23 Mayo 2013, Lunes 18:35
Álvaro y Raquel acaban de
terminar de follar.
Los dos se han corrido
satisfactoriamente, abrazados, como a ellos les gusta. Primero ella, después
él, luego ella de nuevo con un poco de ayuda, y después han quedado juntos aún
un rato. Sus cuerpos han aprendido esta pauta, la expectativa del placer
fácilmente accesible los predispone al entendimiento siempre que no se
interponga un obstáculo perturbador. Saben que antes no era tan fácil, y saben
que no lo sería con otra persona. Es la ventaja que les proporciona la duración
de su vínculo. Un fruto de su amor que pueden recoger en su renacida madurez
cada dos o tres días. Su sabor a placer cultivado les ha hecho olvidar el imprevisible, agrio, excitante y ponzoñoso
sexo de sus primeras veces. Recuerdan que, en algún momento, aquél fue llamado bueno,
que llegó a considerarse inolvidable y entienden que éste, bueno o inolvidable
también, debe de ser el mismo. La idea de que están empezando algo nuevo contribuye
a ocultar la contradicción.
-No he disfrutado con nadie
tanto como contigo.
-¿Eso es verdad?
-Te lo prometo.
-Yo tampoco.
-¡Qué bien nos entendemos en
la cama!
-¡Qué bien nos entendemos en
todo!
-Somos tontos.
-Es verdad
-Pero ya no lo vamos a ser
más.
-No. Ahora estamos preparados.
Tenemos un plan, ¿verdad?
-Claro. Cuando nos ponemos
lo resolvemos todo.
-Podemos con todo.
-Quiero estar mucho tiempo
junto a ti. Que hagamos muchas cosas juntos.
-¡Mi amor…!
-¿Qué vamos a hacer hoy?
-Nada. Estar así. Abrazados. Sin separarnos absolutamente para nada.
historia de amor: desglose por indicadores. XVIII. no hay fuerza comparable al tiempo
historia de amor: desglose por indicadores. XVIII. no hay fuerza comparable al tiempo
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