lunes, 1 de agosto de 2016

tengo una mala noticia para ti: no eres monógamx.


Aunque seguimos en el tiempo en el que se da por hecho que todo el mundo es monógamx hasta que diga lo contrario, al menos hemos llegado al tiempo en el que sabemos que ya no deberíamos hacerlo.

Es muy recomendable tener una idea del espectro relacional al que pertenece la persona con la que queremos establecer una relación. Vamos, que lo suyo es preguntarle a la gente cómo se relaciona, porque hay muchas formas, y al fin y al cabo eso es lo que vamos a hacer con ella. Eso es lo que ya estamos haciendo, si es que estamos en disposición de realizar la pregunta.

Y, ¿qué hacemos con la respuesta? Parece que lo lógico es que si hay “match”, vía libre. Y, si no lo hay, fin de la historia. Cuanto más se avance en la unión de dos personas con modelos incompatibles, más duro será el batacazo.

La experiencia nos dice que se hacen más esfuerzos por compatibilizar lo incompatible de los que recomiendan tanto la sabiduría popular como los consejos a posteriori de las amistades ventajistas (“¿Para qué te lías, si sabías que sois diferentes?”). Pero el vértigo entre modelos permanece, y ese vértigo es especialmente sensible en la barrera monogamia-no monogamia.

La mala noticia, si es que esa barrera te generaba algún tipo de seguridad, es que es muy poco consistente. En realidad sólo existe mientras la nombres. Mientras ambxs la nombréis.
Aparentemente, la barrera sí corresponde a una distinción enjundiosa: sirve para diferenciar a las personas que tienen una sola relación a la vez, de las que tienen o aceptan tener varias relaciones a la vez.

Pero, a ver cómo explico esto… lo cierto es que todo se juega en esa barrera. Apenas existe otra cosa que esa barrera, y en ella estamos la mayoría, como Humpty Dumpty, peligrosamente subidxs a la verja sin terminar de decidirnos. O, visualizado de otro modo: La barrera es muy amplia, es anchísima. Tanto que ocupa casi todo el espacio a uno y otro lado. No se trata de una hipérbole alucinada. Se trata de la consecuencia normal en un conflicto generalizado e irresoluble. Cuanto más se alarga, se bloquea, se exacerba, más densa, más compleja, se hace la muralla que separa ambas partes, hasta que al final la muralla lo es todo. Se vive en la muralla y para la muralla. Y se muere de la muralla. Que se lo digan, si no, a los atenienses que sitiaron Siracusa, con un ejército tan poderoso, pero a la vez tan incapaz de vencer, que acabó asfixiado por las barreras en las que se encerró.

Toda, o casi toda, la no monogamia está impregnada de monogamia. Pero no es eso lo que me interesa explicar, porque entre personas no monógamas hay (¿todavía?) una cierta cultura de permeabilidad entre modelos. Lo que me interesa explicar es que toda, o casi toda la monogamia está impregnada de no monogamia. Querer vivir del lado monógamo de la muralla es, salvo contadísimas y fundamentalistas excepciones, una ficción.

desde dentro, la muralla es un gran laberinto. desde fuera, el laberinto es, en sí, la muralla.
El espectro monógamo es tan amplio como el no monógamo. Esto quiere decir que el hecho de que dos personas sean monógamas no garantiza en absoluto que su modelo relacional sea el mismo; ni tan siquiera que se parezca. No sólo porque quien busca casarse puede experimentar incompatibilidad con quien busca relaciones de una noche, y viceversa. Quien busca relaciones en las que todo se comparte puede ser incompatible con quien prefiere conservar un mayor espacio de independencia. Quien busca una relación socialmente abierta puede rechazar a quien busca encerrarse en la pareja. Quien busca una relación estabilizada puede sentir rechazo hacia quien gusta de acelerarla. Quien cultiva las relaciones con sus ex tal vez considere inaceptable a quien no lo hace o, casi seguro, a quien quiere que deje de hacerlo.

El etcétera es muy largo. Las familias monógamas son variadísimas, entre otras cosas porque la monogamia es vieja y abundante y ha tenido tiempo para crecer en múltiples y espesas ramas. Pero del mismo modo que cada rama de un árbol representa una diferente estrategia para aproximarse al sol, cada familia monógama es una nueva batalla entre la monogamia y la no monogamia. Un nuevo tramo en el muro, que vuelve a crecer cada vez que se encuentra un nuevo espacio por el que uno de los dos ejércitos podría filtrarse en campo enemigo.

Así, todas las incompatibilidades mencionadas arriba pueden leerse en términos de enfrentamiento entre monogamia y no monogamia. Quien sólo busca una relación duradera no quiere participar de esa especie de swinger secuencial que son las relaciones de una noche. Quien cultiva las relaciones con sus ex entiende que un poliamor jerárquico sin sexo, o sin sexo ahora, es la única forma civilizada de relacionarse. Quien conserva su espacio, o aspira a que la relación avance sólo lentamente, está compartiendo con la agamia el rechazo al suicidio amoroso, y entendiendo que sólo existe relación allí donde ésta ha demostrado fiabilidad. Y así en todas y cada una de las familias monógamas.

jon snow al ser preguntado de qué lado del muro se considera a sí mismo.
Debemos, por lo tanto, asumir que relacionarse en monogamia implica dos trabajos ineludibles. El primero es descubrir a quién tenemos delante, en qué medida hay compatibilidad con nuestra idea de relación, y en qué medida esa compatibilidad es para nosotrxs suficiente.

El segundo es entender que nuestros límites, nuestras compatibilidades e incompatibilidades varían con el tiempo y con la experiencia, y que es mejor coger las riendas de ellas que dejarnos llevar por el prejuicio al que nos conducen clasificaciones groseras. Del otro lado de casi cualquier barrera siempre hay gente mucho más próxima a nosotrxs de lo que lo está mucha otra que comparte nuestro lado. Cualquier persona monógama puede concebir una monogamia mucho más intolerable que algunas agamias o algunos poliamores. Cualquier persona monógama puede, en realidad, descubrir que las personas con las que mejor puede relacionarse no están sólo de su lado del muro, y que el muro es, en muchas ocasiones, la menos importante de las barreras.


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