viernes, 7 de octubre de 2011

no significa nada

             Cuando una infidelidad se confiesa o se descubre llega para la pareja la hora de la verdad. Si la parte ofensora desea que la relación perdure, la posición más fuerte de que dispone (una vez que la negación de lo sucedido ha quedado descartada), es la supresión de cualquier valor. “No significa nada” será la letanía a la que se agarrará el infractor experto.
             Con esto querrá decir mucho. Querrá decir que carece de cualquier afecto hacia la tercera persona, incluso que le inspira cierto desprecio. Querrá decir también que, desde el punto de vista del placer, la experiencia ha dejado mucho que desear; prácticamente un trámite, que, por supuesto, no repetiría y que, si tuvo lugar, fue porque un cúmulo de circunstancias condujeron a un estúpido desenfreno y relajación moral que hacen del hecho poco menos que una excentricidad insólita.
             Aquí leído suena a recurso desesperado y justificación intragable. Sin embargo, en la práctica, funciona. Las posibilidades de éxito del infractor que se agarra a ella no dependen tanto de que las condiciones le sean propicias como de lo creíble que logre resultar.
             Pero, de alcanzar su objetivo es probable que desperdicie penosamente una buena oportunidad de entender la verdadera naturaleza de los celos. En celos. PARTE 2. Purgatorio (i) afirmé que los celos surgen ante el peligro de pérdida o deterioro de la relación de pareja. Obsérvese que el sexo no aparece en este principio. El sexo es considerado, precisamente, el indicador de que la relación se está perdiendo o deteriorando. Pero si logramos convencer de que ése no ha sido el caso, el trance queda superado como por arte de magia, incluso con la reconfortante sensación de que la pareja se ha fortalecido, al superar la barrera de la infidelidad.
             Y, sin embargo, en “no significa nada” hay una “nada” en la abundancia.
             Tener una relación sexual fuera de la pareja tradicional significa, en el mejor de los casos, estar dispuesto a pagar un placer notable propio con un sufrimiento sobresaliente del otro. Significa decidirse por vivir un miedo o un remordimiento tan grandes que, u ocultamos el hecho a cualquier precio, o lo confesamos a pesar de cualquier consecuencia. Significa que somos capaces de comprometernos a no hacer en el futuro algo que acabamos de hacer en el pasado más reciente, pero demostrando, con el compromiso actual, que nos encontrábamos en pleno uso de nuestra libertad o que nos volvemos a comprometer en el vacío. Significa, en el mencionado caso idóneo, que algo había en nuestra vida sentimental tan torturante que nos llevó a desplazar el sufrimiento de las causas a las consecuencias de la infidelidad, es decir, que la crisis de pareja que atravesamos es considerada deseable frente a la crisis personal en la que nos encontrábamos. Y significa, por supuesto, que en nuestra compungida disculpa no incluimos, ni por asomo, la concesión de que se nos pague con la misma moneda. Mucho menos la de que se necesite hacerlo pues, si algo así ocurriera, sólo podría aceptarse en la medida en que no significara nada.
             -Dime otra vez que no significó nada.
             -Nada, mi amor. Fue una estupidez. No fue nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto es lo que se suele llamar, cuando se habla de saltos, un "clavado".