miércoles, 21 de septiembre de 2016

nueva sección: CINE DE MIERDA.


Sería mejor que existiera tanto cine interesante y de calidad, y que fuera tan accesible, que nos perdiéramos en él y pudiéramos despreciar el resto.

También sería bueno que los medios no estuvieran tan vendidos a cualquier producción pesetera, y que no acaben llevándonos de los pelos a tragarnos memeces incluso cuando hacemos lo posible por resistirnos a ellas.

Lo que no sería nada bueno es que nos pusiéramos dignxs y despreciáramos la experiencia (anti)cultural de nuestro entorno como si no fuera nuestro entorno y como si ésa fuera una manera razonable de relacionarse con él.

A veces hay que mirar algo. Casi siempre hay que mirar mucho. Y en ocasiones llega el momento de buscarle salida a tanta mierda machista y mononormativa como nos tenemos que comer. Así que de eso irá esta sección.

Como no tiene sentido que sea un desahogo personal, y como no soy un crítico cinematográfico que pueda ofrecer amplios, precisos y definitivos análisis sobre cada obra, procuraré atenerme a dos reglas. La primera, brevedad. La segunda, extraer de cada abominación comentada alguna reflexión que nos pueda servir de algo, especialmente para entender cómo funcionan estas abominaciones al tratar los temas amorosos, y cómo evolucionan unas sobre otras con el fin de seducirnos camino del infierno.

Ah! Con respecto a los espoilers la regla es que, si puedo, os ahorro la peli.

Voy con la primera.


SEXO FÁCIL, PELÍCULAS TRISTES.

-¿Qué te ha parecido el guión? Aún estoy buscando un título.
-Me parece una película fácil de sexo triste.
-Pero así no puedo llamarla.
-Pues no sé… ¡dale la vuelta!
Las comedias románticas suelen reunir dos características que adoro (amén de la recientemente señalada por Vigalondo: “Son una apología del acoso”. Viene él con una. Veremos).
La primera es que no te ríes ni aunque te paguen. En ésta sale Areces, que no necesita texto para satirizar situaciones. Menos mal…

La segunda es que todas empiezan con un ganchito que te está diciendo “las comedias románticas son una mierda, pero ésta es distinta. Ésta es de verdad, es actual, y es sobre ti”. Todas. Y luego, por supuesto, son cine de mierda.

Ese gancho lo utilizan, lógicamente, para sobreponerse a la sensación que dejó en la/el espectador/a el último bodrio graciosoamoroso que le tocó tragarse. Pero cumple, de paso, la encomiable función sistémica de resignificar la mononorma y la amatonorma. Vamos, que el cuestionamiento amoroso y monógamo que hayas hecho o tenido la suerte de encontrar desde el último soponcio, viene la peli y te lo cuestiona a ti. ¿Qué te has creído?

La película que nos ocupa es cinematográficamente mala; sólo mala. Su mensaje, sin embargo, sí merece un lugar de honor en el panteón de los horrores. La ingeniosa estrategia que lo vehicula es la de meter una historia dentro de otra historia. ¿De qué modo? ¡Gran idea! Un guionista sentimentalmente jodido y especializado en comedias románticas ultraconvencionales escribe a lo largo de la película el guión de una comedia romántica ultraconvencional. ¿Qué mayor cuestionamiento que ése? ¿Y qué mejor planteamiento para escribir desde la autoridad que concede la experiencia? Hay bombillas que se encienden para dentro.

Lo malo de la historia no son los mil tópicos machistas y mononormativos en los que era de prever que cayera y cae (por ejemplo, eso de que nos presenten a las dos novias como dos mujeres con su correspondiente habilidad artística, correspondientemente despreciada por los correspondientes novios, y correspondientemente despreciada por los creadores de esta obra maestra, que deciden mostrar planos reales de esa habilidad que las correspondientes actrices sólo poseen a un nivel como mucho amateur, pero que, claro, será correspondientemente valorado por unos espectadores que entenderán que, para ser mujeres, ya les va bien con bailar un poquito y con tocar un poquito el piano).

algunxs de sus responsables, se diría que orgullosxs.
Lo malo no son las patéticas tentativas de darle profundidad al recurso de la historia dentro de la historia (¡Uau! ¡Tanto el escritor como su creación engañan –perdón, son seducidos, pero es que el párrafo sobre los tópicos machistas era el anterior- a sus novias con ¡el mismo personaje! –del que, por cierto, no volvemos a saber nada, el artificio por el artificio-. Me pierdo en tan rico arabesco diegético…).

Lo malo ni siquiera es que la comedia romántica estrictamente convencional (hasta el sonrojo) ocupe inútilmente la mitad del metraje, lo que nos aboca a escuchar a Quim Gutiérrez su enésimo monólogo final abriendo el corazón de un personaje mediocre y mezquino para explicar que va a seguir siendo mediocre y mezquino, pero mediocre y mezquino enamorado, con un encanto tan idéntico al de todos sus monólogos anteriores que resulta, no ya previsible, sino absolutamente estomagante.

                                                                                           os dejo el monólogo de Quim, que me gusta regalaros cosas.

Lo verdaderamente malo de morir es la moraleja. Porque, ojo aquí, este escritor, que previamente nos había explicado que no quiere escribir historias reales porque la realidad es una mierda (¡como la peli! Casualidad…), descubre que, si quiere ser feliz en el amor, atención, ¡debe seguir los pasos de sus propios personajes! Vamos (perdón por la aclaración) que esto es metacomediromanticismo: el fallo de la comedia romántica es que nos la tomamos demasiado a la ligera cuando ¡Es la Biblia!

Si no fuera todo tan tonto diríamos que es retorcidamente manipulador. Pero es que los sistemas se defienden así a veces: generando mil respuestas estúpidas y desesperadas y confiando en que alguna posea una cierta eficacia.

Mierda pura.


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