viernes, 12 de abril de 2013

sexo. FORMA. presentación



Un resumen muy somero de nuestra vida sociosexual nos presenta, ante todo, un sorprendente contraste a priori entre el tratamiento mediático y cultural del sexo y su realidad privada. A pesar de que aparece en todas partes, ya sea de modo explícito o sugerido, desaparece por todas partes, al menos por todas las partes conocidas (especialmente si discriminamos entre sexo satisfactorio e insatisfactorio), cuando analizamos su realidad práctica. El discurso, la narración, que resuelven esta contradicción aparente, nos dicen que los medios de comunicación y, por extensión, nuestra cultura, nos invitan desinhibidamente a un sexo al que nosotros nos liberamos, nos entregamos, aún con reticencias y cierta mojigatería. Así, los medios de comunicación realizarían el papel de educadores de una falta residual de formación. Heredarían el papel de divulgadores (ya no fanáticos y desquiciados, como fueron los del amor libre, sino sometidos al filtro de la sensatez), de la ideología de la liberación sexual, frente a una sociedad que ya ha aprendido los rudimentos de la misma y se dedica ahora a asentarlos, afianzarlos, perfeccionarlos y universalizarlos. 
La historia está, por lo tanto, resuelta con final feliz y, como en todas las historias bien contadas, no se exige el relato de las consecuencias de la resolución, sino un ejemplo de ellas a título de inventario. La cultura nos da la respuesta al problema, con lo que lo despoja de interés, y el que dicha respuesta se aplique hasta acabar con él se deja a que caiga por su propio peso gracias al trabajo automático del tiempo. Pero este trabajo queda ya fuera del foco de atención.
En resumen, la línea argumental de la historia sería que, una vez, hace tiempo, tuvimos un problema de represión sexual. Ese problema se resolvió (mediante el descubrimiento de lo que nos extraña hoy que no fuera siempre una obviedad: la “naturalidad” del sexo), y ahora la solución está a nuestra disposición para ser usada por cualquiera que decida requerirla. No habría ya, estrictamente hablando, ni problema ni historia que contar. El sexo ha dejado de necesitar teoría y nada importante cabe nunca más ser dicho sobre él. El problema se ha vuelto, por lo tanto, exclusivamente individual. No hay un problema sexual, pero hay gente con problemas sexuales por razones que son de su absoluta responsabilidad y cuya solución conoce cualquier persona medianamente informada.
Estos problemas, sin embargo, llevan extendiéndose en el tiempo desde la revolución sexual sin grandes síntomas de mejora, y eso es algo que podría inducir la sospecha de que siguen presentes. Pero, afortunadamente, hemos encontrado la cura explicativa que nos faltaba: Si localizamos el problema del sexo en la pareja en vez de en el conjunto social, podemos pasar a denominarlo “conflicto de género” (en el sentido no feminista del término), “guerra de sexos” o “incompatibilidad entre las propensiones sexuales femenina y masculina”. Con ello, desplazamos el campo de la explicación a lo natural, biológico, pudiendo así decir que todo aquello que la liberación sexual no ha liberado no puede liberarse jamás porque forma parte de lo que no podemos dejar de ser: animales sexuales con instintos insoslayables e irreconciliables. El sexo que quiere el hombre no es ni puede ser el que quiere la mujer, y ambos, perfectamente liberados en su diferencia, en su ideal de sexo perfecto, deberán negociar y conciliar con el otro sexo, al que llega a llamarse “opuesto”, una actividad sexual viable que satisfaga a ambos del modo más ecuánime posible.
Apenas es necesario bosquejar por encima ambos modelos y su marcada condición de género (esta vez sí, en sentido feminista, es decir, género como estructura discriminadora y opresiva), porque son de dominio público, y el dominio público alimenta sin control su estereotipia. La mujer busca un sexo monógamo, duradero y afectivo conciliable con y conducente a la maternidad. El hombre busca un sexo que, siendo polígamo para él, no lo sea para su o sus parejas, cuya realización se caracteriza a partes iguales por la novedad, la violencia y el consumo de usar y tirar. El encuentro de ambas sensibilidades da como resultado la suma de nuestras vidas sexuales que, tapándome la nariz, paso a describir.
Las tres fuentes de las que nuestra educación sexual se sacia con más frecuencia son la tradición del sexo reprimido y pudoroso, el modelo del arropamiento afectivo, y la muy noble, refinada y moderna escuela de la pornografía sadomasoquista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy sistémico todo pero solo describes no propones soluciones, que mas alternativas según tu hay...a mi se me ocurren pero me interesa tu opinión. de todas formas somos personas y mucha gente rompe esos moldes y además hasta se invierten sobre todo en la actualidad...conozco varones "románticos" y mujeres que experimentan y montones de matices a parte de la homosexualidad mas que evidente

israel sánchez dijo...

Completamente de acuerdo.
Con respecto a las inversiones de roles, de una manera muy general debemos entender que son sólo eso, reflejos producidos por la individuación de cada caso que no contradicen la teoría general. Normalmente es fácil encontrar en ellos factores coadyuvantes a esta inversión.
Con respecto a la propuesta de alternativa, “contra el amor” es aún una propuesta desorganizada e incompleta que, al empezar desde la crítica, está aun mayoritariamente compuesta de crítica. Habrá una primera propuesta orgánica en septiembre, sobre la que adelanto un par de ideas:
-la eliminación del papel del amor como eufemismo del comercio sexual eliminaría también la clasificación de las relaciones en función de la existencia o no de relación sexual (erótica) en ellas, lo que significaría, seguramente, una práctica eliminación de las clasificaciones en las relaciones (ya que no existen otras especialmente relevantes).
-con respecto al sexo mismo (que es el tema que ahora ocupa al blog), para su transformación en erotismo es necesaria la “designificación” de su simbolismo reproductor, fusional y, sobre todo, posesivo. El sexo, para liberarse de su condición de nudo semántico deberá, en primer lugar, vaciarse de significado.
A mí también me interesan las alternativas que se te ocurren.