lunes, 19 de febrero de 2018

el infierno de la amorexia.


Tal vez hayas detectado en tu entorno a alguna de esas personas con una especial proclividad a reivindicar más amor en el mundo, o a solicitar y provocar, especialmente para con ellxs, expresiones repetitivas de afecto, a veces vacías o hasta inadecuadas.

Es posible, incluso, que te hayas topado con alguien que, a pesar de vivir envueltx en este mar de amor, parezca estar sufriendo una déficit crónico de afecto.

Con frecuencia juzgamos a estas personas benévolamente, atribuyéndoles alta sensibilidad o empatía, y respondemos de manera favorable a su conducta.

Quizás, sin embargo, nos encontremos ante algo que debe ser tomado mucho más en serio: un nuevo síndrome adictivo, a veces devastador, que recibe el nombre de “amorexia”.

En 2015 el equipo de la doctora en psicología social I. Martheleur, de la Universidad de Hasselt, detectó rasgos similares a los de un síndrome de adicción en algunxs estudiantes.

“Hicimos un primer estudio de campo en las instalaciones de la propia Universidad en el que observamos algunas conductas inquietantes. No era raro encontrar a estudiantes entregadxs a interminables rituales afectivos que parecían carecer de propósito. Algunxs abrazaban inesperadamente a otrxs. Estxs solían responder receptivamente. Pero tras ese primer abrazo, se solicitaba otro y otro más, al mismo sujeto o a cualquiera que anduviera próximo. La expresión de la persona que los solicitaba, lejos de mostrar satisfacción, reflejaba una creciente angustia. En ocasiones acababa profiriendo expresiones estereotipadas y descontextualizadas como “¡viva el amor!” o sonidos inarticulados, como una larga “i” al modo del chillido de un roedor.”

Ante hechos tan estrafalarios y preocupantes el equipo de la doctora Martheleur decidió investigar el fenómeno a fondo. Lo que descubrió sobrepasó sus peores previsiones. Más de un 20% de la población universitaria era víctima de lo que ella denominó “Síndrome de Obsesión Afectiva Infantilizante” o “amorexia.”

El SOAI es un síndrome completamente diferente a la tradicional dependencia afectiva hacia una pareja. “En este caso no es un sujeto, sino una visión mágica y edulcorada del mundo lo que se convierte en el objeto de dependencia. La persona que padece amorexia necesita representar continuamente la idea de que vive en un universo trivializado del que han quedado fuera tanto los conflictos de la vida adulta como los mecanismos de afrontamiento de dichos conflictos. Para compensar la evidencia de que el mundo no coincide con su proyección idealizada de la infancia, estas personas contrarrestan toda arista que les presente la realidad con diferentes mecanismos objetivadores de amor. Podemos describir a la persona amoréxica como aquella que tapa sistemáticamente la realidad con amor” –explica la doctora Martheleur.

“Tapar la realidad con amor” no parece tan mala idea en algunas ocasiones. “La amorexia es un síndrome altamente incapacitante” –aclara la doctora. “Tapar la realidad con amor es un modo tan autodestructivo de huir de la realidad como refugiarse en cualquier otro paraíso ficticio que destruya progresivamente las herramientas de afrontamiento dejando al sujeto cada vez más indefenso. Utilizar el afecto como herramienta para subsanar problemas de indefensión ante circunstancias adversas es darle al afecto un uso normal y adaptativo. El problema empieza cuando el afecto se convierte en la única herramienta y, al mostrarse insuficiente, suple sus carencias con más afecto en una espiral adictiva”.

Esta es la razón por la que el síndrome recibe el nombre de “amorexia” y no “afectorexia”. Cuando el afecto se exalta y se utiliza como una cura omnivalente y omnipotente no hablamos ya de afecto, sino de esa palabra mágica que encontramos por doquier representando la realización de la felicidad completa.

¿Es, entonces, esta cultura del amor la causante de la amorexia? Parece que hay que atribuirle una gran parte de responsabilidad.

Estudios posteriores han confirmado que la combinación entre cultura amorosa y crisis del modelo relacional normativo es una bomba de relojería. “Las personas que escapan a los fracasos en sus relaciones de pareja mediante la glorificación de alguna variante de esa misma ideología –es decir, de alguna forma de amor- entran en un bucle infinito de búsqueda de sustitutivo amoroso. Poco a poco van atribuyendo el origen de cualquier dificultad a la falta de amor, y desarrollando una fobia paralizante a todo aquello que no llega presentado bajo la especie de expresión amorosa. Su vida se simplifica, se infantiliza y se vuelve inoperante. Es urgente que el descubrimiento de la Doctora Martheleur sea tomado muy en serio por la comunidad científica” –afirma Ángel Miguel Guzmán, psicopatólogo y experto en adicciones de la Universidad de Badajoz.
¿Cómo reconocemos a una persona amoréxica?

El equipo de Hasselt propone los siguientes criterios diagnósticos:

-Manifestaciones afectivas afuncionales o disfuncionales (“afecto inútil” y “afecto incómodo”).
-Presencia desproporcionada del amor como tema de conversación o explicativo.
-Pereza mental.
-Conductas infantilizadas (aflautamiento de la voz, imitación de la sintaxis preescolar, simulación de torpeza motora, fetichismo no sexual, etc.).
-Gustos infantilizados (tendencia al consumo de dulces y golosinas, preferencia por las combinaciones caóticas de colores vivos, gustos musicales sencillos y evocadores de melodías infantiles, afición por las narraciones de contenido mágico o fabuloso, lecturas con alto porcentaje de imágenes, etc.).
-Sensibilidad a flor de piel, especialmente para la tristeza, la melancolía y la decepción (“personalidad amigdaliana” o de control prefrontal ineficaz).
-Entorpecimiento o deterioro de las dinámicas sociales (saludos inacabables, constantes malentendidos, hipersensibilidad a la ofensa, intrusismo comunicativo –hablar improcedentemente del amor o de la situación afectiva personal-, descarrilamiento, etc.).
-Narcisismo.
-Insatisfacción sentimental cronificada (constante crisis de pareja o de falta de pareja, conflictos por la atención de las personas más cercanas, angustia social repercutida sobre el espacio personal o síndrome del “público inexistente”, etc.).
-Hostilidad o agresividad hacia cualquier forma de cuestionamiento del amor. “Policía del amor”.
-Risa nerviosa.
-Alegría estúpida y frágil.

¿Cómo se escapa de la amorexia?

Hasta el momento no hay respuestas que hayan demostrado ser eficientes, así que, de momento, parece más fácil entrar que salir. En opinión de la doctora Martheleur el problema de las personas amoréxicas es sobre todo contextual. “Es el entorno el que refuerza sus conductas obsesivas interpretándolas sistemáticamente como adecuadas, beneficiosas y dignas de elogio, hasta el punto de que la propia amorexia llega a convertirse en la virtud más apreciada de la persona que la sufre. La infelicidad en la que la/el amoréxicx va cayendo progresivamente es entendida por las personas que la rodean como un síntoma de que no está siendo entendida y valorada como merece, y la animan a que incida aún más en su dependencia. A diferencia de otros síndromes propios de nuestro tiempo, la obsesión por el amor carece de crítica y, cuando en un espacio social se manifiesta un caso, suele ser cuestión de tiempo el que la comunidad entera se contagie.”

Con el pertinente consentimiento reproduzco este fragmento de una conversación mantenido hace pocos días con una persona cercana:

-No me encuentro bien. Creo que me he resfriado. ¿Te acuerdas de que anoche salí con mis amigxs? Pues para despedirnos, como siempre, más de 40 minutos de besos y abrazos.
-¡Pero si estábamos bajo 0º!
-Ya, pero es tan bonito… Hay otrxs dos con fiebre y unx que dice que le duele todo el cuerpo. Pero mira, entre que nos lo contábamos por wsp y que nos quejábamos de estar tan malitxs, otro montón de besos y abrazos. Así que genial.

¿Una peligrosa cepa amoréxica? Probablemente. Procuraré mantenerme alejado.


4 comentarios:

edu dijo...

Hola, llegué a tu blog a través de una amiga y cuando leí este tu texto, quise desde ya compartirlo en mi blog (https://ogajeironagavea.wordpress.com/) pero traducido al "galego-português". Es por eso que escribo este comentario para solicitar tu permiso para hacerlo. Por supuesto poniendo tu autoría y el enlace a este tu blog.

Espero tu respuesta.

Por cierto, muy bueno el artículo y muy necesario; cuanto menos por Galiza está triunfando en algunos sectores ese buen rollismo infantil de darse cuidados y mimos y que nadie les mire ni les hable sin su permiso ou el de su "pandi" (y no estoy hablando de adolescentes)

edu dijo...

olvidé poner mi correo de contacto: comochoconto(arroba)gmail.com

israel sánchez dijo...

Hola, edu.
Claro, puedes compartir el texto y te lo agradezco. La amorexia es un mal que nos atenaza en todas partes.
Un saludo.

edu dijo...

Gracias!!

Ya publiqué (ya lo había traducido pues me esperaba que tu respuesta fuese afirmativa)

Aquí esta el enlace:
https://ogajeironagavea.wordpress.com/2018/02/23/o-inferno-da-amorexia-x-israel-sanchez/

Saudos e saúde