miércoles, 11 de octubre de 2017

¿son tontxs lxs guapxs?


Lxs guapxs no son tontxs. Ya está bien. ¿Hasta donde vamos a llegar con el cliché de la rubia boba y el cachas cavernícola? Prejuicios, prejuicios y más prejuicios. ¿Qué tendrá que ver el cuerpo con la inteligencia?

Te propongo un experimento. Busca una imagen de una persona que corresponda a tu orientación sexual, a la que no conozcas, y que consideres muy guapa. Eso es, pon guapx en google y elige de entre los resultados que obtengas.

Ahora imagina una conversación con ella. Ya, ya sé que esa persona no se dignaría jamás a hablarte. El resto de la comunidad del blog se solidariza contigo. Va. Haz un alarde de fantasía. Ánimo.

Tómate tu tiempo, déjate llevar. Hablad.
¿Ya habéis charlado un rato? Bien. Déjame que te cuente algo.

En 1974, Berscheid y Dion estudiaron el efecto del atractivo físico en las atribuciones caracterológicas en la infancia. Para ello utilizaron a 77 niñxs, de diversas edades, y 14 adultxs. Lxs adultxs se encargaron de determinar el atractivo de lxs niñxs, y estxs de realizar las atribuciones caracterológicas (conductuales, en realidad).

La conclusión a la que llegaron, en resumidas cuentas, era que el atractivo percibido por lxs adultxs correlacionaba con la atribución de conductas positivas por parte de sus pares, especialmente si éstas coincidían con el correspondiente estereotipo de género. Es decir que las niñas más guapas eran consideradas por sus compañerxs como más afectuosas, responsables y ordenadas, y los niños más guapos eran valorados como mejores y más equitativos líderes.

Yo generalizaría, yo, y diría que la belleza (el atractivo) es leída como una marca de corrección, y que se extiende a todos los ámbitos, incluidos tanto el ético (ser buenx) como el dianoético (ser inteligente). El hecho mismo de identificar belleza y atractivo (error en el que cae el estudio) implica ya esta atribución, pues refleja que la cualidad de la belleza tiene un correlato automático en la voluntad (atrae), es decir, que el resto de los factores, dado que no pueden ser considerados triviales (bondad, inteligencia) han de ser considerados incluidos.

En el estudio no aparecía valorada explícitamente la inteligencia. No conozco, además, ningún estudio sobre adultos en el que se correlacione atribución de inteligencia y atractivo, aunque Berscheid y Dion realizaron otros en los que se correlacionaban con el atractivo diversas conductas, como la elección de pareja para una cita.

Mi hipótesis es que pensar que esta conducta es propia de niñxs es muy optimista (de hecho diría que lxs propixs investigadorxs no quisieron comprobar si algo así ocurría ente niñxs, sino si ocurría también entre niñxs, dando por hecho que ocurría entre adultxs).

Pero, como decía, no dispongo de datos. Aunque, si no recuerdo mal, teníamos un experimento a medias.

¿Volvemos a tu conversación?

Contéstate a una sencilla pregunta: ¿ha sido una conversación inteligente?

Estoy seguro de que sí. Estoy seguro de que no sólo has tendido a idealizar el encuentro, sino que has tenido la sensación de que necesitabas emplearte a fondo para estar a la altura.

Parece, se diría, que no es este prejuicio de atribuir estupidez a la gente guapa el que nos atenaza, sino, muy posiblemente, justo el inverso. No sólo la inteligencia, sino el resto de virtudes éticas y dianoéticas correlacionan con el atractivo. La persona atractiva no es sólo inteligente, también es equilibrada, justa, limpia… sí, sí. Limpia. ¿Verdad que la persona del experimento olía bien? ¿Y su voz? Templada. Perfecta.

Una persona inatractiva, al contrario, conlleva todas las atribuciones opuestas. Para qué regodearnos describiéndolas. Para qué.

Lo que me interesa señalar aquí es algo sencillísimo, pero que se nos suele pasar por alto. Estas atribuciones son atribuciones. Efectivamente. Son falsas. Con ellas le hacemos el juego a la lógica del valor sociosexual: Quien dispone de mayor valor sociosexual lo acumula continua y automáticamente. Quien no dispone de él lo pierde a chorros haga lo que haga. Y la culpa es nuestra, porque atribuimos mentiras. Porque juzgamos falsos olores. Falsas bondades. Falsas inteligencias. Y, por supuesto, por trivial que sea esto (para quien haya logrado que lo sea), falsas habilidades sexuales.

Pero entonces, ¿es que no existen los estereotipos de la rubia (guapa) tonta y del cachas cavernícola? Por supuesto que existen. Dos palabras sobre prejuicios:

Los prejuicios no son juicios equivocados, sino generalizaciones excesivas. Sí, a veces tan excesivas que su porcentaje de verdad se reduce dramáticamente. Pero eso no los invalida como recurso general. Ni siquiera a ésos tan supuestamente terribles en los que estáis pensando ahora.

Los prejuicios no se combaten con información, como se dice habitualmente (ni viajando, menuda chorrada), porque más información genera más espacios de conocimiento y más cuestiones nuevas sobre las que formamos prejuicios. Los prejuicios se combaten sabiendo que lo son, es decir, valorando equilibradamente su peso en la formación de nuestra opinión.

Deshagámonos de los prejuicios hacia los prejuicios.

Hay, ahora lo vemos, buenas razones para que se hayan formado prejuicios contra lxs guapxs normativxs.

La primera es que se trata de un prejuicio correctivo que sirve para compensar el otro que, como hemos visto, es mucho más universal.

La segunda es que un cuerpo normativo, bien leído, nos habla de obediencia y embrutecimiento. Claro que es una generalización grosera. Pero más grosero, o más estúpido, es obviar la evidencia de que quien se pasa el 50% de su ocio en un gimnasio pierde el 50% de oportunidades de estimular su psique con algo de más interés que su rutina laboral. Que quien realizar esa elección, y las infinitas elecciones restantes que le permiten coincidir con el aspecto normativo, es muy probable que venga ya perjudicadx de serie. Y que por muy inteligente y adaptativa que, concedamos la excepción, haya sido su elección, el tipo de entorno social al que lo entrega implica un exterminio neuronal.

Lxs guapxs no son imbéciles, porque están vinculadxs a la clase alta y, por ello, a la formación y la información. Y, ¿sabéis? De ahí parte la tercera razón por la que existe el prejuicio que ha suscitado esta reflexión. La atribución de estupidez al atractivo es, también, un prejuicio de clase. De entre las mujeres guapas, la tonta es la rubia tonta, porque es la guapa pobre. De entre los hombres guapos, el cachas cavernícola es el tonto, porque es el pobre machacado en el gimnasio municipal. Al cachas no cavernícola y a la guapa no tonta lxs tenemos tan naturalizadxs como atractivxs que ni vemos que están también forrados de ese aspecto forzosamente estúpido. Nuestro tan odioso prejuicio contra lxs pobres guapxs ni siquiera tiene poder suficiente como para alcanzar a quien debería ir dirigido e incorporarse a los mecanismos defensivos de clase. Es otra de las máximas que nos envían desde allí arriba para que nos despreciemos: vuestrxs guapxs son falsxs guapxs, porque aunque lleguen a ser guapxs, siempre serán tan tontxs como todxs vosotrxs. Nuestra belleza, al contrario, es verdadera, y como tal, síntoma del resto de las virtudes que nos adornan. Nuestra belleza es inteligencia. Repetidlo con nosotrxs: los ricxs nacen bellxs y fuertes. No necesitan pasar por el gimnasio.

El 99% de quienes hayáis llegado hasta aquí lo habréis hecho de corrido, sin realizar el experimento. O al menos es lo que habría hecho yo. Ahora tendréis vuestra opinión sobre lo que cuento, pero tal vez algunx de vosotrxs penséis “vaya, me gustaría tener la prueba empírica”.

No os preocupéis. No os preocupéis lo más mínimo.

La vais a tener.

En cuanto os olvidéis del texto y vuestro pensamiento vuelva a sus atribuciones automáticas sobre inteligencia os la vais a encontrar a raudales.

En unos minutos.

Tenemos el hábito arraigadísimo de esa lectura equivocada. Y la necesidad de cambiarlo; ésa también la tenemos.


No hay comentarios: