Suele llamarse “escalera relacional” (“escalera mecánica”,
se entiende) a esa sucesión de fases por la que una relación avanza sin poder
evitarlo hasta cumplir con todos los componentes y requisitos que forman una
pareja convencional, terminada y completa.
La escalera relacional es una parte del “guión ciego” del
amor, que es la biografía sexosentimental que nos toca vivir, que podríamos
anticipar en las vidas de otrxs y que, a pesar de todo, nos resulta siempre tan
sorprendente y, esto es lo malo de la ceguera, tan amarga en comparación con lo
que nos esperábamos.
Uno de los primeros grandes hitos de la escalera relacional
es la formación del gamos; lo que podríamos llamar “el cierre de la pareja”, es
decir, el establecimiento, sin posibilidad aparente de vuelta atrás, de la
propiedad sexual recíproca exclusiva.
Dije en el post anterior que, para construir relaciones
abiertas, mucho más fácil que empezar desde una pareja que ya está cerrada, es
evitar que ésta llegue nunca a cerrarse. Esta afirmación parece antiintuitiva,
porque lo que observamos en el mundo de la no monogamia es casi siempre lo
contrario: parejas atrapadas por la vorágine amorosa que sólo consiguen empezar
a plantearse su apertura cuando se han encontrado, sin apenas darse cuenta, con
que son una monogamia perfectamente terminada. Es decir, que si abrirla no es
fácil, evitar cerrarla parece imposible.
En mi opinión, sin embargo, sólo hace falta interiorizar un
par de conceptos o, si se quiere, automatizar un par de hábitos. Pretendo que
este texto sea, sobre todo, práctico, de modo que dejaré los conceptos para
otra ocasión y me dedicaré aquí a explicar qué hábitos son ésos.
-en primer lugar
debemos aprender a pensar sin amor (es
decir, a pensar desde fuera de la ideología del amor. No confundir con “pensar
sin afecto”) o, si se quiere, a reconocer los pensamientos amorosos como
delirios.
Del mismo modo que procuramos restarle importancia y
credibilidad a los pensamientos generados por una embriaguez, hasta que, con la
práctica, desaparece esa característica peligrosidad (para lxs demás y para sí
mismx) del/a borrachx joven, así debemos acostumbrarnos a observar las
fantasías de omnipotencia amorosa como una ficción psíquica con la que, como
mucho, divertirnos. Al principio el entorno cultural no nos lo va a poner
fácil, porque nos bombardeará, desde fuera, para reforzar lo que se nos
revuelve dentro (que ya había sembrado antes).
Pero cerrar los oídos al canto de sirenas amoroso también
será algo que pronto nos resultará tan natural como dejar de creernos el
telediario. En la medida en que podamos controlar, ignorar, manipular,
deconstruir y remodelar estos pensamientos, podremos permitirnos, precisamente,
extraer de ellos más beneficios y posibilidades. Tras la victoria sobre el amor
están todos los tesoros que el amor guardaba sólo para sus campeonxs, ahora sin
los peligros que antes los acompañaban.
-eso es lo que no debemos pensar. Pero, ¿qué es lo que sí debemos?
Nuestra mejor referencia (para nada perfecta) son las
relaciones de amistad. Debemos seguir pensando siempre en la otra persona con
los mismos criterios de implicaciones, responsabilidades y expectativas, que
pensamos con un/a amigx. La pregunta “¿si fuéramos amigxs tendría sentido esta
expectativa?” tiene que convertirse en algo automático, hasta que desaparezca
el concepto “amigx” y sólo quede “¿tiene sentido esta expectativa?”. Eso nos va
a hacer descubrir un sinnúmero de presunciones que hemos considerado naturales
y legítimas y que, en realidad, son eslabones de la cadena con la que vamos
atando a la pareja.
En muchas ocasiones la referencia de la amistad será
incompleta. No estamos demasiado acostumbradxs, por ejemplo, a preguntarnos qué
hacer con las conductas sexuales según el modelo de la amistad. Utilizaremos
entonces un segundo truco: sustituiremos el tema sobre el que establecemos la
expectativa por otro con el que la amistad sí esté familiarizada: “¿está bien
que mi amigx, con quien tengo relaciones sexuales con frecuencia (ahí es donde
nos quedamos escasxs de antecedentes) quiera tener relaciones sexuales con
otras personas?” podemos convertirlo en “¿está bien que mi amigx, con quien
hablo sobre feminismo con frecuencia, quiera hablar sobre feminismo con otras
personas?”.
No temamos que esta técnica se convierta en un salvoconducto
para justificar cualquier cosa. También funciona restrictivamente: “¿está bien
que mi amigx, con quien hablo de feminismo con frecuencia, haya dejado de
hacerlo de pronto y por completo sin darme una explicación?”.
Por último, recordemos que nuestra situación no va a
corresponder nunca de manera íntegra y sistemática sólo a una apertura o sólo a
la evitación de un cierre, de modo que nos será útil tener a mano las técnicas
correspondientes a la situación que a priori no parece coincidir con la
nuestra. Nos encontraremos, al procurar evitar el cierre, que algún aspecto se
nos cerró por despiste o falta de práctica. Nos encontraremos, también, con que
una pareja cerrada, cuando hay verdadera voluntad de abrirla, es ya una pareja
abierta en más sentidos de los que seguramente esperemos.
2 comentarios:
Lo mejor que he leido en mucho tiempo. Millones de gracias.
Brutal mi querido amigo
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