lunes, 6 de junio de 2016

herramientas contra el cierre de la pareja.

Suele llamarse “escalera relacional” (“escalera mecánica”, se entiende) a esa sucesión de fases por la que una relación avanza sin poder evitarlo hasta cumplir con todos los componentes y requisitos que forman una pareja convencional, terminada y completa.

La escalera relacional es una parte del “guión ciego” del amor, que es la biografía sexosentimental que nos toca vivir, que podríamos anticipar en las vidas de otrxs y que, a pesar de todo, nos resulta siempre tan sorprendente y, esto es lo malo de la ceguera, tan amarga en comparación con lo que nos esperábamos.

Uno de los primeros grandes hitos de la escalera relacional es la formación del gamos; lo que podríamos llamar “el cierre de la pareja”, es decir, el establecimiento, sin posibilidad aparente de vuelta atrás, de la propiedad sexual recíproca exclusiva.

Dije en el post anterior que, para construir relaciones abiertas, mucho más fácil que empezar desde una pareja que ya está cerrada, es evitar que ésta llegue nunca a cerrarse. Esta afirmación parece antiintuitiva, porque lo que observamos en el mundo de la no monogamia es casi siempre lo contrario: parejas atrapadas por la vorágine amorosa que sólo consiguen empezar a plantearse su apertura cuando se han encontrado, sin apenas darse cuenta, con que son una monogamia perfectamente terminada. Es decir, que si abrirla no es fácil, evitar cerrarla parece imposible.

En mi opinión, sin embargo, sólo hace falta interiorizar un par de conceptos o, si se quiere, automatizar un par de hábitos. Pretendo que este texto sea, sobre todo, práctico, de modo que dejaré los conceptos para otra ocasión y me dedicaré aquí a explicar qué hábitos son ésos.
-en primer lugar debemos aprender a pensar sin amor (es decir, a pensar desde fuera de la ideología del amor. No confundir con “pensar sin afecto”) o, si se quiere, a reconocer los pensamientos amorosos como delirios.

Del mismo modo que procuramos restarle importancia y credibilidad a los pensamientos generados por una embriaguez, hasta que, con la práctica, desaparece esa característica peligrosidad (para lxs demás y para sí mismx) del/a borrachx joven, así debemos acostumbrarnos a observar las fantasías de omnipotencia amorosa como una ficción psíquica con la que, como mucho, divertirnos. Al principio el entorno cultural no nos lo va a poner fácil, porque nos bombardeará, desde fuera, para reforzar lo que se nos revuelve dentro (que ya había sembrado antes).

Pero cerrar los oídos al canto de sirenas amoroso también será algo que pronto nos resultará tan natural como dejar de creernos el telediario. En la medida en que podamos controlar, ignorar, manipular, deconstruir y remodelar estos pensamientos, podremos permitirnos, precisamente, extraer de ellos más beneficios y posibilidades. Tras la victoria sobre el amor están todos los tesoros que el amor guardaba sólo para sus campeonxs, ahora sin los peligros que antes los acompañaban.

-eso es lo que no debemos pensar. Pero, ¿qué es lo que sí debemos?

Nuestra mejor referencia (para nada perfecta) son las relaciones de amistad. Debemos seguir pensando siempre en la otra persona con los mismos criterios de implicaciones, responsabilidades y expectativas, que pensamos con un/a amigx. La pregunta “¿si fuéramos amigxs tendría sentido esta expectativa?” tiene que convertirse en algo automático, hasta que desaparezca el concepto “amigx” y sólo quede “¿tiene sentido esta expectativa?”. Eso nos va a hacer descubrir un sinnúmero de presunciones que hemos considerado naturales y legítimas y que, en realidad, son eslabones de la cadena con la que vamos atando a la pareja.

En muchas ocasiones la referencia de la amistad será incompleta. No estamos demasiado acostumbradxs, por ejemplo, a preguntarnos qué hacer con las conductas sexuales según el modelo de la amistad. Utilizaremos entonces un segundo truco: sustituiremos el tema sobre el que establecemos la expectativa por otro con el que la amistad sí esté familiarizada: “¿está bien que mi amigx, con quien tengo relaciones sexuales con frecuencia (ahí es donde nos quedamos escasxs de antecedentes) quiera tener relaciones sexuales con otras personas?” podemos convertirlo en “¿está bien que mi amigx, con quien hablo sobre feminismo con frecuencia, quiera hablar sobre feminismo con otras personas?”.

No temamos que esta técnica se convierta en un salvoconducto para justificar cualquier cosa. También funciona restrictivamente: “¿está bien que mi amigx, con quien hablo de feminismo con frecuencia, haya dejado de hacerlo de pronto y por completo sin darme una explicación?”.

Por último, recordemos que nuestra situación no va a corresponder nunca de manera íntegra y sistemática sólo a una apertura o sólo a la evitación de un cierre, de modo que nos será útil tener a mano las técnicas correspondientes a la situación que a priori no parece coincidir con la nuestra. Nos encontraremos, al procurar evitar el cierre, que algún aspecto se nos cerró por despiste o falta de práctica. Nos encontraremos, también, con que una pareja cerrada, cuando hay verdadera voluntad de abrirla, es ya una pareja abierta en más sentidos de los que seguramente esperemos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo mejor que he leido en mucho tiempo. Millones de gracias.

candela dijo...

Brutal mi querido amigo