Mayca o de Avelina, podemos intuir, todavía hoy, el problema que no tiene nombre (), el papel de la esposa, secundaria, sin vida ni identidad, maltratada (creo que el maltrato físico es lo que se esconde tras los constantes ruegos de Marta para que Lester reconozca que ha hecho “cosas”), absurdamente subalternizada a un sujeto dependiente e inmaduro, tiránico desde su dependencia e inmadurez, caprichoso y trivial, que regala chuches, hace tests de afinidad, o dedica su vida a certámenes de bodybuilding. Esas mujeres, a veces nada reivindicables en otros sentidos, no escapan a la marca de la feminidad, y esa marca aflora tarde o temprano, si se le da ocasión, representando lo que tienen en común, lo que sufren en común, con las otras.

En el programa la feminidad sometida y (al menos parcialmente) liberada, la versión que el feminismo nos ofrece de la realidad y de la pareja, afloraron espléndidas y triunfantes. Pero la historia, que peligró por momentos, fue compleja, llena de artificios narrativos y trucos de atrezzo. Para que luzca en toda su gloria es necesario que la ayudemos un poco. Que la ordenemos. Que la limpiemos y recordemos.

Que la contemos.

 


martes, 3 de noviembre de 2020

Agamia: recopilación de materiales y recursos

 

¿Estáis dando vuestros primeros pasos en agamia? ¿Necesitáis un texto introductorio? ¿Os gustaría disponer de todo el material existente para realizar una investigación? Aquí tenéis una recopilación muy completa de los recursos generados hasta ahora que va a ser útil para todo el mundo, curiosxs o convencidxs, dummies o expertxs.

Quienes os acercáis por primera vez a la agamia no encontráis siempre un camino claro u ordenado que os ayude a descubrirla paso a paso .A veces dais con un texto algo complejo; otras con uno más sencillo, pero centrado en un tema muy específico; otras, simplemente, podéis encontrar demasiado y no saber por dónde empezar.

Son ya más de 6 años hablando de agamia y se ha formado un buen bosque. Me gusta la idea de que exista ese bosque, pero no a todo el mundo puede apetecerle perderse en él.

Quizás sea un momento adecuado para hacer una entrada compilando y organizando al menos la parte más significativa del material existente.

Este sería nuestro mapa.


El libro

Es, sin duda, el mejor recurso disponible a día de hoy. No solo por lo completo, sino también por lo actualizado, ordenado, novedoso y profundo. Quien quiera toda la agamia la tiene ahí, en su mejor expresión. Es un texto amplio, que te sumerge sin ahogarte, pero apto también para quienes prefieran aguas poco profundas.

Su defecto en comparación con otros recursos es, lógicamente, que no es gratuito. Creo, eso sí, que para quienes tienen verdadero interés en la agamia se trata de la elección idónea y una inversión de lo más rentable.

El blog

Tiene casi 10 años, y hoy es ya un laberinto de muchas capas en el que yo mismo empiezo a poder disfrutar del placer de descubrir lugares que me sorprenden, desde textos olvidados que valoro más que nunca, hasta ideas que no entiendo cómo pudieron gustarme alguna vez (algunas lo han pagado con su desaparición). Creo que es un buen lugar para jugar, para debatir con unx mismx o con las voces variadas desde las que he ido hablando a lo largo de distintos formatos y momentos, saltando de uno a otro texto a través de los vínculos, cada vez más abundantes, mediante los que voy introduciendo conexiones y relaciones entre ellos.

De todos modos, si alguien quiere orientarse, al menos por encima, al menos para empezar a jugar, dispone no solo de la lista de etiquetas de la derecha, sino de estas dos entradas en las que hace un tiempo seleccioné los textos más representativos ordenados por temas:

Recomendación de textos básicos I

Recomendación de textos básicos II


El canal de youtube

VIDEOAGAMIA

Tengo una idea enormemente ambiciosa sobre lo que puede llegar a ser. De momento apenas la apunta y veremos cuánto soy capaz de desarrollarla, pero ya podéis encontrar en él un complemento verdaderamente interesante para los textos, como esta lista con la presentación de lassecciones del libro.

Además se encuentran en él algunas de las herramientas de divulgación que más útiles han resultado hasta la fecha, como estos dos primeros vídeos contando en qué consiste la agamia. Si quieres explicarle a alguien de qué va todo esto y no se te ocurre por dónde empezar, prueba con ellos.


Os recomiendo también este otro, hoy todavía el último (pronto dejará de serlo) sobre la relación entre no monogamias y feminismo radical.

Os dejo, por último, estas dos presentaciones del libro.



Las redes sociales

Su interés está en el contacto cotidiano, la reflexiones breves, la cercanía y disponibilidad. Podéis encontrarme casi inmediatamente en cualquiera de ellas, y podéis encontrar en cualquiera de ellas, en cualquier momento, la reflexión, el meme o el comentario que aclare algún problema relacional enquistado o algún concepto que se resiste. Os servirán, además, para estar al tanto de eventos y noticias.

Estas son algunas de ellas:

Facebook:

    Agamia

    Contraelamor

Instagram:

    00Israel00

Twitter:

    AgamiaIsrael

Sin embargo ya son muchas más las páginas y perfiles que incluyen la agamia en su temática o se dedican principalmente a ella. Estas dos merecen especialmente la pena y tienen más y son mucho más que páginas de memes:

    Agamia. Comunidad y memes

    Agamia y memes

Pero ya sabemos que lo mejor que nos pueden ofrecer las redes sociales viene expresado en el nombre. Son el lugar en el que comprobar cómo la agamia ha ido materializándose en comunidades virtuales, pequeños grupos y vidas concretas. Son el lugar donde conocer no solo la teoría sino, sobre todo, a quienes se interesan por ella.

El mejor sitio para todo ello sigue siendo este grupo:

    Agamia (grupo)

 

Otros recursos

-Publicaciones en papel

                En la colección (h)amor de la editorial Con Tinta Me Tienes encontraréis dos de los textos sobre agamia que hasta ahora más han gustado. El primero está en el primer volumen. Es mío y es una exposición general de la idea en unas pocas páginas. Tenéis ahí lo elemental de principio a fin, con la ventaja muy particular de que aparece junto a textos de autorxs de referencia de otras propuestas relacionales. Es una buenísima oportunidad para comparar, que es algo a lo que yo siempre animo.

El segundo está en el volumen 4, (h)amor propio. Está escrito por Raquel Manchado y es todo un viaje a la conciencia de quien opone la dignidad y la inteligencia a la constitución de nuestra identidad a través de la pareja. Sin duda uno de los testimonios ágamos más interesantes que podéis encontrar.


-Publicaciones digitales

Hay numerosos reportajes generales, disparmente acertados, sobre agamia. Yo aquí pondré estas dos referencias que, nuevamente son mías.

    -Este artículo en Youkali es una exposición general bastante completa

    -Esto es una entrevista a tres personas no monógamas, una de ellas ágama. Otra buena oportunidad para comparar.

-Podcasts

Por muchas razones mi favorito es EPSA (pronto habrá un nuevo programa en torno a la publicación del libro), con Miguel Agnes, Millana y Fernando.

    EPSA - especial agamia

Pero creo que también puede resultar muy interesante esta entrevista que me hizo Nadir Chacín.

    Sersiendo - Agamia: cómo relacionarse sin formar parejas


¿Echáis algo de menos? ¡Contadme!



domingo, 25 de octubre de 2020

10 DIFERENCIAS ENTRE MITOS DEL AMOR ROMÁNTICO, ALTERNATIVAS ÉTICAS Y AGAMIA

 

Las no monogamias éticas ofrecen una respuesta contundente a los mitos del amor romántico. O al menos eso parece hasta que esa respuesta es comparada con la de la agamia. Es entonces cuando descubrimos que monogamia en serie (o secuencial), poliamor o anarquía relacional, así como el paraguas completo de las llamadas relaciones abiertas o relaciones sin etiquetas son una tierra de nadie entre la tradición patriarcal y una transformación relacional con verdadero contenido.


Hace unos días posteé en algunas de mis redes esta imagen. Como dije entonces es una modificación de otra previa que circulaba con éxito, especialmente entre las comunidades relacionalmente no normativas. En ella figuraban solo las dos columnas de la izquierda, en las que las llamadas “alternativas éticas” dan respuesta a los mitos del amor romántico. Yo añadí la agamia a ambas.

Creo que algunas de las ideas que pretendía transmitir con la modificación saltan a la vista. También creo que otras no tanto, porque la fórmula empleada es visualmente potente pero obliga a sintetizar muchísimo el mensaje. Escribo este post porque creo que merece la pena desplegar la comparación plenamente. Estoy seguro de que dentro de un par de párrafos, a más tardar, vais a estar de acuerdo conmigo.

He dicho muchas veces (en Agamia. Día uno es donde más desarrollado lo podéis encontrar), y me quedan muchas más, que el amor romántico no es otra cosa que la moral de la monogamia indisoluble,  y que la revolucionaria crítica al amor romántico no llega más que a sustituirla por la de la monogamia secuencial, dando pie, un poquito, a asomarse a las no monogamias éticas (poliamor, anarquía relacional…). Entre la monogamia secuencial y las no monogamias éticas la distancia, por tanto, es fácilmente salvable, lo que se aprecia aquí en que ambas propuestas acaban encontrando acomodo en la segunda columna. Para que esa columna pueda presentarse como una transformación significativa debe oponerse, por tanto, a la más antigua y obsoleta de nuestras morales relacionales, todavía vigente, pero ya manifiestamente apolillada. En cambio, entre una convencional sucesión de parejas y, por ejemplo, la vanguardista anarquía relacional, los principios morales pueden compartirse sin apenas conflicto.

Veremos que, al comparar estos principios con los de la agamia no solo se produce siempre un nuevo salto significativo, sino que a veces la distancia recorrida es tan grande que, por comparación, amor romántico y alternativas éticas quedan casi confundidas. Por eso nos da este gráfico una estupenda oportunidad para entender hasta qué punto la agamia dista de otras alternativas a la monogamia o, por decirlo en términos más políticos, hasta qué punto las alternativas éticas no son otra cosa que una reforma, casi una respuesta obligada, evolutiva, a la transformación sociocultural en la que las victorias feministas van siendo acompañadas  también de derrotas ante el capitalismo patriarcal.


1. MEDIA NARANJA – SOLO ME VALGO. ELIJO COMPARTIR – ANIMAL POLÍTICO

Seguramente sea en este primer punto en el que mejor se refleja lo que indicaba en la introducción.

Es llamativo que una propuesta con aspiraciones transformadoras haga suya una idea tan neoliberalmente individualista como la de que nos valemos solxs. Pero no se trata ya de lo evidentemente falsa que es esa afirmación. Lo verdaderamente chocante es hasta dónde la simple descripción de la actualidad relacional, compuesta forzosamente por una sucesión de periodos en pareja y periodos sin pareja, coincide con la propuesta de las alternativas éticas. Como en toda reforma conservadora vemos que el lenguaje incendiario tiene como función distraer de la ausencia de cambio profundo.


2. EMPAREJADÍSIMOS – ESPERA, ¿ESO LO HE DECIDIDO YO? – LA PAREJA ES SOMETIMIENTO PATRIARCAL

Que la pareja es una institución creada por el patriarcado para el control de las mujeres no merece discusión. Solo cabe valorar en qué medida esa pareja es nuestra pareja. La respuesta desde la agamia es que el marco moral ha sufrido ciertas modificaciones pero la estructura, la forma de la pareja, aquello en lo que ella consiste, está intacta, y la estructura es la materialización del marco moral previo. La pareja es la herencia que nos queda del sometimiento patriarcal y, mientras exista la pareja, el sometimiento patriarcal estará entre nosotrxs.

En este punto vemos uno de esos cambios verdaderamente radicales que convierten al amor romántico y las alternativas éticas en dos momentos de lo mismo. El verdadero paso de una sociedad esclavista a una que no lo es no consiste en que algunas personas dejen de ser esclavas, sino en que la esclavitud sea abolida.


3. MONÓGAMXS – MEJOR LO HABLAMOS – NO APROPIACIÓN SEXUAL

Lejos queda ya el tiempo en el que el poliamor denunciaba abiertamente la monogamia. Hoy esa denuncia ha salido del programa, y aunque la encontramos en algunos espacios privados, lo que consta en los oficiales es la convivencia cordial con la monogamia. Las alternativas éticas buscan su sitio en el espacio hegemónico y, para encontrarlo, se ven obligadas a convertir su ética en una simple opción.

La agamia se sitúa a años luz de esa equidistancia, pero se diría que lo único que ha hecho ha sido recoger el testigo que el poliamor decidió abandonar para que no estorbara en su ascenso. Y para ello utiliza una herramienta más radical que la negociación de la libertad sexual: la libertad sexual pasa a ser innegociable.


4. FIELES – LEALES A LO PACTADO – PRINCIPIOS MORALES COMUNES

Tercer punto directamente relacionado con la apropiación sexual, núcleo del gamos y muro contra el que las alternativas éticas se han dejado la cabeza.

Centrémonos esta vez en el concepto “pacto”, que no es otra cosa que “contrato”, y que consagra la idea de que las relaciones están integradas por individuos con intereses contrapuestos, es decir, por competidores en un mercado universal.

Frente al contrato, la agamia fundamenta las relaciones en el consenso, que es el resultado de la reflexión moral (o ética) común, espacio en el que los individuos descubren progresivamente la naturaleza del bien común y pasan a desearlo espontáneamente, sin pacto o contrato que supervise ese deseo.

El binomio consenso/contrato determina las posibilidades de una relación y de las relaciones en una sociedad. Cuanto más deba una relación (o una sociedad) apoyarse en el contrato más atenazada estará por el enfrentamiento de intereses. Cuanto más prevalezca el consenso mayor será su capacidad para actuar de manera coordinada en pos de los objetivos comunes.


5. CELOSXS – COMPERSIÓN – JUSTICIA

La compersión fue la tierra prometida del poliamor, porque los celos eran su infierno.

Enseguida se comprobó que “sentir compersión” era como sentir a dios, algo que se declaraba en público pero que se anhelaba en la intimidad. Lxs compersorxs eran, en realidad, pocxs, y la compersión pasó a ser “el arte de la compersión” y “el camino de la compersión”; un horizonte lejano, casi casi un espejismo. Hoy de lo que se habla es de que bueno, sí, hay que intentarlo, pero es difícil, y lo que hay que hacer en realidad es asumir que los celos serán muchos, y la gestión más, y las consecuencias, veremos…

Las alternativas éticas siguen teniendo pánico a los celos porque los celos vapulean sistemática y cruelmente a quienes las practican. La razón es que, como hemos podido comprobar en los cinco puntos anteriores, todo sigue valiendo, de hecho cada vez valen más cosas, y cuando todo vale, es decir, cuando lo mismo vale lo justo que lo injusto, el sufrimiento aumenta sin freno.

Las personas ágamas no tememos particularmente a los celos, porque los celos no son más que el síntoma de una injusticia, por nuestra parte o por parte de las personas con las que nos relacionamos, y nuestro empoderamiento moral nos permite reflexionar sobre ella, abordarla y resolverla.


6. MUY MUY ENAMORADXS PARA SIEMPRE – MUY MUY ENAMORADXS LO QUE DURE – EMOCIONES SALUDABLES

A lo que nunca va a renunciar una propuesta conservadora y neoliberal es al amor, porque el amor es la fuente de placer inmediato, imprescindible para controlar a los sujetos como trabajadorxs y consumidorxs alienadxs y no organizadxs. Si el discurso proviene, en última instancia, del mercado, su primera palabra, su primer principio, será el amor.

Que el amor es un desequilibrio emocional incapacitante tampoco ofrece mucho margen para el debate. En realidad los mitos del amor romántico son el resultado de un largo proceso de investigación en psicología social que nunca distinguió entre buen y mal amor, hasta que Coral Herrera decidió poner de nuevo el contador a cero y decir que lo malo no era el amor, sino el amor romántico, y que podíamos volver a enamorarnos sin miedo.

Nunca se debió hacer esa distinción, del mismo modo que nunca se debe distinguir entre buenas y malas drogas. La distinción es entre uso, cantidad, función y papel sociocultural. Debemos amar poco, amar con cuidado y, en última instancia, no amar, porque cualquier cosa verdaderamente buena que nos proporcione el amor podemos acabar lográndola sin él.


7. NUESTRO AMOR TODO LO PUEDE – ACEPTÉMOSLO. NO. CUIDADOS Y REPSONSABILIDAD – MATERIALISMO RELACIONAL

El materialismo relacional es la introducción en la ontología de las relaciones de un tercer elemento: estoy yo, están lxs otrxs pero, además, están las cosas (recursos, acciones, prácticas, trabajos, símbolos…). Es la idea de que relacionarse no es el encuentro entre espíritus, sino entre sujetos situados (en el mundo) que se relacionan para algo, y es la superación de la dicotomía del primer punto SOLX / COMPARTIENDO, al entender que es la relación con el mundo, con nuestro desarrollo en él y con él, lo que determina qué agrupación es adecuada para cada circunstancia.

Por expresarlo en los términos de la imagen, es dejar de distinguir entre la relación y unos recursos llamados “cuidados” que la relación debe gestionar, y es entender que relacionarse siempre es gestionar recursos; que sin la cosa, sin el mundo, solo tenemos a dos sujetos, o tres, o todxs, que se contemplan perplejxs y vacíxs.

Es, además, el elemento que nos falta para entender el porqué de las relaciones, y gracias al cuál será mucho más difícil que estas tengan porqués ocultos.


8. PORQUE YO QUIERO, NO PORQUE LO DIGA LA TV – VIVIMOS EN MATRIX – MATRIX TIENE FORMA DE CORAZÓN

Esta línea me parece particularmente irritante. No hay cosa más cuñada que intentar descubrirle Matrix al de enfrente.

Que vivimos ideológicamente alienadxs es una evidencia. Pero superar esa alienación no es un golpe de conciencia, sino un proceso siempre activo y nunca terminado. Matrix se abandona en cada aprendizaje verdadero, no mediante una desconexión traumática y reveladora, como en la peli. Por eso ponerse del otro lado de Matrix, ser quien desconecta de Matrix, es pertenecer a Matrix más que nunca.

La revelación, sin embargo, es posible, pero es siempre una revelación concreta, porque cada descubrimiento aparece con algún grado de disrupción, algún momento de cambio, algún eureka. Salir de Matrix es hacerlo innumerables veces, en cada uno de sus planos.

Y en el plano relacional Matrix se llama amor. Salir del amor también es una idea general, pero con un primer nivel de concreción que la vuelve práctica y militante. Matrix, en realidad, no significa nada, es una abstracción, es el control mismo. “Vivimos en Matrix” puede traducirse por “nos controla el control”. Es una oración sin sujeto. Cuando aportamos un sujeto, el amor, el sentido empieza a articularse y podemos pisar firme.


9. JUGAR A CASITAS – RED AFECTIVA – RED DE RECURSOS

Está bien que este punto tan divertido sea el siguiente, porque alivia la irritación producida por el anterior. ¿Recordáis el séptimo, ese en el que se reivindicaba, aunque de forma incompleta, el componente material de las relaciones a través el concepto de cuidados? Pues aquí se desanda el camino.

Lxs materialistas (criticar el materialismo, cuando no se trata de avaricia sino de reconocimiento de que el mundo está formado por materia y todo tiene, por tanto, una dimensión material, es hipocresía burguesa de libro) ahora son lxs románticxs, que quieren una vivienda. La gente ética vive de los abrazos, de la buena vibra y de los círculos de pies. Sus relaciones son “afectivas”, es decir, puramente simbólicas. Por eso se les ha llamado tantas veces a capítulo con respecto al uso del concepto “cuidados”; porque en este discurso los cuidados son simplemente afectivos y su necesidad puramente subjetiva, pero el conjunto completo de los cuidados, especialmente aquellos que consumen más recursos y generan más dependencia, quedan invisibilizados.


10. PASIÓN ETERNA – COMPAÑERXS DE VIDA – COMUNIDAD: EL MUNDO

No me parece mal que se pase de la pasión eterna al compañerismo eterno. Pero eso ya se proponía en los años 50, e incluso antes .y se llamaba “matrimonio”. Si mi objetivo es relacionarme bien, estar bien relacionado, tener satisfechas mis necesidades relacionales, ¿dónde está mi función política, mi propuesta transformadora, mi revolución?

No me relaciono bien como fin en sí mismo. Me relaciono bien porque eso es lo que me capacita para actuar como sujeto político, para mirar al mundo y contribuir a su armonía. Tanto el amor romántico como las alternativas éticas nos hablan de las relaciones desde una sola perspectiva, la del apego, la de mis necesidades. Por eso son infantiles, por eso son insuficientes y por eso son burguesas. Esa parte de las relaciones es solo la que tiene que ver con nuestra seguridad, y es ella sobre la que nos volvemos cuando nos falta. Pero nuestra mirada debería estar puesta en la exploración del mundo, hasta el punto de descubrir que nuestras relaciones son saludables porque no nos acordamos de ellas, y porque es en el mundo, y no en ellas, donde verdaderamente estamos.