miércoles, 5 de octubre de 2016

la persistencia del gamos: del enjambre a la hidra (reunión del grupo "agamia")


El sábado pasado nos reunimos la gente del grupo de Facebook.

El tema que nos habíamos propuesto tratar llevaba como título “La persistencia del gamos”, es decir, esa sensación de que el gamos es mala hierba y en todas partes rebrota en cuanto se descuida el jardineo.

La tarde-noche fue tan agradable y tan fértil que me parece interesante hacer acopio de ideas y arrojarlas al espacio digital como si fuera un discóbolo loco.

-Con respecto a la complejidad del gamos el consenso era completo. El gamos es un enjambre, un poco asqueroso, por cierto, y está tan por todas partes que parece que no tuviera ni principio ni final, y que cualquier cosa que se haga contra él va a ser golpear el aire.
Pero nosotrxs decidimos tratarlo como a una hidra y, como Hércules, probar a ir buscándole las cabecitas para cortárselas y, eso sí, cauterizarle meticulosamente los muñones, que ya se sabe que, si no, de donde había una salen dos.

-Lo primero que descubrimos es que los gamos que nos problematizan las relaciones se pueden dividir en dos familias: los gamos propios y los ajenos.

Con respecto a estos últimos, nuestra cuita más dolorosa era la muerte del/a ex o, dicho con más precisión, la muerte que nos da la/el ex. Vamos, que nos mataran.

Como los gamos son incompatibles, estamos sometidos al parejicidio en el momento en el que la persona que tiene una relación con nosotrxs y le ha dado (supongamos que por su cuenta) un cierto carácter gámico, decide construir otro gamos con una persona nueva. Nos encontramos sistemáticamente con un inesperado vacío que huele a sacrificio de nuestra persona en el altar del amor.

Que les alimente el polvo que echarán en nombre de nuestra anulación, pero lo que está claro es que ha llegado la hora de dejar de lamentarnos. Primero: en la medida en que la otra persona sea gámica, mejor tener vigilada esa bomba a la hora de hacernos planes e ilusiones de vinculación. Segundo: en la medida en que el gamos agreda mi vinculación previa, tendremos que hacer recuento de qué hostilidades nos son legitimadas frente a dicho gamos. Eso de dejar a la gente vivir su amor tendrá que tener alguna proporción con que la gente nos deje vivir nuestro no amor. Una cosa es que ellxs divinicen al amor, a nuestra costa. Otra que nosotrxs tengamos reparos con los sacrilegios.

-La segunda clasificación útil, no sé si dentro de los gamos propios, o tal vez aplicable a todos ellos, es la que hicimos entre aspectos del gamos que se nos habían formado (a nuestro pesar) y aspectos del gamos que queríamos evitar que llegaran a formarse. Está claro, o por lo menos lo tenemos claro ahora, que no es lo mismo abrir una pareja que evitar que se cierre. Quien dice “abrir” y “cerrar” dice sexualmente, claro, pero en realidad el gamos es todo cierre, de modo que lo mismo da si hablamos de cantidad de tiempo compartido, de planes asumidos como comunes, de derechos sobre otras relaciones, etc…

-Entre estas cosas que pueden cerrarse o permanecer abiertas dedicamos un rato al vacío gámico, que ya explicaré despacio en algún texto, pero que resumo definiendo como el espacio que el gamos crea entre sí mismo y el resto de las relaciones. Vamos, que el gamos no es la relación más importante con diferencia tanto por lo importante que se hace, como por lo que se carga de la importancia de las otras (el amor es, sobre todo, odio. Lo digo mucho).

Se nos cierra el gamos en forma de vacío gámico cuando descubrimos que no es que estemos evitando a otras personas, sino que de pronto no existen esas personas o que su presencia no es comparable a la presencia de la persona con la cual estamos gamificándonos. O que si nuestra comunicación ayer era buena con nuestra persona gamificable, y también con otras, hoy me encuentro con que me entiendo infinitamente mejor con la primera que con cualquier otra.

-En esto del vacío gámico surgió un cabo suelto, que fue, qué iba a ser, el del deseo. Algunas participantes consideraron que la concentración del deseo sobre la persona gamificable no era un síntoma preocupante, y que difícilmente tenía sentido la idea de disfrutar del encuentro con una persona nueva si no se producía una cierta focalización sexual sobre ella. Otras considerábamos que lo era tanto como cualquier otro, si no más que muchos otros, dado que tendía a pasar desapercibido como control al manifestarse como deseo.
Y ésas son las cabezas que de momento le tenemos localizada a la hidra, así que que se vaya despidiendo de ellas, porque de la localización del problema surge la herramienta, y de su uso surge su perfeccionamiento. Para lo que harán falta, eso sí, más reuniones.

Y todo esto sin una palabra sobre Amarna. En toda la noche. Lo juro.


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