jueves, 6 de junio de 2013

sexo. ENCUENTRO DE FORMA Y FONDO. II. el sexo rosa

           La comunión y el arropamiento afectivo mantienen una relación similar. La idea de que el sexo debe llevar a un encuentro místico se persigue a través del rutinario ritual del cariño que vendrá después premiado con un placer sensual aún más rutinario, pero suficiente para que se considere que la fusión se ha producido, si es que alguna vez hay que pasar inspección.
           De nuevo la comunión funciona como discurso que da sentido, pero no como finalidad que da forma. Cada acto sexual se aborda a partir de la búsqueda puntual de afecto, o de la búsqueda del acto sexual mismo, al que se llega a través del afecto.
           Es cierto que el componente afectivo es más susceptible de desatar la lengua. Las contradicciones se enfrentan a la incomodidad de tener que justificarse con más frecuencia. Pero la capacidad crítica del discurso contextualizado en el amor es muy reducida, y se avanza más en el sentido de crear justificaciones elaboradas y desorientadoras que en el de someter pensamiento y comportamiento a los dictados de la coherencia. El amor tiene, como una de sus tareas de mayor responsabilidad, distraer al pensamiento crítico mediante una confusa filosofía de aforismos incontrovertibles que generan células de sentido, contradictorias entre sí, pero capaces de dar respuestas a cada conflicto puntual. El amor genera a nuestro alrededor un discurso cansino y copiosísimo; un estruendoso murmullo publicitario, cuya omnipresencia persigue cerrar en falso todas sus contradicciones. Así, mientras el arropamiento afectivo implica el avance con respecto al sexo incomunicativo de permitirnos preguntarnos “qué pasa aquí”, el amor desarrolla una única y multiforme respuesta: El amor es así, no pasa nada.

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