2014 nos va a traer una puerta de
salida al punto muerto en que se encuentran nuestras relaciones amorosas. Hace
mucho que este laberinto nos confunde y nos aburre, y si lo seguimos
recorriendo es porque intuimos que quedarnos quietos es todavía peor. El amor
nos desespera, nos atrapa en la carrera tras una zanahoria que sólo probamos de
vez en cuando y que no sirve ya para reponer todas las fuerzas desperdiciadas.
El amor nos obnubila, nos atonta, nos animaliza, nos vuelve triviales y
mezquinos, nos dedica a fines egoístas, vacíos, pequeños, que nos aíslan de
todos porque sólo nos importan a nosotros. El amor nos agota y nos consume,
sólo para conducirnos de nuevo al punto de inicio; para acabar diciendo “me
equivoqué”, “no mereció la pena”, “estoy sola”.
Faltan 48 horas para que nos
podamos quitar los cascos con forma de corazón y descubrir que nuestros
pulmones ya están preparados para respirar en el exterior.
Cuando nos quitemos esos
corazones de la cabeza, esas cabezas con forma de corazón, veremos que no
quedamos decapitados, sino liberados para relacionarnos directamente con el
entorno.
Aparecerán nuestras cabezas
verdaderas, con ojos verdaderos, verdaderas orejas, nariz y boca. La
información llegará cristalina al cerebro y éste procesará un pensamiento que
podrá expresarse sin necesidad de atravesar la membrana distorsionante del
corazón. No serán ya esos mensajes ruidosos, oscuros y homogéneos los que nos
enviemos, esos retumbes, esos ecos rebotantes y siniestros.
Dentro de 48 horas podremos
empezar a balbucear el lenguaje de la comunicación. Eso que los cardiocéfalos
llaman “el lenguaje del corazón”, porque para ellos todo es del corazón, y que,
en realidad, es el lenguaje de todo.
Pensemos qué querremos decirnos.
Preparémonos para decírnoslo todo, porque ahora nos lo vamos a poder decir.
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