lunes, 9 de mayo de 2016

"¿qué está pasando polis?", una respuesta.


Con esta respuesta no pretendo en absoluto dar una solución a los conflictos y problemas planteados en el texto, ni hacer siquiera un análisis exhaustivo. Mi única intención es plantear algunas líneas de reflexión que me parece que no debemos olvidar si queremos que nuestro proyecto no monógamo llegue a buen puerto, y que el fragor emocional de los testimonios a veces deja un poco de lado.

Nadie dijo que fuera difícil (o poca gente. yo, por ejemplo, no). Pero si creemos que el paso de la monogamia represiva a la no monogamia liberada es como el saltito de Dorothy cuando entra en el camino de baldosas amarillas es que todavía conservamos gran parte del pensamiento mágico amoroso. Pero de ahí al derrotismo y la indefensión hay una gran distancia. Cada persona es diferente, pero seguramente, en general, tenemos muchas razones para sentirnos, por lo menos, orgullosxs.
Estos son los temas que me parece que no están recibiendo la atención debida:

- seguimos admitiendo la relación indisociable entre sexo y afecto, donde afecto no es sólo el afecto normal y necesario para llevar a cabo la relación sexual, sino el que la tradición monógama espera como consecuencia de la relación sexual. El problema que cuentan los testimonios no es sólo que se echa de menos el afecto, sino que se echa de menos que haya una correspondencia afectiva a la relación sexual, es decir, que “mi” sexo de hoy sea correspondido con “tu” afecto de mañana.

Si no abandonamos de una vez el discutible intercambio de sexo por afecto, y si no somos estrictxs a la hora de valorar los compromisos que las otras personas han adquirido libre y conscientemente, no sólo no vamos a empoderarnos sexualmente jamás, sino que tampoco vamos a tener relaciones verdaderamente sexuales.

El sexo es sexo, y aunque haya quien lo divinice, puede perfectamente no apetecernos como tal, porque quizás buscamos otra cosa, o lo buscamos de una manera que no se parece a lo que nos están ofreciendo. No tenemos la obligación de dar sexo para conseguir afecto (en teoría sólo las personas monógamas consideran que esas dos cosas tienen que ir de la mano), y tenemos todo el derecho a pedir, a proponer, y a imaginar afecto sin sexo, o no automáticamente acompañado de él. Tampoco tenemos derecho a exigir afecto porque haya habido sexo. El sexo tiene su propia idiosincrasia, y aunque no es el caso más frecuente (el más frecuente es el del siguiente punto) un ghosting puede ser consecuencia, simplemente, de que el sexo no ha gustado, o no lo suficiente. Sin más. Y la relación se disuelve porque desaparece el vínculo que la formaba.

Por otro lado, es importante mantener la mente fría a la hora de valorar nuestra verdadera situación. Una carencia, si se cronifica, puede generarnos una crisis, pero si se trata sólo de una carencia, nuestra situación no es, ni mucho menos, desesperada. Habrá que dedicar recursos a satisfacerla, pero desestabilizar todo el entramado es el error que la monogamia espera de nosotrxs. Para la monogamia todo va junto, y su mensaje es que si te sientes mal, sea por lo que sea, debes volver a ella. Ni caso.

-Seguimos obviando el análisis patriarcal en el intercambio sexual. A estas alturas aún nos llevamos las manos a la cabeza cuando descubrimos que un hombre muy amable, cariñoso y correcto sólo nos quería para follar. Todavía, por lo que veo, incluso en un entorno crítico como es la no mongamia, no entendemos qué pasa por la cabeza de esas personas que se disfrazan para conseguir relaciones sexuales, y nos aferramos a la mala fe de la confianza a priori. Volvemos a confiar y nos vuelven a engañar.

Seamos clarxs. El intercambio de sexo en mano por cariño en forma de pagaré es de mala fe o, por no obviar que la violencia se origina en el lado patriarcal, es, cuando acumulamos experiencia suficiente para estar prevenidxs, intentar estafar al estafador con sus propias cartas. Sabemos que nos la jugamos, y deberíamos saber que tenemos las de perder. Para que la palabra dada tenga valor, debe venir avalada de algún modo. Y los avales que pedimos suelen ser muy pobres. Normalmente un par de citas.

Esta no es una sociedad de la cordialidad sexual, donde la experiencia nos dice que la mayoría de la gente es buena, honesta, clara y justa. De hecho, y con respecto al sexo, es exactamente lo contrario. Es una sociedad donde el sexo mismo está convertido en un símbolo de poder y donde todos los agentes culturales nos invitan a conseguir el máximo poder posible. Es una sociedad donde la relación sexual se concibe como un saqueo tras el que la persona activa queda tan satisfecha que quiere irse a silbar por la calle regodeándose en su victoria, y la persona pasiva quiere que alguien le de afecto porque se ha quedado completamente vulnerable. Por eso sabemos que incluso pasa, y no deja de ser patriarcal, el que los roles se inviertan y nos encontremos que cuando damos afecto como hombres y a priori, somos nosotros quienes nos arriesgamos a quedarnos en números rojos. Nos ha pasado a todxs. En los dos roles. La palabra, a priori, no vale nada. Y quien quiere que su palabra sea creída a priori es de quien menos debemos fiarnos. La nuestra, normalmente, reconozcámoslo, tampoco vale demasiado, y lo que decimos antes del sexo es papel mojado para después, ya sea que vamos a dar cariño o que no lo vamos a pedir.

Así está el mundo. Puede parecernos muy duro. Pero más duro es obviarlo y ser expoliadxs emocionalmente una vez tras otra. No olvidemos ni por un momento que esto mismo pasa en la monogamia. Nuestro problema no es la idiosincrasia poliamorosa sino la patriarcal neoliberal.

Si queremos afecto, propongámoslo ya, ahora. Y si las personas objeto de nuestro deseo de afecto no nos lo quieren dar, tendremos que deconstruir ese objeto de deseo, porque está construido en una normatividad cuya función es que nuestra dependencia nos lleve a formar parejas. Para eso sirve, entre otras cosas, cuestionar la heteronorma, y el binarismo relacional, y la simetría: para aprender a encontrarnos con las personas con las que podemos aliarnos y prescindir de quienes aceptan la cultura del botín sexual. Los grupos no monógamos no son muy numerosos. Pero normalmente los grupos monógamos son menos numerosos aún. ¿Vamos a seguir diciendo que no hay gente? ¿Vamos a seguir obviando que cuando nuestrxs compañerxs no monógamos se quejan de que no hay gente nos están señalando, entre otrxs, a nosotrxs?

-Por último, quiero recordar que es inherente a la ideología del amor anteponer el placer a la vida emocional sana, y que al identificarnos con ella, y con esa idea de que el amor es en sí y por sí nuestro objetivo, defendemos un caballo de troya construido para apuntalar la monogamia en crisis. Si viviéramos en un mundo justo donde todo el mundo se tratara bien, podríamos disfrutar del vértigo de tirarnos de espaldas donde quisiéramos, porque sabríamos que siempre habría una persona dispuesta a amortiguar nuestra caída. Pero ése no es el mundo en el que vivimos, al menos de momento. El culto al subidón amoroso, a la NRE, a los grandes pasiones (con “duelos cortos”, dicen por ahí) ¿esperamos que nos proporcione estabilidad emocional, felicidad, serenidad, claridad de ideas? Le hacemos sistemáticamente el juego al capital al elegir el carpe diem por delante de la vida buena. Defendemos el dejarnos llevar por la tentación de vivir una experiencia arrebatadora, aunque sea ficticia, aunque sea breve, aunque sea dolorosa, antes que elegir lo que sabemos que es mejor. Defendemos el minar nuestra libertad a base de montañas rusas emocionales de modo que a la vuelta del viaje el mareo nos devuelva mansxs y asustadxs al redil de la monogamia. Caemos en el mito de la revolución por el placer, de que el mundo cambiará para bien a golpe del capricho que nos sale del bolo y que, por lo visto, es nuestro verdadero “yo”.

No se trata de sustituir la pasión por la rutina. Se trata de que el conocimiento y las condiciones adecuadas son lxs que convierten un riesgo en una experiencia digna de ser vivida. Las drogas están ahí, neutras. Es su buen uso lo que transforma un veneno en una herramienta de conocimiento. Se nos olvida con frecuencia que la intensidad no es una virtud en sí misma, y que una relación en la que resultamos despreciadxs genera más soledad que una no relación.


OTRO "TESTIMONIO" (Discúlpeseme la cita de memoria):

en la impagable Con derecho a roce, cruzada sin ambigüedades de la monogamia contra las relaciones abiertas, Mila Kunis cuenta a su follamigo Justin Timberlake el fiasco sufrido con su último proyecto de pareja:

-le dije que yo no tenía sexo hasta la quinta cita, y él me dijo que no le importaba. cuando llegó la quinta cita y se lo recordé, él ni siquiera las estaba contando. hicimos el amor, fue maravilloso. cuando me desperté por la mañana ya no estaba. no responde a mis llamadas. ¿cómo pudo merecerle la pena esperar tanto? ¿es que los hombres son todos unos cabrones?
-menudo imbécil.

La película es brillante de tan realista. El cazador de valor sociosexual no tiene prisa porque esa deriva del amor en caza sexual es tan importante para él como el amor es para las personas a las que éste les importe. La víctima, cazadora a su vez de pareja, se conforma con la ingenuidad no sólo de una norma general que no incluye una observación escrupulosa de su pieza, sino que además ¡desvela su estrategia! Y el amigo, perfectamente hipócrita, no sólo la anima como si ella lo estuviera haciendo a las mil maravillas, sino que excepcionaliza al cazador, permitiendo así que el siguiente vuelva a expoliarla y disimulando que él es exactamente lo mismo.




2 comentarios:

Alba Centauri dijo...

"Qué nos está pasando, polis", va más allá de referirse a que el sexo de hoy tenga que estar reciprocado por un afecto de mañana. El afecto es una cosa y los cuidados o responsabilidad hacia que las personas sienten igual que tú, otra. Un ghosting, efectivamente, puede deberse a que el sexo no ha cumplido las expectativas de la otra persona. El poliamor, lo que plantea, es que independientemente de que una relación sea meramente sexual, se le deben ciertos cuidados y respeto -que no afecto, ojo- a la otra persona. Cada unx somos un mundo, e igual a ti o a mi no nos importa si nos desaparecen tras un mal encuentro sexual porque lo entendemos, era solo un polvo y no esperamos nada más. Pero como no se puede asumir que otras personas sean como nosotrxs, los cuidados implican varias cosas: 1. No crear expectativas si en principio va a ser solo sexo. 2. Comunicarse de forma honesta, pero amable. Ya que por mucho que intentes no crear expectativas no controlas el imaginario de la otra persona, en lugar de desaparecer al menos puedes decir que, oye, estuvo bien, pero fue de una noche. O que mira, que en este momento no estás buscando nada serio. O lo que sea para que la otra persona no se quede esperando una llamada que nunca va a llegar.

Muy diferente, entonces, la afectividad que alegas que no se debe unir al sexo y los cuidados que reclamamos deben estar más en las relaciones poli, alrededor del sexo y de muchas otras actividades.

israel sánchez dijo...

Estoy de acuerdo en exigir lo que exiges a las relaciones, y en que esa distinción es justa. Pero, en mi opinión, es una distinción que, ni se trata con claridad, ni se espera que se aborde con claridad en la práctica.
Opino que en la práctica, o en los testimonios que encontramos, sucede mucho más que se asume la enseñanza patriarcal de que el encuentro sexual es imprescindible, y desde ese desempoderamiento se exige cuidado con la vulnerabilidad creada.
Se trata, sin embargo, de no perder la posición de fuerza allí donde una relación no demuestre ser plenamente cordial; de no tolerarnos la mala fe de olvidar que nos acostamos con nuestro enemigo.