martes, 20 de marzo de 2012

sobre lo simple y sobre lo breve

             Me dice un amigo que le doy demasiadas vueltas a la cabeza. Que todo eso que cuento tiene algo de verdad, pero que la vida, al final, es más simple.
             Me dice que uno no puede plantearse todas esas cosas cuando empieza una relación. Que si lo hiciera se volvería loco y volvería loca a la otra persona. Que cómo se hace para disfrutar de una relación con todo eso de por medio.
             No entiendo nada cuando me dice esto. No veo la sencillez por ningún lado. Sólo veo conflictos, incomunicación, laberintos emocionales, enigmas que devoran la libertad, voluntades feroces agotadas como octogenarios ante obstáculos de consistencia impasible.
             “Todo esas cosas van encontrando solución con el tiempo”, me contesta. Me dice que la experiencia invoca a la sensatez tarde o temprano. Que no siempre se repiten los errores. Que al final se aprende y uno se encuentra con la sensatez casi sin quererlo, a veces no demasiado lejana del tipo de relación que yo propongo.
             “¿Cuándo?”, le pregunto.
             “Cuando se pasa todo eso. Cuando uno descubre que se elige a quien no se debe, que se espera lo que es imposible, que sólo quien tiene un poco tiene algo.”
             “Demasiado tarde.” Le contesto. “Para entonces la guerra ya está librada.”
             “Demasiado tarde no, en su momento. Hay que alcanzar a comprender. Hay que estar preparado para hacer las cosas bien.”
             Le pregunto que qué edad tiene. “Cincuenta y cinco”, me contesta. 
             “¿Qué?”, me pregunta cuando le sonrío, “Tengo toda la vida por delante.”

5 comentarios:

El antipático dijo...

Buen tipo, tu amigo. Primero hace, luego aprende. No es ingenuo, porque no aprendería nunca. Pero tampoco resabiado, porque no haría nunca. Y además no se deja chantajar por el "sólo se vive una vez": dentro de esa vez, hay unas cuantas veces.

israel sánchez dijo...

el sistema controla así a los buenos tipos.

El antipático dijo...

Joder con el sistema: es ubícuo como Dios, y ladino como el Diablo. Me gustaría que algún anti-foucaultiano, alguna vez, tuviese las agallas de decir que el sistema no va de arriba abajo (tus pirámides...), sino que ponemos de nuestra parte todos (una red). En tal caso, tu amigo hace, no sólo padece, y si padece lo que hace, es por ello que no lo llora.

israel sánchez dijo...

nada que objetar a tu comentario valorado de forma aislada. pero se diría que mi amigo ya no te parece tan buen tipo...

El antipático dijo...

Sí me lo parece, en mi descripción desde el principio no ha habido connotaciones morales. Primum vivere, deinde philosophare (también lógicamente hablando)...