sábado, 2 de noviembre de 2013

somos 1000


Somos 1000 de modo que, a falta de que trámites y gestiones tediosas permitan aún celebrarlo de manera más memorable, hagamos una repaso general de qué es esto en lo que nos estamos metiendo. El blog es a veces un medio tan inadecuado para la exposición del proyecto que una vista de pájaro puede resultar muy renovadora.




¿Por qué contra el amor?

Negar la conveniencia del amor es una cuestión de calado y su justificación no se puede resumir en unas pocas frases. Algunos de los argumentos principales están desarrollados aquí y aquí.

Pero el espacio sideral entre el prestigio del amor y su inconveniencia radical tiene que cubrirse de alguna manera para no resultar extravagantes. Cuando me preguntan (a veces todavía desde el escándalo) cómo se me ocurre esta aberración (pregunta que suele adoptar una forma personalizada, algo así como “¿qué te ha hecho a ti el amor?”) mi respuesta ha acabado reduciéndose a un par de argumentos tan contundentes y obvios que, si no siembran la duda en el interlocutor es porque el interlocutor no es terreno fértil para gran cosa.

En primer lugar, una ojeada al amor como forma de vida, y no sólo a la relación amorosa a que da nombre, nos muestra un panorama de desolación emocional, en el que la inmensa mayoría de las relaciones (y no hablo, como se pretende a veces, de relaciones sexuales, sino precisamente de relaciones afectivas) están reprimidas. En el más utópico e inédito caso de que las relaciones amorosas tuvieran un resultado deseable, lo que dejan tras de sí es un rosario de relaciones no formadas o destruidas para proteger al amor. Amistades, exparejas, familiares y, por supuesto, desconocidos, salen perjudicados de nuestra isla amorosa hasta deshumanizar nuestra moral afectiva. Las relaciones que desatendemos, que dejamos morir, que no forjamos, de las que nos consideramos ajenos pese a que otros nos necesiten con urgencia, que convertimos en una parodia de relación compuesta exclusivamente de formalismos, que destruimos en otros, etc,… constituyen un perjuicio social y personal que un amor exitoso no puede jamás compensar. Es evidente que el amor nos condena a una vida afectiva no sólo simplista, sino profundamente desconectada del entorno. El amor, así, se convierte, literalmente, en una fuente de odio. Amar es odiar. Amar aquí es odiar más en otro sitio, y tal vez no necesito otra cosa que dicho odio para que mi amor se dé por probado. La confusión entre el amor y el odio, la contaminación del concepto con su contrario, nos obliga a replantearnos el concepto mismo, por contradictorio y disfuncional.


La segunda gran obviedad es que el sistema amoroso condena a una masa ingente de población la inanidad eroticosentimental, no por casualidad parecida a aquélla a la que los condena el capitalismo en materia económica. Nuestra pobreza afectiva de clase media baja, a la que nos resignamos a cambio de la promesa siempre incumplida del amor, nos cobra el precio de negar la existencia de un ejército de desposeídos totales, de absolutos desgraciados del amor cuyas carencias afectivas están enquistadas en una situación crítica. Como esta pobreza es relativamente transversal, no necesitamos irnos muy lejos para encontrarla. Todos podemos mirar a nuestro alrededor, bien cerca, si no a nosotros mismos, para descubrir a aquéllos por los que no sólo no nos cambiaríamos jamás en materia afectiva, sino cuya vida ni siquiera nos vemos capacitados para soportar. Un sistema que admite, como parte de su lógica, bolsas (monstruosas) de desposesión, es un sistema injusto y debe ser transformado.


¿Qué hacer?

Sin duda, renunciar al amor. El pánico que esta renuncia suscita es un espejismo. El amor no es el dueño de todo aquello a lo que va culturalmente asociado, y muy bien podríamos seguir disponiendo de medios para satisfacer las necesidades que él se atribuye como exclusivas.


¿Cómo?

El amor no es un sentimiento, sino un guión de actuaciones irracionales dirigido por una sucesión de sentimientos exaltados. Cuanto más exaltados son estos sentimientos, más eficaz se vuelve el amor en su función social represivo-reproductiva. Es necesario comprender ese guión para detectarlo y rechazarlo, tanto en sus aspectos más evidentes y proactivos como en aquellos cuya implantación es más sutil y su efecto más sordo.

La primera gran actuación, la que debe constituir un giro radical a nuestra vida eróticosentimental, es la renuncia a las relaciones de pareja. La abolición del sistema pareja, y del lazo sagrado (matrimonial o no) que la convierte en la relación por excelencia a la que se subordinarán todas las restantes, liberará el crecimiento espontáneo del resto de las relaciones hasta ocupar de modo adaptativo los espacios dejados por el amor (y que éste, más que ocupar y satisfacer, poseía y prohibía). Dejaremos de tener relaciones de pareja, pasando así a tener sólo “relaciones”, por lo que el término mismo “relación” se vaciará de sentido, pues abarcará cualquier forma de trato o ausencia del mismo entre personas. A diferencia de las relaciones de pareja, cuya estructura y función predeterminadas obligan a los individuos a adaptarse a ellas, las “relaciones” no tienen una función y estructura a priori, sino que son creadas y adaptadas por las personas que las establecen. El amor moldea personas para que encajen en las necesidades de las relaciones, mientras que la renuncia al amor moldea relaciones para que encajen en las necesidades de las personas.

Esta idea principal requiere de un cierto impulso, de apoyos sobre los que construirse, o de parapetos mediante los que defenderse de los ataques a los que el fuertemente armado sistema del amor la someterá. Apuntaré aquí tres de ellos que han sido ya ampliamente desarrollados a lo largo del blog.



Los celos son la policía del amor. Mientras pensemos que podemos ser sus víctimas nos aterrorizarán y disuadirán de cualquier proyecto alternativo. Estamos atados por ellos y nuestro primer movimiento debe ser perderles el miedo.

Como se explica en estos textos, esta sustitución nos ayudará no sólo a entender por qué nos sirve de tan poco el rechazo a los celos, el desear no ser celoso, el no considerarse posesivo. Además, nos legitimará a la hora de reivindicar aquello a lo que sí tenemos derecho, asimilando los derechos eróticosentimentales al resto de nuestros derechos ciudadanos.


2-Igualitarismo radical.

El amor es un subsistema que forma parte del sistema capitalista patriarcal y con el que es coherente y afín. Es, por lo tanto, clasista y machista. Para construir su clasismo utiliza los conceptos de belleza y atractivo, y para construir su sexismo el concepto de complementaridad de los géneros.

Más allá de cualquier igualación relativa de los géneros, renunciar al amor significa renunciar al concepto mismo de género, o reducirlo a la trivialidad, a una idea que no forma parte de los factores que determinan las relaciones entre las personas. Asimismo, los conceptos de belleza y atractivo, puras construcciones culturales cuya función es hacer visible el valor social del individuo a través de la pareja que lo acompaña, deben ser devueltos a la trivialidad y ser sustituidos por aquellas virtudes que sean directamente influyentes en las relaciones.



Para que el sexo no sea el nudo gordiano que desemboca necesariamente en la relación matrionial-amorosa, debe ser sometido a una limpieza a fondo. En primer lugar se designificará de su condición reproductiva, de su carácter afectivo, de su símbolo fusional y de su condición de moneda generadora de morbo.

En segundo lugar, se redescubrirá el funcionamiento erógeno liberado de significación y trascendencia alguna y, por último, se recuperará un uso y significación libres de dicho funcionamiento.


Estos principios no se adoptan de modo repentino y traumático, sino que se aprenden mediante la comprensión y el uso. No se convierten en cargas morales, sino en estrategias cuyo perfeccionamiento progresivo nos libera, nos expresa y nos acerca a los demás.

Recordaremos que el rechazo al amor constituye una actitud pionera que debe proceder por ensayo y error, que evolucionará lentamente y que lo hará, las más de las veces, desde una considerable marginalidad e incomprensión. De la soledad no debemos preocuparnos, porque siempre es mayor la de quien se cree acompañado que la de quien se sabe solo.

De todos modos, ahora lo estamos mucho menos, porque ya somos 1000.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y cómo quitar el amor?porque su articulo habla de dejar de sentirlo, pero la pregunta es cómo?si entiendo el amor como un sentimiento poderosamente destructivo,aunque el voraz capitalismo diga todo lo contrario.
El amor como una falta dolorosa constante.No sera el deseo la opción?
pero aquí otra vez lo complejo de descubrir qué es el deseo
Creo que su comentario tiene influencia de Lacant, en el que un hombre y una mujer no tienen opción a coincidir.pero creo que si hay opción...

israel sánchez dijo...

No sé si llego a hablar literalmente de “dejar de sentir el amor”. En realidad sentirlo o no es casi intrascendente. Lo verdaderamente sustancial es no darle importancia. Pensemos en la cantidad de estados emocionales, productores de pensamientos e ideas para la acción perfectamente concretas, por los que pasamos habitualmente y que hemos aprendido a tratar como indignos de crédito: desde el miedo suscitado por una pesadilla, hasta la ira y su invitación a la violencia, o la euforia de una embriaguez y todo lo que conlleva.
Junto a la emoción que acompaña al amor nuestra cultura pone la etiqueta de “palabra de dios”. Se nos invita continuamente a escuchar a nuestro corazón en materia de amor (y no por ello se crea una cultura de la intuición, pues en otras muchas cuestiones se prefiere ignorarla). La clave sería dejar de escucharlo.
¿El deseo como opción? No. La razón y la justicia. Siempre. Ellas administrarán y nos satisfarán de deseo y afecto del modo más acertado y feliz.

Anónimo dijo...

Hola. He leído (a veces en diagonal) diversas entradas de este blog. Tengo muchísias cuestiones que plantear y temas que abrir. Por lo menos hemos de agradecer este blog, que trata el tema de una manera diferente (no digo que acertada) e intenta arrojar un poco de luz en medio de tanta oscuridad.

Vamos a mis temas/cuestiones:

1º El amor no es solamente de pareja. Entiendo que aquello de lo que está en contra este discurso es en contra del amor de pareja y el amor monógamo. Dejamos a parte el paterno/maternofilial, ¿no? ¿Qué ocurre con ese amor?

2º ¿Se han dado cuenta de que Platón define el amor como privación? Pero no por eso renuncia al amor. Comte-Sponville (libro: ''Ni el sexo ni la muerte'') reflexiona sobre eso, y aclara ''que no hay amor feliz'' (citando a A. Bretón) pero al mismo tiempo concluye que ''no hay felicidad sin amor''. ¿Qué pasa con eso?

3º En un libro, Francesco Alberoni (no era gran cosa de libro, terminé tirándolo, pero merece la pena rescatar alguna idea) señala que el amor no es continuo. Nace y muere, y con cada nacimiento y muerte, con cada ruptura el amante aprende a amar mejor y a amarse mejor, en una especie de construcción permanente del propio yo emocional.

4º Occidente, gracias al divorcio, ha sustituído la monogamia vitalicia por la monogamia sucesiva socialmente tolerada. ¿Es una etapa de transición hacia una nueva concepción de las relaciones emocionales/sexuales, la entesala del poliamor socialmente tolerado, el prólogo a las relaciones abiertas generalizadas?

5º Los celos, la monogamia, la exclusividad sexual, ¿pertenecen a nuestra socialización primaria, a la estructura cultural de nuestra psique... a qué?

Saludos!

Anónimo dijo...

Hola..leyendo con atencion..pero ..lo siento..la intelectualización de los sentimientos aburre....Este blog es una especie de "premio consuelo" para el q le va medio-fatal hablando mal y pronto. Lo siento, pero cuando te gusta mucho alguien te pones las pilas para hacertelo con esa persona mil veces..y cuando falla, pues falla y ya esta. Punto. No entiendo porque le dais tanta a importancia. El sexo, el amor, la pareja, uffff..todo tan sobrevalorado y re-estudiado y puesto-al-dia-cada-dia. Para nada, porque todas estas teorías, ..en plan "quinceañero que hace planes de vida" Quiza alguien piensa igual que yo. Saludos!