miércoles, 11 de septiembre de 2013

propuesta erótica. I. DESIGNIFICACIÓN. (x) designificar el sexo de la posesión (la renuncia al morbo) (3)

El morbo es la expectativa de adquisición de una cantidad indeterminada de valor polivalente a través de una experiencia de placer sensual. El placer sensual es el medio, el entorno experimental, y fines como la reproducción, el desahogo o la obtención de afecto acaban siendo sólo propensiones a la concreción de ese valor, pero no remplazan su primacía. El morbo se experimenta en cada gesto que aumenta la posesión, y se agota cuando la posesión está consumada y agotada, vaciándose de su principal atractivo al acto sexual, aunque el resto de las funciones no hayan sido realizadas.
 
La elitista escuela de la pornografía nos enseña una forma de realizar el acto sexual orientada hacia la expresión y disfrute del morbo. Desaparecida de nuevo (es decir, como antes de la llegada del arropamiento afectivo) la compañera femenina como subjetividad interactuante, el varón del cine pornográfico recorre el itinerario del acto sexual representando el papel de gozosa apropiación progresiva de un tesoro. Lejos de enfocarse en alguna técnica que le permita proporcionar placer o armonizar con su compañera, su rutina actoral consiste en cubrir cada una de las fases del acto sexual centrándose en la expresión del entusiasmo propio de quien alcanza un logro y goza con fervor desatado de tenerlo entre sus manos. Cada vez que se ha completado el gozo de los tesoros de una estancia, cada vez que el actor ha demostrado su condición de poseedor de esa parte del botín, abrirá la puerta a la siguiente, a cuya posesión se entregará con la misma fruición y el mismo interés por colmarse de la convicción de poseer.
 
Tener una relación sexual es ganar un premio por entregas. La conjunción entre la certidumbre casi completa de que se seguirán profanando salones dorados y el desconocimiento del valor exacto del tesoro que cada uno de ellos alberga, introduce al sujeto en una dinámica tan adictiva que no sólo le impide escapar una vez que ha comenzado el acto sexual, sino que vuelve a desearla con intensidad en el momento en el que recupera su capacidad de desear, no ya un nuevo acto sexual, sino cualquier cosa. A medida que el sujeto realiza actos sexuales que le confieren valor subjetivo, acepta la consistencia de este valor universal, convirtiéndolo en el combustible de todos los motores de su yo. La única motivación será la posesión sexual, deseada en forma de morbo, pues su valor será cada vez más verdadero y su acceso más familiar. En la medida en que el sexo es poseer a alguien y poseer a alguien lo es casi todo, acabara siendo todo. Todo lo que la vida pueda ofrecer, todo aquello a lo que dé acceso el crecimiento del yo, estará escondido en el acto de la posesión sexual. El objeto sexual es una lámpara de Aladino de usos limitados. En ella está escondida la recuperación del mundo fantástico de la omnipotencia infantil. Es la motivación por excelencia de nuestra sociedad. Es la energía sexual, utilizable después para cualquier fin, de la que habló Reich.
 
Es el supercacahuete.
 
 

1 comentario:

Emma dijo...

Esto... entonces, esta entrada es contra el porno, verdad?