lunes, 30 de octubre de 2017

socavando la belleza normativa.


No nos gusta el modo en el que el valor sociosexual jerarquiza nuestras relaciones.

No nos gusta que las personas con más vss estén no sólo sexosentimentalmente favorecidas sino que su favorecimiento se extienda hasta convertirlas directamente en líderes del grupo. Y no nos gusta que las personas que ocupan los lugares más bajos sufran, además, del desfavorecimiento sexosentimental.

Ésa es la razón por la que nuestros grupos tiendan a estar formados por personas con un vss similar.

Sucede así en los grupos de ocio (de amigxs), en los que ninguna razón determina a priori sus integrantes (como sucede en la familia, el trabajo…). No significa que estos grupos no se jerarquicen también, dado que ésa es la tendencia natural del vss. Pero al menos lo hacen con un nivel de incertidumbre que implica dinamismo y, por ello, cierta equidad. Si los grupos estuvieran abiertos a cualquier nivel de vss, como sucede, por ejemplo, en el ámbito laboral, nos encontraríamos en nuestros espacios vinculares cercanos con el vasallaje más crudo y estratificado.

A pesar de este desagrado que nos produce la dinámica del vss, nos preguntamos si tiene sentido buscar una alternativa, y si cualquier alternativa no será aún peor.

Éste pretende ser un post eminentemente práctico, de modo que pasaré ya a un ejemplo que, por serlo, incluirá multitud de elementos sobre los que no se ha hecho hincapié en la presentación. Obviémoslos en lo posible.

Vamos a ver un caso en el que un poder originalmente diferente se inserta en la dinámica del vss, las distintas formas en que puede hacerlo, y cómo modifica cada una de ellas esa dinámica.

En los colectivos no monógamos nos encontramos con frecuencia una muy deseable mezcla de edades. Reivindicarlo es hacer de la necesidad virtud, pero entre las virtudes reales que ya podemos reivindicar está el haber pasado por ello, de modo que aprovechémoslo para reflexionar.

La razón por la que los grupos de ocio son generacionales no es sólo la diferencia de intereses. Echad un vistazo a los que conozcáis. La edad influye en el vss, y eso genera dinámicas concretas por parte de los grupos, tanto de asimilación de aquellos sujetos de vss similar como de expulsión de los que constituyen una amenaza, tanto por exceso como por defecto de vss.

Hasta determinada edad, y en líneas generales, acumular años es acumular experiencia sin pérdida de belleza normativa (o incluso con ganancia, pero simplifiquemos) y, por consiguiente, de vss. A partir de dicha edad la acumulación de experiencia va acompañada de una pérdida de belleza normativa que puede o no ser compensada por aquélla. Esta regla obivia y general enseña a las personas y a los grupos a reaccionar espontáneamente al vss implicado por la edad.

¿Qué sucede cuando una persona de una edad sensiblemente superior (10-15 años) a la edad típica del grupo se integra en él de manera estable? Seguramente os van a sonar todas las variaciones.

-Su experiencia convierte a esa persona en líder alfa (es decir, líder preeminente, visible, referente. En la mayoría de las ocasiones hablamos, lógicamente, de un hombre) del grupo.

Se convierte en la cima de la pirámide de vss y acumula privilegios. El liderazgo por edad se naturaliza y lxs líderes previos, de edad típica e inferior, quedan relegadxs.

La intuición de esta posibilidad es una de las principales razones por las que el grupo tiende a cerrarse a estos individuos, y por las que nuestra cultura tiene naturalizada la idea de que no es bueno que las edades se mezclen. Si nuestra cultura fuera coherente también condenaría que se mezclaran los distintos niveles de belleza normativa. En realidad, en cierta forma, lo condena.

Si hay algo especialmente repugnante en la actual forma de estetizar la madurez es presentarla como otro modo de frivolidad.
Se pierde así la oportunidad de combatir la belleza normativa consumista con un valor tan interesante como la experiencia.

-Su experiencia se muestra insuficiente (porque no es bastante o porque no compensa su inferioridad en otros valores) para convertir a la persona en líder alfa.

Ocupa entonces cualquier otro puesto en el ranking de vss. Si esa persona asume su posición de manera cordial tiende a producirse una cierta invisibilización de la diferencia de edad. La jerarquía del grupo asimila al sujeto diferente.  La edad típica del grupo prevalece como virtud por sobre la de la persona de mayor edad, y ésta tiende a perder conciencia de ella. Nos encontramos con una persona que, con frecuencia, vista desde fuera, nos resulta infantilizada, o que es percibida como alguien que acepta ser infantilizadx a cambio de un determinado vss.

-Su experiencia se muestra insuficiente para convertir a la persona en líder alfa, pero ella se resiste a aceptar la posición en la que la coloca el grupo.

En estas ocasiones la experiencia se sobrerrepresenta. La persona la reivindica continuamente, a la vez que el resto del grupo la rechaza (“¡pesadx! ¡rancix!”) o la confina a una valoración de escaso rédito sociosexual (“graciosx, cebolletx…”). Estas personas exacerban habitualmente la competitividad dentro del grupo y tienden a generar afiliaciones (subgrupos de vss específico donde se encuentran quienes sí conceden vss a la experiencia) que pueden llevar a la escisión. Esta competitividad extrema las valoraciones individuales hacia ellxs (la mayoría lxs considera de poco vss, mientras que unxs pocxs lxs consideran de mucho), haciendo depender su éxito sociosexual de la existencia de juicios extremos favorables.

En estas tres variaciones no aparece, o apenas lo hace, otra cosa que no sea la pura competitividad gámica.

Son tres sujetos diferentes al sujeto típico del grupo, que compiten desde sus poderes propios, reforzando con ello la dinámica del vss como valor genérico capaz de asimilar cualquier otro. Si entendemos la belleza normativa como principal factor determinante del vss del grupo, en estas variaciones simplificadas la experiencia se pone al servicio de la competitividad sociosexual, pugnando por prevalecer sobre dicha belleza. Allí donde lo logra (primera variación y parte de la tercera) nos encontramos con la distopía con la que amenazan quienes se aferran al mal menor de nuestro presente vss: la experiencia, la edad, ¡la vejez misma como vss! La sustitución, sin embargo, es trivial, porque el vss es el deseo mismo, y se acumule donde se acumule, sea rosa o espina, es experimentado como deseo sano.

En los tres ejemplos presentados hasta ahora la experiencia no ha determinado en nada la naturaleza de la competición. Sigue siendo el gamos lo que lo hace.

-Existe una cuarta variación, que también nos resultará familiar. La llamaré la de “sujeto de poder latente”, y consiste en no dedicar las fuerzas a competir por vss. Cuando esas fuerzas se dedican a asegurar una posición propia justa en el grupo e, incluso, a asegurar que el grupo proporcione posiciones justas a sus integrantes, podemos hablar de “sujeto justo” (se vuelve prescindible añadir “de poder latente” porque el sujeto justo “ajusta” de suyo el uso de su poder). Este poder, que puede estar más o menos cerca del poder del/a líder/esa visible, es ya una alternativa no sólo a la belleza normativa, sino a la propia dinámica del vss.

La gestión que de su poder hace el sujeto de poder latente del ejemplo puede ser justa o injusta, pero la probabilidad de que sea justa es superior a la del poder que dimana de la belleza normativa, porque la experiencia conlleva un desarrollo humano no implicado en aquélla (a no ser que queramos trabajar la hipótesis de que lxs guapxs tienen más gusto estético, y que el gusto estético es inteligencia… pero eso nos acercaría peligrosamente a defender la inteligencia de modelos por ser modelos o de futbolistas por ser futbolistas).

Podemos encontrar ejemplos de latencia abiertamente injusta (poder secreto que busca sorprender o que confabula, cuando lo hace con fines injustos), pero normalmente la latencia es una renuncia a la optimización de la explotación del poder, y apunta, por lo tanto, a un comportamiento virtuoso.

Si entendemos que el poder es la capacidad de obrar, y la autoridad la legitimidad para obrar, podemos decir que el uso virtuoso del poder consiste en el reparto justo de autoridad, de modo que el poder original desaparece, quedando, normalmente, latente.

La experiencia es sólo un ejemplo de valor cuyo funcionamiento con respecto a la gestión justa del grupo es diferente al de la belleza normativa. No quiere esto decir que sea el valor sustituto que buscamos. Lo que se pretende es persuadir de que la sustitución de la belleza normativa por otras formas de vss abre la posibilidad a que esos nuevos valores puedan deconstruir la competitividad sociosexual. Hace falta que sean los valores adecuados, y que se ejerzan también sobre la acumulación misma del poder.


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