jueves, 5 de mayo de 2016

principios para una CRÍTICA AL AMOR


Tras la crítica realizada a la CalMAR y la sustitución de la mitología del amor romántico por una mitología del amor, parece útil invertir los enunciados negativos de la mitología en una lista de planteamientos críticos frente al concepto “amor”. La que aquí expongo respeta una correspondencia punto por punto con los mitos del amor. Esa claridad genealógica es una ventaja para el análisis retroactivo, aunque quizás no sea la mejor estructura para la crítica misma. Se trata, además, de una crítica propuesta, es decir, de la exposición de una serie de rasgos de la realidad amorosa (no del ideal amoroso mítico) altamente cuestionables tanto moral como intelectualmente. No se trata, por lo tanto, de una crítica realizada.

Una estructura alternativa para dicha crítica es este análisis del concepto “amor” según tres fuentes de discurso a las que llamo “el amor del amor”, “mi amor”, y “el amor AMOR”.
1-el concepto “amor” no tiene por qué designar una realidad coherente ni tiene por qué ser coherente con la realidad que designa.

Debemos distinguir entre lo que el amor es y lo que queremos que el amor sea. Para saber qué es debemos señalarlo en diferentes realidades y extraer de ellas su definición. Si no podemos señalarlo o nos es muy difícil tendremos que decir que no existe o que es demasiado escaso o impreciso como para concederle gran importancia. Si obtenemos varias cosas diferentes, no unificables bajo ningún criterio claro, tendremos que decir que el amor es varias cosas; cada una de estas cosas tendrá que tener su propio nombre y definición, y cada una de ellas tendrá que ser coherente consigo misma.
Si hablamos de lo que queremos que el amor sea tendremos que probar su viabilidad (no es aceptable enunciar un simple ideal de perfección contradictorio como “el amor es realizarse dándolo todo”) y enfrentarla al resto de propuestas en busca de una síntesis.  Tendremos que tener siempre en cuenta, además, que quien propone otro concepto de amor no amará (no deberá amar, en realidad) como nosotrxs.
No hay, además, relación necesaria entre lo que se dice que el amor es y lo que el amor es en realidad. El amor es cuestionable. La responsabilidad de demostrar que algo es amor recae sobre quien afirma que lo es, incluso aunque hable de su propio amor.

2-el amor es superable. Vivir con amor no es el súmmum de la realización humana. Vivir sin amor no es tan duro.

La felicidad tiene que ver con condiciones de vida objetivas o con la realización del proyecto sociopersonal o sentido de la vida, dado como presencia de las condiciones de vida adecuadas para la realización de ese proyecto. La felicidad no debe confundirse con la alegría, la diversión o el placer, todas ellas estados de ánimo o experiencias de corta duración. Una persona feliz que sufre un percance leve sigue siendo feliz aunque esté triste o dolorida. Una persona infeliz que disfruta en una fiesta sigue siendo infeliz. El amor, gracias a su mezcla explosiva de afecto y sexo, y a los estados carenciales que genera, provoca fuertes estados de placer que son confundidos con felicidad mediante el discurso del carpe diem.
El amor sólo puede acercarse a la máxima fuente de felicidad cuando es el proyecto personal mismo. Sin embargo, el amor es insuficiente  como proyecto personal porque no es dinámico. Será dinámico cuando se trate de la realización de una familia, pero entonces tampoco será suficiente porque será, salvo excepciones, exógeno. Que nos parezca horrible vivir sin amor (sin lo que el amor nos proporciona) nos hace olvidar que sería aún peor vivir sin un sentido de vida, sin una realización personal que nos sacara del embotamiento, aturdimiento, anulación, vegetación amorosas.

3-el amor no es bueno.

Las consecuencias conductuales y emocionales del amor entendido como sentimiento son amorales, es decir, ni buenas ni malas a priori. El amor presenta ventajas morales, como el afecto o la predisposición a la cooperación para el logro de la meta conjunta del amor (presente sobre todo en la seducción). Pero también presenta importantes desventajas, como la selección del afecto por proximidad (o, directamente, por constituir objeto de deseo), la urgencia de su deseo o la defensa de su posesión. Una persona enamorada no suele ser una persona de fiar, y estamos acostumbradxs a poner en cuarentena nuestra confianza en ella. Sabemos que una persona enamorada sólo mejora, en todo caso, para la persona de la que se enamora, y empeora para todas las demás.
El amor como ideología (el verdadero amor), sin embargo, es definitivamente malo. Irracionaliza, atonta, aliena, distrae y aisla.
No importa el valor moral de la acción: Cuando actuamos en el nombre del amor actuamos por amor, es el amor quien actúa.

4-el amor es congnoscible. 

Tanto las motivaciones amorosas (conductas, orientaciones sexuales, orientaciones de deseo, parafilias, aversiones y ascos…) como la esencia del amor, su naturaleza o su sustancia son, como cualquier otra cosa, perfectamente comprensibles y asequibles al pensamiento. Lo que no es asequible al pensamiento debe serlo por una razón también cognoscible sin la cual volvería a serlo.
Investigar, profundizar en y liberar los deseos reprimidos (justificación moral del BDSM, por ejemplo) no es el único momento posible en el conocimiento del amor. También es posible comprender qué genera esos deseos. El conocimiento sobre el amor transforma nuestra manera de relacionarnos con el amor y, con ello, nuestra fuente de placer. El conocimiento del amor es en sí mismo una fuente dinámica de placer relacionada con el amor. El no conocimiento sobre el amor fija nuestra fuente de placer, agotándola.

5-el sexo y el afecto son dos realidades diferentes y autónomas. 

El amor no es necesariamente un elemento puro indivisible. El amor no es necesariamente el único lugar donde se dan las cosas que se dan en el amor.
Su unión es posible pero no necesaria. Puede ser beneficiosa, pero no necesariamente. Nada hace pensar que sean ingredientes complementarios de un placer excelso y superior. El afecto es sólo una de las cosas que pueden mejorar el sexo. El sexo es sólo una de las cosas que pueden mejorar el afecto. Su separación no implica la unión con su contrario. El sexo sin afecto no es necesariamente sexo sin respeto o sexo con odio (masoquismo). El afecto sin sexo no es necesariamente afecto con distanciamiento sexual, rechazo o asco (“sólo” amigxs).
Parece que lo normal sería que las relaciones sexuales implicaran, al menos, cierto afecto y ciertas manifestaciones de afecto (como es propio de otras actividades sociales). Parece sensato también pensar que el afecto debería facilitar las relaciones sexuales en diversas modalidades e intensidades (no todas las manifestaciones de afecto tienen, sin embargo, las mismas funciones ni, por lo tanto, facilitan por igual las conductas sexuales). Es importante aprender a detectar cuándo queremos afecto y cuando queremos sexo, para poder expresar lo que realmente deseamos en nuestras propuestas. Muchas formas de afecto necesitado son símbolos de aceptación sexual (afecto táctil sin sexo). Muchas formas de sexo necesitado son símbolos de aceptación afectiva (búsqueda sublimada  de amor).

6-el trabajo sirve para lograr un objetivo deseable. La resignación es el objetivo principal del trabajo realizado en el gamos, y no es un objetivo deseable.

Las relaciones no producen trabajo, sino que son una transformación en el tipo de trabajo realizado por las personas participantes, que pasa de ser individual a ser colectivo. Si las relaciones producen más trabajo que las no relaciones para lograr los mismos objetivos, entonces las relaciones mismas no son deseables, o no en el estado en el que se encuentran. Las relaciones no son un fin en sí mismo. El fin de las relaciones es el aumento de la capacidad colectiva para producir vida buena. Las buenas relaciones no son un fin en sí mismo pero son tratadas como un fin en sí mismo dado que entendemos por “buenas relaciones” aquellas que aumentan esta capacidad. Las relaciones, por lo tanto, no deberían experimentarse como un trabajo o como un aumento de trabajo, sino como una mejora de la vida o una optimización del trabajo.
Que dediquemos un enorme trabajo a buscar relaciones, y que dejemos de hacer ese trabajo una vez que la o las tenemos, no compensa del trabajo para obtener fines no deseables, como la resignación, que realizamos en las relaciones. El trabajo de caza no cuenta como trabajo a la hora de valorar las relaciones.

7-el amor es una fuente de desigualdad social.

Hay personas que acumulan todo el capital amoroso (posiciones altas de valor sociosexual), es decir, que son vistas por cualquier otra como pareja deseable y reciben poder de ello. Hay personas que carecen por completo de capital amoroso, nadie las considera deseables y nunca llegan a formar una pareja que se parezca a lo que esperan que sea una pareja. Hay personas que disponen de una pequeña cantidad de ese capital y forman una pareja precaria para poder realizar ese capital, aliviando y perpetuando a la vez su precariedad amorosa. Estos dos últimos grupos son mayoritarios. Además, hay personas que no encajan en el modelo de pareja por diferentes razones: Ideológicas (contrarias a la normatividad hegemónica), caracterológicas (aunque disponen de capital, ese capital no es realizable porque su carácter cierra las vías para la realización), logísticas (responsabilidades, situación geográfica,…).
La experiencia amorosa te indica de una manera aproximada cuál es tu capital y lo que puedes esperar del amor en el futuro si nada cambia, es decir, te educa para en la aceptación de la desigualdad.

8-el amor es encuentro entre desiguales.

En términos platónicos, el amor es “deseo de lo que no se tiene” o, dicho de otra manera, “deseo de lo que supera en virtud aquello que se tiene”. Ya es curioso que siendo el amor hegemónico el heterosexual, y siendo la heterosexualidad su origen, se pretenda que la diferencia radical de género irá acompañada de una identidad radical en todos los demás aspectos de las personas.
Desde una perspectiva cultural del deseo entendemos que el sexo no es sólo sexo, y que tal vez pueda sustituirse, directamente, por el concepto “poder”. Así, deseamos a quien nos daría poder en una relación amorosa, nos es indiferente quien no produciría un flujo de poder, y nos repugna quien nos restaría poder. Obsérvese, como prueba conclusiva, que la correspondencia entre amor platónico y repugnancia sería la más frecuente si se visibilizaran, no sólo las parejas formadas, sino todas aquellas que produciría una combinatoria exhaustiva (promiscuidad perfecta). El amor no se realiza entre personas iguales (parecidas, en realidad) porque la igualdad sea lo que más fácilmente genera amor, sino porque es la única combinación en la que cabe la posibilidad de que ambas personas estén de acuerdo en constituirse como pareja. El amor real, por lo tanto, no se realiza jamás, y toda la realidad del amor es el sucedáneo igualitarista del amor. Para que dos personas similares, entre las que no habrá flujo de poder y que por tanto no proporcionan ganancia en ninguno de los sentidos, formen pareja, debe construirse una propensión a la pareja, una necesidad de pareja, mediante la cultura del enamoramiento y mediante el aislamiento sexoafectivo de las personas sin pareja.
Todo esto suena horrible, pero es que hablamos de algo horrible. De todos modos, peor era el punto anterior.

9-el amor es un recurso limitado.

Sea cual sea la definición de amor a la que recurramos, aparecerá como tal. Ya se trate de un sentimiento o una actividad, sexo, afecto o cuidados, una experiencia o una habilidad, no se dispone de todo el amor que se desee para todo el mundo. Cuanto más se acerca la definición de amor a su presentación como un recurso infinito, más vago se vuelve dicho concepto de amor. El amor no es infinito. Lo infinito es la capacidad de crear convivencia armónica gestionando los recursos que el amor monopoliza. Bien distribuidos, se puede crear una infinita falta de necesidad de amor.

10-el amor es un concepto situado, contextualizado en una cultura y producto de ella.

Las relaciones amorosas tienen en general unas mismas referencias culturales que tienden a reproducir. Las diferencias personales no son suficientes para establecer diferencias relacionales sustanciales, aunque las relaciones no sean, por supuesto, idénticas. Hay relaciones parecidas, relaciones que ya se han vivido y relaciones que pueden no aportar nada con respecto a otras relaciones.

Partir de una idea muy personalizada y liberalizada del amor, es decir, sustituir los cánones sociales por la libertad individual, no impide la homogeneización de las relaciones en torno a otros cánones culturales previamente presentes (como los neoliberales). Si todxs empezamos de cero, todxs avanzamos muy poco. Las relaciones diferentes y transformadoras no se construyen sólo con la negación del canon, sino con la propuesta positiva, crítica y democrática, de nuevos paradigmas. La negación del canon no conlleva la identidad jerárquica de las relaciones (anarquía relacional), sino la repetición de las jerarquías propias de otros cánones culturales. La ausencia de jerarquía no es, por lo demás, un fin en sí mismo, sino un medio provisional para subvertir un orden jerárquico injusto. La distribución de responsabilidades es una herramienta indispensable e inevitable para la organización. La igualdad no es identidad en las funciones y actividades, sino de oportunidades y derechos.



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