martes, 2 de enero de 2018

CONTRALOVE FILMS presenta: poseer por anticipado.


No recuerdo una sola animación de Bill Plympton que no merezca la pena en algún sentido, pero cuando supe que su “técnica” era ponerse delante de una enorme pila de hojas en blanco e ir dibujando un fotograma tras otro hasta dar vida a una historia, mi admiración por él se disparó. 

Plympton ha realizado así largometrajes completos, con evidentes defectos pero con deslumbrantes virtudes, mucho más interesantes, sin duda, que la inmensa mayoría de los blockbusters de cualquier saga.


HOW TO KISS (cómo besar)

How to Kiss ni siquiera es un largometraje, pero en sus seis minutos y medio encontramos irreverencia suficiente como para ganarse sobrada cabida en esta sección. Vedlo antes, si queréis, porque vais a pasar un buen rato. Después hablamos.

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Decimos que el sexo es el sacramento del gamos. El sexo “completo”, de formato reproductivo, es el que realiza la pertenencia recíproca con herencia patriarcal (es decir, que ambxs sujetos pasan a pertenecerse mutuamente, pero una pertenece mucho más que el otro). Comprobamos esto al constatar la carga transformadora que una relación sexual tiene para una relación. Tras el sexo ha pasado algo que no puede haber sido el sexo mismo sino que tiene que haber sido aquello que el sexo significa.

Pero la ceremonia sexual no está aislada, sino rodeada de protocolos que encauzan su validez. Y, entre ellos, el beso ocupa un lugar destacado. El primer beso de la pareja, se entiende.

Si la penetración equivale al matrimonio, el beso corresponde al compromiso. Un compromiso constituye una cuenta atrás para el matrimonio, lo implica, salvo que algo inesperado sobrevenga, y lo adelanta en muchas de sus formas (conductas, derechos, obligaciones…). De ese mismo modo un beso es una cuenta atrás para el coito. El beso cruza la barrera de la aceptación sexual completa, no quedando entre una y otra nada que no sean preparativos y el tiempo necesario para ellos. Es, literalmente, in ticket para follar, a consumirse en una fecha que, normalmente, viene ya dada por las circunstancias.

Es por esta razón que el sometimiento sexual se desplaza de una manera muy significativa hacia el beso. El adelanto de la objetualización sexual es objetualización por adelantado. Si el sexo conlleva sometimiento, el beso conllevará sometimiento también, con todo el absurdo que implica realizarlo como si fuera una acción que produce placer sensible cuando, en realidad, está produciendo placer de logro.

En la acción de besar, por lo tanto, el pacer está subordinado a la posesión, si es que existe en absoluto.

Y aquí es donde How to Kiss se convierte en la ilustración que muchas veces necesitamos para terminar de ver hasta qué punto esto que hacemos con el sexo es algo que sobrepasa sobradamente el ridículo para caer, por lo menos, en lo siniestro.

Mientras oímos el almibarado texto de un catálogo pretendidamente instructivo sobre las modalidades de beso más características, las imágenes nos muestran la realización aspiracional, e imposible, de esos besos. El texto, erótico-romántico, deambula estereotipadamente entre lo contradictorio, lo tierno y lo prohibido. En paralelo, las imágenes nos muestran el símbolo posesivo realizado en todo su esplendor. Con resultados, claro, espeluznantes.

Son nueve las formas de besar de cuya realización perfecta y acabada podemos disfrutar en las imágenes. Todas ellas constituyen, como no podía ser de otra manera, una estrategia de objetualización que pasa por placentera y que, en la mayoría de los casos, nos sonará familiar. En las manos de Plympton esa estrategia se lleva a sus últimas consecuencias, y el sueño cumplido se revela como una pesadilla infinitamente lejana del discurso con que la acompañamos para justificarla ante nuestros propios ojos.


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