sábado, 23 de julio de 2011

dime que te quiero

            Se ha despertado sobresaltada, gritando, envuelta en sudor. Sus brazos me aprisionaban con una fuerza enloquecida y sus uñas se clavaban en mi espalda como si quisieran quedar unidas a ella para siempre. Nunca la había visto así, y nunca había sentido tanto deseo de protegerla. “Estás aquí…” Me ha dicho. “Claro, mi amor”. “Era horrible…” “¿Qué era horrible? Tranquila… Cuéntamelo” “Estás aquí” ha repetido, perdiendo su cara en mi pecho.
            Siempre he admirado su serenidad. Siempre he pensado que un día, si algo terrible nos pasara, yo tendría que refugiarme en ella, y ella me calmaría y me inspiraría confianza. Pero esta mañana su cuerpo daba tales sacudidas en mis brazos que llegaba a hacerme daño. “¿Qué ha pasado, mi vida? ¿Has soñado que me iba?” Ha levantado la cara y parecía deformada por los innumerables surcos de lágrimas que la recorrían. Era como si todo su rostro llorara.
            “Me decías que no te quería. De pronto no soportabas encontrar en mi cuerpo marcas que no fueran tuyas y me hablabas como si no me conocieras. Yo intentaba convencerte de que daba igual, pero tú decías que si te quería de verdad nunca habría hecho lo que hacía. Me mirabas… No puedes imaginar cómo me mirabas. ¡Mírame! ¡Mírame ahora! ¿Verdad que sabes que te quiero? ¡Dímelo! ¡Dime que te quiero!”
            “Claro que me quieres, mi amor. Nada que puedas hacer me hará pensar de otro modo. Yo no soy el de tu sueño. Yo estoy aquí, feliz porque puedo estar contigo. Y te abrazo. Me quieres. Me quieres. Me quieres”.
            Cuando se ha ido estaba mucho más tranquila, aunque aún podía adivinarse que había sufrido horriblemente. ¿Cuánto habrá durado su sueño? ¿Durante cuánto tiempo habrá escuchado un remedo de la voz que adora herirla sin piedad? Nunca le haría daño. Nunca. Ojalá mi doble no haya dejado en ella la más leve huella de desconfianza.
Al quitarme la camisa he descubierto enseguida que mis brazos están amoratados. Mi espalda está surcada de marcas ensangrentadas que no se cerrarán en varios días.
Varios días. Pero tú llegas hoy. Y sé lo que pasará.

3 comentarios:

El antipático dijo...

Ella siempre en la posición expuesta?

El antipático dijo...

Quiero decir: este blog está escrito por un tío, él no tiene la culpa de serlo. Pero por aquí hemos conocido chicas menos vulnerables, más dadas al doble juego. La situación actual de la mujer es muy propensa al doble juego, porque ellas gozan de merecidos privilegios que antes eran exclusivamente nuestros y a la vez -¡a la vez!- no renuncian a sus ventajas sexuales. ¿No se ha encontrado el autor de tan excelentes textos ejemplares así? ¿No podría, acaso, este breve apólogo ser protagonizado por una hembra?

El antipático dijo...

Déjalo, había leído un "tu" por un "mi" y no había entendido nada a derechas, con perdón.