domingo, 12 de enero de 2014

agamia y género (I)


La agamia implica la negación absoluta del concepto de género, como adopción y extensión de la histórica reivindicación de igualdad de la tradición del pensamiento feminista. Implica, asimismo, la asunción personal de la indefinición de género.



                El género es un concepto hoy ya profundamente controvertido e intelectualmente desprestigiado. Son ya abundantísimxs lxs autorxs de primera línea que, desde hace casi un siglo, han puesto en entredicho su necesidad y naturalidad. La división del género humano en hombres y mujeres ha sido abordada en el contexto de la crítica al patriarcado como una división sexual de clases que, ésta sí, genera espontáneamente las estructuras familiares discriminatorias.

La forma más habitual de crítica opone el concepto de sexo al de género. El sexo sería un fenómeno biológico de vocación reproductiva, y el género sería su traducción cultural, de vocación discriminatoria. Así, nacemos mayoritariamente machos o hembras, pero la cultura nos construye hombres o mujeres con el fin de establecer el dominio de los varones-hombres. Esta crítica llega, con Wittig, a dudar del sexo mismo, considerando que éste surge necesariamente en un entorno ya cultural y dividido en géneros, que proyecta una poderosa expectativa de sexualización que le obliga a pronunciarse sobre su propio sexo.

Sin embargo, el alcance de esta crítica al modelo social de relaciones ha sido muy reducido. Sólo colectivos marginales y alternativos, englobados bajo la categoría paraguas de "lo queer", presentan cierta sensibilidad hacia la crítica radical al género, forzados, en muchos casos, por la circunstancia de no encajar en el modelo de género heteronormativo.

Dado que el género es el mecanismo que establece las bases de la discriminación, produciendo un género fuerte y otro débil que deben relacionarse entre sí en un desequilibrio de fuerzas; y dado que esa relación en desequilibrio es nuestro modelo heteronormativo (en el que no sólo se fundamentan las relaciones normativas, sino que es recogido después por los modelos alternativos mediante la repetición del “gamos”), la agamia entiende que sólo se puede eliminar el gamos mediante la negación absoluta del género.

La agamia, por lo tanto, no distingue entre hombres y mujeres. Se convierte, así, en una forma de activismo de género.

Carezco de información suficiente para pronunciarme de manera categórica sobre la existencia o no de vestigios sexuales en la conformación sustancial de nuestra psique, así como para pronunciarme en detalle sobre la reciprocidad generativa entre el sexo y el género. Pero considero dos hechos como evidentes y cruciales.

El primero es que es altísimamente probable que dichos vestigios sean mínimos, es decir, no determinantes. Dado que  los individuos sufren una poderosísima presión sociocultural para determinar su género y determinarse a sí mismos como acertadamente pertenecientes a dicho género, y dado que, a pesar de ello, la diferencia no es extrema, es legítimo suponer que, suprimida esa presión, se suprimiría también una parte tan voluminosa de la diferencia que la restante sería despreciable.

El segundo es que el ser humano tiene la obligación de la libertad, es decir, de asumir la responsabilidad de la construcción de la libertad. Esa libertad lleva a un pronunciamiento decidido en contra del género, incluso de sus posibles residuos insoslayables, y a la actuación en consecuencia, ya que, como categoría, hoy día sustancial en la determinación del carácter de las personas y de los grupos a los que pertenece, se convierte en herramienta de discriminación.

Así, ignoro si la eliminación del género requiere de una discriminación positiva transitoria o definitiva, es decir, si la negación del género hará que el género desaparezca por completo o quedará tras ella un género residual que en algún momento deba ser sopesado. Pero, puesto que sabemos que el género es discriminatorio, debemos asumir su compensación transitoria o definitiva como una obligación política. Esa compensación debe empezar con el establecimiento de la identidad formal de los géneros, es decir, con la supresión absoluta de su reconocimiento.

La agamia rechaza la proliferación múltiple de los géneros en la idea de que es el género mismo, y no el tipo de género, la causa de la opresión.

El género es distinción mediante el criterio arbitrariamente elegido (desde el punto de vista moral) del sexo, y su función es el reparto discriminatorio de roles sociales, es decir, la opresión. No hay, por lo tanto, un buen género subyacente a un uso odioso del mismo. Todos los roles de género son opresivos de un modo u otro. La personalidad del individuo, su carácter, no debe ser determinado por rasgos de género, sea cual sea su combinación, ni son éstos los que deben constituir lo representativo de dicho carácter.

La agamia considera que todo comportamiento hasta ahora mediatizado por un rasgo de género es susceptible de ser mejorado mediante la desaparición de dicho rasgo. Considera también que ninguno de esos rasgos realiza un papel necesario en el carácter, y que éste puede y debe estar regido por criterios estrictamente éticos, es decir, que el género debe traducirse en ética. Si alguno de los comportamientos o rasgos típicamente de género es rescatable para un carácter ajeno al género, será en tanto que comportamiento o rasgo bueno, y nunca como recuperación o reivindicación parcial del género.

La agamia, sin embargo, simpatiza con la estrategia de la multiplicación de los géneros como mecanismo para desestabilizar la categoría misma del género, pero considera que dicha estrategia es transitoria y secundaria, siendo la principal, y quizás definitiva, la negación del género y la determinación del comportamiento bueno. La estrategia de multiplicación de los géneros puede adquirir un carácter comercial autorreproductivo desde el momento en que se emancipa como fin en sí mismo y deja de ser crítica con el tipo de géneros que crea o reivindica. Imitaría así nuestro modelo capitalista de mercancía, que no es producida para satisfacer una necesidad cuya satisfacción constituye un bien, sino para crear un deseo que se transforma en necesidad y debe generar consumo inmoral.

4 comentarios:

Centro de apoyo a la mujer maltratada dijo...

intente encontrar la definicion de la palabra *agamia* . nombran una garza ... puedes indicarme donde encontrarla ? o de donde la tomaste tú?
Cordiales saludos
l.

israel sánchez dijo...

"agamia" es un neologismo que me he tomado la libertad de crear.
se explica en el texto fundacional:
http://www.contraelamor.com/2014/01/agamia.html

además también es, sí, una garza :)

psicodrey dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
psicodrey dijo...

Hola Israel.

"Carezco de información suficiente para pronunciarme de manera categórica sobre la existencia o no de vestigios sexuales en la conformación sustancial de nuestra psique, así como para pronunciarme en detalle sobre la reciprocidad generativa entre el sexo y el género." (Cita textual de la entrada).

Estoy pronto a iniciar una pequeña síntesis analítica del "género", considerando las bases de la filosofía de la ciencia, el naturalismo y realismo filosófico, en fin, un abordaje psicológico como ciencia natural. Apenas lo tenga preparado me interesa compartírtelo.


Saludos.

Luis Andrey Solano Sancho
Del grupo de Agamia.