lunes, 15 de septiembre de 2014

AGAMIA Y PROSTITUCIÓN (II). el debate (supuestamente) teórico


                Y es que el problema teórico es otro cantar. Porque, ¿qué es la prostitución?

                El patriarcado nos dirá que no es otra cosa que el uso del sexo como mercancía. No el uso de la persona, sino de la actividad sexual. El feminismo nos recuerda que ese comercio se da en condiciones de opresión, de modo que la realiza y la incrementa (hemos visto que las posiciones feministas deben dar un paso atrás y volver a la reflexión teórica para poner en primera línea práctica el verdadero asunto en juego: la esclavitud sexual). Pero, mientras que el abolicionismo entiende que la opresión es consustancial al comercio sexual, el feminismo regulador parte en general del principio de que sólo hay opresión en las condiciones concretas que impone el patriarcado.

                No deja de ser curioso que se entienda al patriarcado como eliminable de un ámbito que hasta tal punto lo representa, y que el hecho mismo de que la prostitución sea en su inmensa mayoría femenina no implique unas condiciones absolutamente “despatriarcalizables”. Parece claro que la conjunción de intereses, tanto profesionales como lúdicos, han reforzado hasta una posición algo conformista y cegata la defensa de la prostitución. Si hacemos por imaginar el arco de actividades englobadas bajo el concepto “prostitución”, así como la diversidad de clases sociales y poderes adquisitivos entre los que tiene lugar, sólo podemos concluir que su existencia refuerza tanto la opresión capitalista como la patriarcal, profundizando su poder de sometimiento hasta el territorio del sexo.

                Allí donde la mujer ejerce el poder inalienable del uso de su cuerpo, el patriarcado le replica que dispone de otros cuerpos para ese mismo uso. Allí donde las clases se aproximan entre sí, en torno al acceso a un bien que depende de rasgos caracterológicos, el capital salvaje contesta que, con dinero, lo puede comprar todo.

 
                La tesis abolicionista, que identifica al sexo de pago con la opresión, también cojea. Desmontar esta identificación es tan sencillo como imaginar una sociedad no patriarcal en la que se produjera algún tipo de comercio sexual, por testimonial que fuera. Parece que lo que mueve a transformar una identificación dentro de un contexto en esta identificación sustancial es una cierta forma de ver el sexo. Y si el sexo tiene una cierta forma de ser visto, es que estamos cayendo en el patriarcado de nuevo. Las justificaciones teóricas abolicionistas son, por decirlo de una vez, puritanas, y conllevan una condena a la libertad sexual misma.

                Pero, si el sexo no debe llevar esa condena, ¿por qué no regularlo como cualquier actividad, aunque implique la extensión, como decía, de la opresión patriarcal y de clase? Si aceptamos la regulación del resto de los intercambios comerciales, ¿no caemos en el puritanismo al denunciar esta opresión específica, aunque no la califiquemos de sustancial? El mundo no nos gusta, eso ya lo sabemos, pero, qué casualidad que, al final, siempre combatamos con aspiraciones de extinción este lado del mundo.

                Esta postura “del sentido común” realiza dos falsas asunciones: en primer lugar, no aceptamos las regulaciones: las regulaciones nos las encontramos y las aceptamos ante la ausencia de alternativas estructuradas, desde la conciencia de que la falta de esas alternativas estructuradas, esa oferta del caos como alternativa, es el arma que utiliza el sistema para hacer oídos sordos. Nadie (de entre las posturas expuestas) quiere regulaciones económicas sobre ámbitos no regulados (el consumo del aire, por ejemplo), salvo si estos ámbitos son ya opresivos. Y, allí donde lo son, como en el de las drogas, somos suspicaces frente a la deriva que puede adoptar la regulación (¿a nadie se le ha ocurrido que en un sistema de consumo de drogas plena y universalmente regulado éstas se conviertan rápidamente en un mecanismo de opresión más, con drogas limpias, fascinantes y carísimas, por un lado, y drogas destructivas, enajenantes y muy accesibles, por otro? Sólo se trataría, en realidad, de un perfeccionamiento de la actual división entre consumo popular de marihuana y consumo como potenciador laboral de cocaína).

 
La segunda falsa asunción es que el sexo sea un bien igual a los otros. Recordemos que el puritanismo sustancializa la especificidad del sexo, es decir, afirma su carácter particular y sagrado en todo contexto. Pero la desmitificación del sexo no se ha producido aún. Antes al contrario, vivimos en una cultura donde el sexo es la segunda moneda, sólo menos universal, en su capacidad de intercambiarse por cualquier otra cosa, que el dinero mismo, y donde esa capacidad está otorgada por su condición (incontrastable) de placer supremo y fin en sí mismo. Vivimos en el mundo que el puritanismo describe, sólo que, según él, no podemos cambiarlo.

Es aquí donde la agamia tiene algo que decir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La conciencia de que un acto sea malo o no, no debería entrar en colectivos sí algo es malo lo es en general no según una condición.

A día de hoy hay muchas legisladoras y mujeres en puesto de poder real, echar la culpa al genero masculino como si todo lo malo de la sociedad fuera culpa de los pitos es un error... a ver que política ha dicho que las compresas son un producto necesario y no un articulo de lujo, por poner un ejemplo... son estas mujeres hombres que nacieron en un cuerpo de mujer? travestidos? mujeres con pito? (esto último no es descabellado, mirar las hienas)

En una actividad mayoritariamente realizada por mujeres, por muy diversas circunstancias. También hay gran numero de hombres, por muy diversas circunstancias. Como encajan en el patriarcado estos "chulos" o "prostitutos" o las mujeres que libremente deciden ganarse la vida a costa de la lujuria de otros?

En mi opinión, en la prostitución hay un gran componente genético que nos impulsa a querer tener sexo, a poder ser con una persona que cumpla unos requisitos, mas o menos variables. Tanto por la parte de los hombres como de las mujeres, dejando a toda la raza humana con el mismo problema... a toda la raza humana y en general a todas las especies con reproducción sexual. Este deseo de sexo es el que crea la prostitución no un genero.

Es solo una opinión y, como todas, es discutible.

Discutamos