miércoles, 14 de diciembre de 2016

gracias "Patria".


Se creían los puteros y los porneros que éramos idiotas.

Se pensaban que dándonos un poquito de coba ya nos iban a tener comiendo de su mano. Se habían hecho a la idea de que nos la iban a meter, que es el tipo de imagen a través del que se conforman sus pensamientos.

Habían dicho: “Venga, que el año pasado encontramos el truco. Que con colocar a alguien que se nos haya hecho famoso por lo que sea (aunque sea por hacer el ridículo) y ponerle a decir cuatro chorradas buenistas (aunque no haya quien se las crea), ya todo el mundo traga. Lo único que necesitamos es que repita mucho “follar”. Tenemos la gallina de los huevos de oro de la ideología. Tenemos “follar”.”

Y habían pensado que con el feminismo iba a ser igual: “La chica ésta nos viene de miedo. Y como es mujer, y por lo visto va de feminista, de paso engañamos a las rancias de las feministas, que son un grano en el culo.”

Se pensaban que el feminismo es un producto, como lo que ellos hacen, o que le vale todo, como al porno, o que está corrompido, como ellos.

Pues la cagaron bien.

El día de su lanzamiento “Patria” fue un exitazo sin matices. Todo el mundo lo vio, lo compartió y lo elogió. “¡Qué atrevido!” “¡Eso es hablar claro!” “¡Zasca a la hipocresía!”

Pero el segundo ya se vio que algo no estaba saliendo bien. El vídeo seguía compartiéndose. Pero ya aparecían preguntas incómodas “¿Aquí hay verdadero contenido o es el uso de cuatro tópicos?” “¿Pero esto no lo paga Apricot?” “¿Un proxeneta tiene legitimidad para dar lecciones morales?”

El tercero empezaron los calificativos: “ridículo”, “vergonzoso” y, por supuesto “HIPÓCRITA”.

Y el cuarto las redes se inundaron de artículos poniendo en negro sobre blanco lo que era esa repugnante estrategia de marketing para vender mujeres convertidas en carne consumible y desechable, y para convencer al resto de las mujeres de que lo mejor que podían hacer era pasar por la carnicería e irse quitando la ropa.
Entonces empezaron las polémicas, los debates, el rebrote de los viejos enconamientos y, cómo olvidarlo, la omnipresencia de la inefable Amarna Miller, explicándonos a tantxs tontxs como en el mundo somos cuál es la verdadera definición de “pornografía”, cómo se distingue realidad de ficción, y lo feliz que es ella y que son todas las otras prostituidas y pornografiadas a las que ella, desde su infinita y generosa modestia, representa.

Pero ya era demasiado tarde, porque la máquina crítica feminista estaba en marcha, y esta vez había hecho presa de verdad. Así que el vídeo pasó del cuestionamiento al descrédito, del descrédito al desprecio, y de éste al escarnio más acerbo y a la parodia más demoledora. En algún sitio leí que se pedía a @ivánlagarto hacer un montaje de denuncia de su cinismo, como aquél en el que le puso un bolero al mensaje navideño de Felipe VI. Yo todavía no pierdo la ilusión.

Y la evolución de la imagen de Mi Patria se tradujo en la evolución de la opinión de personas concretas. Por todas partes aparecían matizaciones, correcciones, cambios de 180 grados: “Me encantó el vídeo cuando lo vi. Ahora me da asco”. Eso una y otra vez. Y se ganaban todos los debates. Todos. En todas partes. Daba igual si era un grupo abolicionista o de “familiares y amigxs de Amarna”.

Pero lo que se estaba ganando, o decidiendo, no era el destino del vídeo del Salón. Era mucho más. Era la gran controversia feminista entre proprostitución y propornografía frente a antiprostitución y antipornografía. Sin quererlo, los muy lumbreras de Apricot nos habían dado la herramienta perfecta para analizar, ponernos de acuerdo y llegar a conclusiones. Por fin.

Y por fin se vio de una manera clara y distinta que tras los argumentos “pro” no había nada. Que desde hace mucho tiempo se alimenta el fantasma de un debate, pero ese debate está más que terminado. Que la imagen que se construye de lo “anti” es un espantajo para dar miedo, y que la mayoría de las personas “anti” y de sus posiciones no se parecen a él en nada. Que la gente “pro” hace guerra de guerrillas argumentativa, porque ha perdido toda la confianza en el enfrentamiento abierto de las razones. Que llegaban, insultaban y huían. Que decían que estaban hartxs del feminismo blanco hetero, que qué pereza, que si las SWERF. Pero siempre quedaban en evidencia.

Así que, vista la situación desesperada, las pocas personas que fueron quedando comprometidas a muerte con el “pro”, lxs recalcitrantes del “pro”, esa gente que pone al “pro” antes que al feminismo, tuvieron que recurrir a la invocación disciplinaria de la sacrosanta unidad: “¡No dividamos al feminismo!”.

Y, claro, nadie quiere dividir al feminismo. Así que volvimos al respeto, al “es sólo mi opinión”, y al “ante todo, sororidad”.

Y ahora estamos con la duda de si el consenso fue un espejismo producto del entusiasmo, o un paso adelante, una enorme oportunidad que, eso sí, se nos puede escapar de las manos.

Y yo, es sólo mi opinión, creo lo segundo. Creo que se ha escenificado definitivamente la falta de argumentos feministas del lado “pro”, y que hay que llevar la escenificación a sus últimas consecuencias. Creo que hay que dar por zanjado el debate sobre prostitución y pornografía, al menos en lo que se refiere al enfrentamiento entre “anti” y “pro”. Y creo que hay que hacerlo a todos los efectos que son, sobre todo, la divulgación de sus conclusiones. Creo que hay que decir, de una vez, y sin complejos ni culpas, que las posiciones “pro” no son feministas.

Creo, repito, que hay que llevar la escenificación hasta el final, porque “Mi Patria” ha producido una notable deserción en el bando “pro”, pero lo que necesitamos es una desbandada: que todo el feminismo esté unido. Unido, eso sí, del lado del feminismo. Por eso hay que decirlo claro y público. 
Y quien quiera refutar, que refute. Pierden siempre.

Y que nos digan, cómo no, que eso es dividir al feminismo. Sabemos que el feminismo ya estaba dividido, porque a día de hoy hay neoliberalismo en el feminismo, y decir que hay un feminismo neoliberal y uno que no lo es, pero que los dos son feminismos, es como decir que hay un feminismo feminista y un feminismo antifeminista. Y sabemos que esta división bloquea su eficacia, su difusión, su expansión. Nos dirán que eso es partirlo por la mitad, pero a mí me parece que es justo lo contrario. Si conseguimos terminar esta escenificación de la elección definitiva del “anti” lo que haremos será romper la cáscara neoliberal que atenazaba nuestro crecimiento y disponernos para una nueva expansión social. El feminismo ha crecido mucho, pero en ese crecimiento ha absorbido, o se le ha infiltrado, mucho no feminismo que, en parte, lo ata. Que crezca de nuevo, y que quede fuera, si lo desea, quien no sepa cómo defender sus posiciones con argumentos feministas.

Es cierto que Mi Patria ha conquistado corazones fuera del feminismo, y seguramente ahora hay más gente “pro” que antes del vídeo. Pero en el feminismo hay menos. Mucha menos. Y lo que hace falta para que toda esa gente no feminista nos escuche a nosotrxs, en vez de a puteros y porneros, es que les hablemos con una sola voz. Si la conseguimos, y estamos a un paso de hacerlo, dará igual a cuánta gente se haya ganado el engendrito publicitario.

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